Capítulo 32

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Hola amores ♥
Esta semana que viene estaré algo ocupada con los estudios, pero haré lo posible para actualizar pronto un nuevo capítulo.
Nada más, que disfruten :)

NARRA ED

Hice girar la llave en la cerradura con una gran falta de agilidad bastante considerable por mi parte, cosa que me caracterizaba desde que tenía uso de razón. Bueno, desde que tenía uso de memoria, porque de razón nunca tuve, y no planeaba perder mi valioso tiempo en buscarla. Resultaría absurdo.
Cuando estaba a punto de abrir, la llave se encalló entre el metal de la cerradura y me vi obligado a empujar mi cuerpo contra la madera. Tenía su truco.

Cuando finalmente conseguí abrir me adentré sin esperar a la momia que tenía detrás de mí, de cuerpo esbelto, cara pálida y mente y alma extraviadas. Aquél niño había cambiado mucho, demasiado. Había caído demasiado bajo, su aspecto era tan desagradable que me daba grima el tener que mirarle a los ojos. Gente como él me desesperaba.

-Haz el favor de entrar y cerrar la puerta, niño –gruñí-. Si a alguien de la calle le interesa ver el interior de mi casa, que pague, que por el momento las vistas y visitas a palacio no son gratuitas.

Harry hizo lo que le pedí, obedeciendo mis órdenes cual muñeco, para después comenzar a caminar con lentitud por el pasillo detrás de mí.

Parecía un muñeco de trapo que era arrastrado por unos hilos, hilos que representaban la sociedad. Daba la impresión de que se movía al son de las órdenes que los demás le dábamos, no importaba lo duras y dolorosas que resultaran.
A primera vista todo el mundo veía a un chico callado, distraído, quizás inseguro de sí mismo. Pero, ¿y en su interior? Ahí dentro no había nada. Ni una triste chispa de felicidad, alegría o curiosidad. Solo había mierdas. Mierdas y más mierdas.

Me recordaba a un maldito vegetal humano: presente físicamente, pero totalmente desconectado en su interior.

Me siguió cual alma en pena hasta la cocina, donde me encaminé directamente hacia la nevera y la abrí en busca de algo para beber.

-¿Quieres beber algo, niño?

-No –musitó desde atrás.

-Mejor, no te iba a dar nada –sonreí maléficamente para mí mismo, disfrutando de mi propia mentalidad.

-¿Es ésa tu madre? –la voz del rizado sonó desde el salón.

¿Desde cuándo coño se había metido ahí?

Cerré el refrigerador ahora ya con una botella de cerveza en la mano y le pegué un golpe en la esquina del mármol con el cuello, abriendo así la tapa. Me llevé la bebida a la boca y le di un largo trago alzando la cabeza al mismo tiempo, comenzando a caminar hacia fuera.

Entré al salón rascándome la nuca  con la mano izquierda, soltando un gran bostezo perezoso.

-¿Quién? –Me relamí los labios y me acerqué al niño, quien sujetaba un marco de fotos entre sus pálidas manos.

Señaló a la mujer pelirroja de la imagen con uno de sus largos y delgados dedos, ella sonreía alegremente a mi lado, ambos estábamos sentados en el césped de un parque cercano al que solíamos ir los días de verano de mi infancia. Dulce inocencia. Qué tiempos más asquerosamente inservibles. Nada de tatuajes, ni de alcohol, ni drogas, ni sexo, ni mierdas. Nada. Nuestra felicidad se suponía que se tenía que basar en estúpidos videojuegos de Mario Bros, una bicicleta y una pelota de fútbol. Un asco total.

East Of Heaven ~ Larry StylinsonWhere stories live. Discover now