8. Alivio.

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Por fin llegó el tan esperado viernes, último día de la semana, último día de clases. Se respiraba cierto aire alegre y liberador como cada fin de semana, aún sabiendo que todo empezaría de nuevo luego de 48 horas que parecen fluir demasiado rápido.

Esa veloz rueda de hámster era su rutina, sobre la que no puede dejar de correr porque sabe que sería arrastrado y que moriría, ni puede bajarse porque no sabe cómo. Lo peor, es que está tan cansado y adolorido que teme por el día en el que su cuerpo colapse y se quiebre de correr tanto.

O quizá ya lo hizo.

Quizá era lo que necesitaba.

Porque sin embargo, por hoy, Izuku agradecía haberse tomado un descanso por más dolorosas que sean las razones. Tenía en mente la sola idea tener que curarse.

Nunca había tenido tanto apoyo a su lado y a veces era tan aterrador verlos sonreír por él y su bienestar, como también era acogedor despertar sabiendo que había quienes se preocupaban por él. Quería curarse de una vez para poder estar más con ellos, reír, incluso tenía ganas de jugar; era una sensación que hace mucho no experimentaba por nadie a su alrededor.

Era la última clase del día después del del almuerzo: la clase de deportes que compartían dos cursos, la clase de Izuku y la de Iida que luego de una leve discusión decidieron armarse para jugar un partido de baloncesto. No había ningún instructor con ellos pues este había renunciado hace unos días y la escuela aún buscaba un reemplazo.

Pero ajenos a ese conflicto, chicos y chicas se divertían haciendo lo que deseaban en el patio detrás de la escuela, algunos charlaban, otros jugaban a algún deporte. Pero en las graderías que rodeaban todo aquel espacio abierto, se encontraba el chico que no podía hacer casi nada por su condición médica, solo veía como sus amigos se divertían jugando con la pelota de baloncesto que pidieron prestada a la dirección.

Pero a pesar de la soledad y los murmullos o gritos de emoción que lo rodeaban ajenos a él, su corazón se sentía como nunca antes se había sentido, tan tranquilo.

Estos primeros dos meses no había recibido ningún tipo de abuso, era genial aunque se adjudicara a su accidente y aún faltaba mucho tiempo para que acabase el año. Que acabe era su mayor deseo siempre.

Los días pasaban lento, pero ahora sentía que todo había pasado demasiado rápido, "Dos meses ya" pensaba mirando a sus compañeros de curso correr de un lado a otro con sonrisas, sudor y algunas rodillas raspadas por el juego, tan despreocupados de él y de todo, de sus reflexiones y el dolor que se tragaba como alfileres cada día.

Ellos no sabían que este momento suyo, aunque solitario y lleno de escalofríos por el frío que se colaba del concreto, sería uno de los más valiosos para él.

Sin embargo, aprovechando la ausencia de una autoridad en esta hora de deporte, siempre existía un pequeño grupo que creyéndose bastante adultos teniendo tan solo dieciséis años, se alejaba de los juegos y demás actividades que consideraron aburridas.

—Hace tiempo que no pruebo uno, —decía un pelirrojo caminando al lado de otros dos chicos alejándose de los límites de la escuela tras un muro a medio construir que se hallaba unos cuantos metros tras las graderías de la cancha.

—Aquí nadie vendrá a vernos —comentó Kaminari sentándose en el descuidado césped que crecía salvajemente sobre los escombros. Aunque fuera algo que hacían regularmente, el rubio con el rayo calcado en negro aun se sentía ansioso con la idea de ser descubiertos algún día, y mirando hacia todos lados insistió—. Vámos Kirishima, apuesto a que Bakugou también lo necesita, ¿No?

—Tsk, solo date prisa.

—Está bien, está bien, no te enojes —el pelirrojo se recargó sobre el muro sacando del bolsillo una caja de cigarrilos y un encendedor. Les pasó uno de ellos a cada uno de sus amigos, y luego de encender el suyo también les alcanzó el encendedor.

Sonreír por ti (EDITANDO)Where stories live. Discover now