2. Nada es Perfecto.

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Sus grandes ojos verdes si dirigieron como quinta vez al asiento vacío del chico que había causado un alboroto en el comedor y no había vuelto desde entonces. Su ausencia le dejaba algo de inquietud.

¿Dónde está? Se preguntaba cuando en realidad no debería importarle. En cambio, se supone que debería estar tranquilo pues, sin Bakugou, la posibilidad de que el resto de su grupo lo molestara era casi nula.

Así que respiró muy hondo y se concentró en lo que el profesor explicaba.

Tarde quiso tomar sus apuntes  ya que, a los pocos minutos, sonó el timbre y todos dejaron de escribir para guardar sus cosas.

—Nos veremos mañana, jóvenes —dijo el maestro cerrando su libro para luego borrar todo lo escrito en el pizarrón. Pocos le tomaron atención a su despedida, sólo esperaban a que la clase termine para abandonar la sala entre conversaciones y risas sin ningún tipo de orden.

Izuku guardaba todo con tranquilidad, sabía que era preferible esperar a que Bakugou y su grupo se vayan primero. Pero ahora él no estaba y aún así, ya se le había hecho un hábito.

—Vamos Izuku, estás tardando —dijo la chica castaña haciendo una mueca de reproche.

—Si, sí, un momento. —se aseguró de que los dos chicos que siempre seguían al rubio habían salido ya, sólo así terminó por guardar el último cuaderno para cerrar su mochila.

—Vámos.

Al salir del establecimiento, se apreciaba un atrio que era rodeado de algunas jardineras secas con pequeños árboles que guiaban a los estudiantes hacia la salida. Ahí, los nuevos amigos conversaban de cosas triviales mientras caminaban con calma.

—(...) como yo no sabía nada, el huevo explotó dentro del microondas —reía Uraraka contando una de sus historias, hacía ademanes con las manos dándole más emoción a lo narraba—. Mamá casi me mata y tuve que limpiar todo, y...

— ¡Midoriya! ¡Ochako!

La anécdota se detuvo, y ambos jóvenes giraron sus cuerpo a ver quién los llamaba.

—Iida —sonrió el rizos verdes al ver a su amigo de gafas acercándose, pero este no estaba solo.

—Únicamente vengo a despedirme, tengo práctica en cinco minutos.

—¡Oh! ¡Tú eres el chico del almuerzo! —exclamó la castaña al ver que el que acompañaba a Iida era el mismo muchacho de cabello bicolor y mirada impasible de esa mañana, pero que  ahora la adornaba una notable herida a medio cicatrizar en su labio inferior. Este sin embargo se vio algo impresionado por cómo lo apuntaba la castaña.

Era un joven alto y no parecía estar afectado por lo ocurrido en el comedor; aún así, Izuku lo veía con ojos preocupados Quería preguntarle si estaba bien, si tenía algún problema o si los golpes le habían dolido mucho aunque pareciera que no.

—¡Ah! perdón —soltó el más alto de gafas saliendo adelante con una mano en el hombro del estudiante nuevo—. Él es Todoroki Shoto, nos tocó hacer un proyecto juntos. Todoroki, ellos son Izuku Midoriya y Ochako... —no recordaba el nombre completo de la chica.

—Uraraka Ochako —completó ella feliz.

—Eso. Todoroki, ¿te parece si hablamos mañana o por mensajes? —se dirigió Iida al de ojos celestes—. Es que debo irme ya.

—No hay problema.

—Gracias, nos vemos. Adiós a todos —se despidió de forma apresurada corriendo hacia las canchas de la escuela.

—¡Adiós Iida!

—¡Nos vemos mañana! —se despidieron Izuku y Uraraka agitando las manos sonrientes. Luego voltearon hacia aquel muchacho nuevo más serios que hace un instante con su amigo.

Sonreír por ti (EDITANDO)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin