Archivo no. 003

189 13 0
                                    

Denzel fue el siguiente en hablar.

—¿A cambio de qué? ¿Inmunidad?

—No. No es que no pueda resultar agradable, simplemente no la necesito. Como le dije antes a sus amigos —respondió Isabella—, nunca van a encontrar pruebas para acusarme de nada.

—Suena bastante segura de sí misma —comentó Carter.

—¿Sabes lo difícil que es probar que una persona es el autor intelectual de algo? —el silencio de Carter respondió en su lugar—. Mi oferta me parece increíblemente ventajosa para su parte. Ustedes pueden preguntarme cualquier cosa sobre cualquier crimen, y yo les diré cómo fue o será realizado. Lo único que quiero a cambio —Isabella bajó la mirada con expresión derrotada—, es su ayuda para encontrar a una persona.

—¿Cómo es que una consultora que se precia de ser tan poderosa no puede encontrar a un fugitivo? —se burló Carter—. Creo que esta dama nos quiere ver la cara de tontos. Denzel, tenemos que terminar con el papeleo de la explosión infructuosa de hoy. Portia, enséñale la salida a la señorita, por favor -finalizó abriendo la puerta para salir.

—¡Espere! —gritó Isabella. Carter de dio la vuelta. Los ojos de la mujer echaban chispas—. Mañana a las 12:45 van a secuestrar al hijo menor del senador Murphie, quien tiene el voto decisivo en la legislación que se llevará a cabo la siguiente semana sobre la portación de armas.

—¿Sabe quiénes son los secuestradores? —preguntó Portia.

—No se el quién, pero sé el cómo, y eso normalmente basta para saber el qué —respondió cortante Isabella—. Imagino que el saber cómo se va a cometer un crimen ayuda bastante a detenerlo. Lo único que tienen que hacer para acceder a esa información, y mucho más, es tomarme como informante.

Los tres agentes federales se miraron entre sí fuera de la sala, en la que habían dejado a la mujer para deliberar sobre la oportunidad que se les presentaba.

—¿Creen que esté siendo sincera? —preguntó interrogante Denzel con su gruesa voz.

—Sinceramente, no lo sé —suspiró Carter mirando el perfil de la mujer a través del cristal de la puerta—. Portia, tú eres la mejor perfiladora, dinos qué opinas.

—Bueno, no habló demasiado y no tuve mucho tiempo para analizarla, pero de lo que estoy segura es que se encuentra desesperada. Me parece que, si está diciendo la verdad, podríamos obtener un convenio muy provechoso. Propongo que pongamos el día de mañana como un periodo de prueba: si el hijo del senador no recibe ninguna amenaza, podremos asumir que está mintiendo.

—De acuerdo —coincidió Carter entrando de nuevo.

—¿Han llegado a una resolución? —sonrió Isabella.

—Vamos a darte una oportunidad. Eso significa que si llegas a dar el más mínimo signo de problemas, te meteré a prisión preventiva hasta que encuentre un cargo para retenerte ahí para siempre, ¿quedó claro? —dijo Carter recargándose en el respaldo de una de las sillas.

—Como el agua.

—Bien. Ahora, las condiciones para ser una informante incluyen...

Isabella hizo una mueca.

—Creo que ahí vamos a tener un pequeño malentendido, agente. Sucede que nunca en mi vida —dijo enfatizando cada palabra—, he aceptado órdenes de otra persona. Si quiere jugar, Agente Especial Carter, va a ser bajo mis reglas.

•••

—¡¿Qué clase de requisitos son estos, Agente Carter?! —bramó furioso el director del Departamento de Antiterrorismo, Patrick Kelley. El hombre era menudo y había perdido el setenta por ciento de su cabellera, pero poseía la misma energía para gritarle a sus hombres que había mostrado desde su primer día en el Bureau.

El ambiente había sido denso en el despacho desde que Ronald le entregó la carpeta con las hojas llenas de una suave caligrafía femenina.

—¡No dispositivos de rastreo, no inclusión en nuestra base de datos, no inmunidad, no nada! ¡Mejor le conseguimos al hombre que busca de una vez y nos ahorramos todo el jaleo! —continuó.

—Con todo el debido respeto, señor...

—¡Yo le diré que hacer con su debido respeto! Pero primero, vaya con esa mujer y dígale lo que pienso de sus requerimientos. O mejor dicho, iré yo y le enseñaré que no está tratando con cualquiera —dijo Kelley furioso.

—Eso no será necesario, señor —se apresuró a decir Carter—, yo me encargaré de que cambie sus lineamientos.

—Más le vale que lo haga, agente. No se le paga para que negocie con criminales, sino para que termine con ellos. Y si ni siquiera puede hacer eso...

•••

Isabella se masajeó suavemente las sienes, inhalando lentamente.

—¿Se siente bien? —preguntó la agente Portia levantando la vista de sus papeles.

—¿Qué? Oh, claro. Lo siento —Isabella sonrió tranquilizadora-. Es culpa de esta enfermedad, me dan jaquecas cada dos por tres. Se me pasará pronto.

—De acuerdo. Empecemos de nuevo. Nombre y ocupación.

—Isabella Bennet —respondió mirando lo que Portia escribía—. Póngame... experta en seguridad en sistemas informáticos —al ver la cara de incredulidad de la agente federal no pudo evitar reírse—. Ese solía ser mi trabajo hace muchos años. Y consultora criminal no está en la lista de trabajos oficiales del estado, para mi pesar.

—Domicilio.

—Hotel Ritz Plaza, habitación 1483. Sabe, usted me agrada, Agente Turner. ¿Puedo llamarla Portia?

—No debió haber sido tan dura con el Agente Carter. Seguramente el director Kelley le dé una reprimenda terrible cuando sepa que los papeles que le dio son su idea de una broma —respondió la federal sin dejar de escribir.

El asiento de piel crujió suavemente cuando Isabella dejó recargar todo su peso en él cruzándose de brazos.

—Lo siento. Pero no puedo evitarlo. Todo en él es tan común, tan vulgar... empezando por su nombre. Carter. ¿Sabe usted cuántos Carter hay en el mundo? Seguramente millones. Probablemente ya se me haya olvidado para el día de mañana. Y aparte tenía que ser alto, rubio y de ojos claros. No era lo que esperaba.

—Grupo sanguíneo.

—¿De verdad necesita saber eso? O negativo. ¿Tiene familia, Portia?

—Un esposo maravilloso y dos niñas. ¿Estado civil?

Aunque no lo demostrara, a Portia le agradaba la mujer frente a ella. Pasada la confrontación inicial, Isabella era una persona tranquila y muy fácil de leer.

"Confía fácilmente en los demás, le gusta hacerlo. Se le facilitan las relaciones interpersonales. Inquieta e inestable, no puede quedarse en un sitio por mucho tiempo. No necesariamente ligado a su enfermedad terminal, pero eso posiblemente haya agudizado el rasgo. Manipuladora y altamente perfeccionista" pensó analizándola mentalmente, echándole miradas rápidas de vez en cuando.

Era joven y bonita, no pasaría los treinta. Su ropa probablemente era bastante costosa, así como sus enormes zapatos de punta de aguja, que la hacían ver más alta de lo que ya era. Usaba maquillaje y joyería discretos, pero de buen gusto.

—Tenemos un problema. Y no me gustan los problemas —dijo el agente Carter cuando regresó.

—Imagino que a su supervisor no le gustaron mis términos.

—No, no le gustaron. Así que...

—Así que le pedí al sargento que redactara otra versión, donde me someto a sus condiciones aburridas de federales, añadiéndole algunos toques míos. Creo que el director no tendrá dificultad en aprobarla esta vez —comentó Isabella señalándole un nuevo documento sobre la mesa, ya con su firma.

—¿Ninguno de ustedes consideró apropiado decirme eso? —dijo Carter mirando a Portia y a Denzel.

—Yo lo estaba redactando —respondió Denzel.

—Yo le estoy tomando declaración, ¿qué esperabas? —se defendió Portia.

La Consultora del FBIWhere stories live. Discover now