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41. El chico de los ojos tristes

Capítulo 41

El parque era el mismo.

Justo como lo recordaba, la única diferencia era que la hierba verde ya no estaba, estaba cubierta por nieve al igual que los árboles desnudos, sin rastros de sus hojas. Las orillas del lago estaban congelada. Parecía un universo paralelo de lo que recordaba. Me abracé, pasando por el mismo camino que había recorrido el día que lo conocí.

Él...

Evan...

Poeta_Oscuro001

El  de los ojos tristes.

Recordé claramente lo nerviosa y sudorosa que había estado ese día, temía desmayarme. El me hizo sentir tanto desde el principio. Terminé el camino y mire hacia adelante y allí estaba él.

Como la primera vez.

Se apoyó en el mismo árbol, justo al otro lado del lago, con los brazos sobre el pecho. Llevaba sus habituales pantalones oscuros y un abrigo azul oscuro con un sombrero de invierno, su pelo oscuro escapando de el desordenadamente.

Poeta_oscuro001... por siempre hermoso.

Viento frío sopló a través de mí, mi pelo a bailando en el aire con él. Nos miramos el uno al otro por un rato, saboreando el silencio, la distancia.

Te amo, fresita.

Tú y yo somos uno.

La chica y el tiburón.

Mirándonos el uno al otro desde la distancia se sentía bien, pacífico. No había necesidad de decir nada, a opciones. Me hubiera gustado permanecer así durante mucho tiempo, pero esa no era una opción. Empujé mis manos dentro de mi abrigo y él se desligo del árbol. Tenía dos cafés en una bandeja en una mano.

Empezamos a caminar para acercarnos.

No más espera.

No más tiempo.

Cada paso que daba se sentía ligero, como si estuviera caminando sobre el agua. Por alguna razón, no me sentí abrumada, me sentía a gusto. Cada paso me llevaba al chico que amaba. El primer hombre que había amado y al que me había herido más también. Es contradictorio cómo el amor y el dolor van de la mano, el amor nos puede hacer daño tan fácilmente. Podía entender todo aquel que no quería amar o dejar entrar a nadie. Es aterrador. Darle a alguien el poder para hacerte daño, es aterrador. Algunas personas no tienen miedo a saltar en el amor. Lo quieren, luchan por él, incluso cuando se lastiman, al igual que yo.

Sin embargo, otros no quieren ser vulnerables, no quieren salir lastimados. Evan era así. Se protegía a sí mismo, empujando a todos lejos de él. Temía ser expuesto y herido. Él no conoce el amor. No sabía nada más que dolor por tantos años de su vida. Eran las cicatrices no visibles para el ojo las que lo atormentaban. Era un alma dolorida.

Su escudo de auto conservación era tan fuerte cuando lo había conocido. Él me había hecho daño al principio, era como entrar en un campo minado para llegar a él, para conseguir que me dejara entrar. Luche por él, porque ese era el tipo de persona que yo era. El me hirió para alejarme porque ese era quien él era. Y quién era, no era su culpa. Todo lo que pasó para llegar a ser la persona que era, no era y nunca sería su culpa.

Al principio, lo perdoné porque lo entendía. Yo sabía que tenía que luchar para que me dejara entrar. Necesitaba a alguien que luchara por él. Yo sabía quién él era.

Aquel chico traumatizado y vulnerable detrás de esa frialdad.

Sus gruesas cejas negras acompañaban esos hipnotizantes ojos negros que me miraban como si trataran de perforar a través de mí. Su nariz estaba ligeramente roja al igual que sus labios, probablemente a causa del frío.