03 | Sueños frustrados

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03 | Sueños frustrados


Dos semanas después, Olivia y yo estábamos en mi casa, tumbadas entre las sábanas rojas y grises de mi cama. Yo tenía el ordenador portátil mientras que ella se conformaba con la pequeña libreta que sostenía en las manos, donde estaban apuntadas las listas de socios y voluntarios de la asociación.

Estábamos haciendo el recuento que llevábamos a cabo al final de cada mes: registrábamos cada persona que abandonaba o se unía a UAG con el único fin de organizarnos para no volvernos locas. Por lo general, solíamos tardar de veinte a cuarenta minutos, así que no resultaba una tarea demasiado pesada para ninguna de las dos.

—¿Seamus Rayels?

—Con Scott —contesté—. No cambies nada, les va bastante bien juntos.

Olivia asintió con la cabeza y tachó el nombre en su cuaderno. Entre tanto, yo lo tecleé en la lista de socios de Scott.

—¿Emma Folk?

—Conmigo, pero ya hemos acabado. Se muda a Francia con su madre.

De nuevo, tachó. Yo tecleé.

—¿Y Helena?

—¿Qué Helena? ¿Con o sin hache?

—Con —respondió.

—Oh, entonces va con Julie.

Julie era otra de las voluntarias. Una chica delgada, de piel oscura y ojos negros. Aunque no habíamos hablado mucho, sabía que estaba muy comprometida con la asociación.

—Entendido. ¿Y Frank Lane?

—También va con Julie. —Tecleé.

—Uhm. Es verdad. Los veo muy juntos últimamente, ¿crees que son pareja?

—Mmm. Es verdad. Los veo muy juntos últimamente. ¿Crees que son pareja?

—Ni que me importase.

Olivia soltó una risita por lo bajo y se ajustó el vestido azul marino que llevaba. Yo puse los ojos en blanco. Incluso cuando quedábamos para estudiar o trabajar en UAG, ella tenía que estar perfecta.

—Sigamos... ¿Edward Hutterson? —Tras unos segundos en silencio, pues ninguna de las dos parecía tener la respuesta, se contestó a sí misma—: Conmigo.

La sonrisa que tenía en mis labios desapareció cuando pronunció el siguiente nombre.

—¿Nash Anderson? Está contigo, ¿no?

—Se supone. —Dejé caer la barbilla sobre el colchón con pesadez—, pero lleva dos semanas sin venir. No he vuelto a verlo desde que me senté en su mesa en el comedor y prácticamente le obligué a presentarse.

Y era cierto. El muy desconsiderado había faltado a nada más y nada menos que ocho sesiones, cuatro por cada siete días, y la verdad es que me molestaba mucho. No, no mucho: muchísimo. Sabía que Nash era una persona complicada (tan solo había que fijarse en el comportamiento que había tenido conmigo nada más conocernos) y que yo lo había tratado de una forma bastante... extraña, pero eso no justificaba su irresponsabilidad. Estaba muy enfadada con él.

Olivia emitió un sonido que no supe identificar y empezó a morder el capuchón de su bolígrafo, pensativa.

—Si me dijeras lo que hiciste, quizás podría darte mi opinión acerca de si tiene o no razones para haberse asustado.

Puse los ojos en blanco.

—No seas tonta, no le hice nada malo.

—¿Entonces por qué no quieres contarme lo que pasó?

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