9. ¡Hola Sirena!

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Después de la revelación de mi compañero no pude evitar sentirme la persona más culpable, si no hubiera aceptado el estúpido juego de Alexis nada de esto habría  pasado, posiblemente tampoco habría pasado lo de Steve y eso habría sido mejor, así nuestra amistad jamás se habría fragmentado.

Bajé mi mirada pensando en la solución del problema pero no logré encontrar ninguna a menos de que robáramos los códigos. Sin comprarlos. Por si se ameritaba Steve había traído su traje y su escudo y yo había empacado mi traje, lamentablemente se encontraban en el coche y no podíamos abandonar la fiesta en ningún momento. 

De repente una idea surgió en mi mente, rápidamente le di las instrucciones a Steve quien las comprendió de una sola vez y después nos dispusimos a llevar a cabo el plan.

[...]

Subí las escaleras con todo el porte sexy que pude. Hacía que la abertura de mi vestido luciera al máximo luciendo mis piernas para distraer.

Cuando llegué al piso superior un par de guaruras me detuvieron. Yo sin ningún problema les sonreí.

—Vengo a ver al señor Cervantes, tenemos una... Cita.

Ambos hombres se miraron diciéndose algo con los ojos, estaban a punto de echarme cuando una gran puerta de cristal se abrió automáticamente al frente mío.

Detrás de sí, el chico de unos 28 años salió con ambos brazos extendidos y con una de sus sonrisas cautivadoras mostrando sus diminutos dientes.

—¡Hola Sirena!

—Hola Alex —respondo con una gran sonrisa, el chico se me acercó y me plantó un beso en la mejilla, yo se lo devolví.— tus amigos no me dejaban entrar a verte.

—Uhmm Creo que eso requiere no lo sé... ¿Cuánta familia tienes? —la pregunta iba dirigida a uno de los hombres quien automáticamente cambió su rostro a preocupación, después de ver su reacción entendí a que se refería Cervantes. Me pareció tan despreciable controlar a sus trabajadores con amenazas de homicidio a sus familias. Sentí que mi puño me hormigueaba y tuve que detenerlo sosteniéndolo con mi mano izquierda, de otra forma golpearía a aquel muchacho arrogante.

—No, no te preocupes —digo sonriéndole— no ha sido para tanto. Solo venía a hablar contigo sobre un par de cosas. Pero me gustaría decírtelas en privado.

Asintió con una gran sonrisa y me tendió el antebrazo, crucé mi brazo con el suyo y ambos entramos a través de las gigantes puertas de cristal.

—¿Te ofrezco algo de tomar? ¿Cerveza, vino, whisky... Mezcal?

—Me encuentro bien, gracias.

—Oh vamos, me debes un trago de aquel día en la piscina. ¿Una cerveza?

Me lo pensé unos segundos, después le ofrecí una cálida sonrisa.

—La cerveza estará bien.

En su bar privado sacó del refrigerante una lata de cerveza y la sirvió en un vaso con hielo y limón, después me la tendió y se sentó frente a mí.

—¿De qué me querías hablar?

—Siento por haberte tratado de una forma tan agresiva y grosera en Veracruz, creo que eres un buen chico y jamás me hiciste nada malo.

Su mirada se concentraba en la mía y una pequeña sonrisita se formó en sus labios.

—Sin embargo yo... —comenzó a decir— no sé ya cómo llamarte, Natalia. —mi sonrisa se esfumó al instante y me quedé mirándolo, esto no estaba planeado.— una amiga, conocida, mentirosa o enemiga. ¿Cómo puedo llamarte? —se incorporó de una manera brusca con su sonrisa maliciosa lo que hizo que me pusiera alerta— ¿Sirena?¿Natalia?¿Black Widow?¿Ivanka?¿Yelena?... ¿Natasha Romanoff?

Misión Vacacional [Romanogers] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora