Venenoso

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Despertó cuando un par de brazos fuertes rodeaban su cuerpo, un movimiento lo levantó por un segundo hasta que sus pies tocaron el suelo nuevamente. Estaba mareado, sus hombros ardían con el roce de la tela que lo cubría, pero podía notar que era una tela de calidad, su piel nunca había estado en contacto con algo así. Abrió un poco sus ojos, veía borroso, sus pies dejaron de tocar el suelo una vez más pero fue arrastrado con una delicadeza casi de otro mundo hasta que fue recostado en unos almohadones tan suaves que pensó por un segundo que había muerto y estaba en el cielo.

Entreabrió un poco sus ojos, cansado, su cuerpo no tenía fuerzas ni siquiera para enfocar la vista. Veía siluetas, oía voces a lo lejos. "Por favor.... Ducha.... Ropas............. Sí......... comida......."

No entendía nada, pero este paraíso se sentía bien, poco a poco su cuerpo se relajaba, la tensión en sus músculos disminuía, comenzaba a olvidar el ardor de sus hombros, sus ojos se cerraban. Cayó profundamente dormido sin remedio, aceptando el abrazo de la muerte con todo gusto.

Despertó de golpe con un grito cuando sus sentidos volvieron en sí, enderezándose rápidamente y mirando asustado a todos lados como un animal atrapado, intentando recordar dónde estaba. Se dio cuenta que no estaba muerto entonces. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba en una habitación, en una cama tan suave como plumas de la más gran calidad que existiera en el mercado, con almohadones grandes de seda bordada a mano, con detalles de suaves colores formando flores hermosas y delicadas, se veían tan reales que podía incluso sentir el aroma del campo y la frescura del aire libre. Cuando una mirada venenosa le hizo sentir calosfríos recorrer su espalda se giró al instante, encontrándose con un pequeño joven de cabello rubio y semblante oscuro. Lo odiaba, no se conocían pero ese chico ya lo odiaba. Lo miraba desde su sitio, sentado con espalda recta y manos firmes, con el ceño fruncido y sin alejar ni un centímetro la mirada de los ojos cansados de Jeonghan. Este tragó saliva. El chico de cabello rubio se levantó entonces sin dejar de mirarlo ni un segundo y se giró firme, saliendo de la habitación.

Soltó el aire que había estado aguantando sin darse cuenta cuando estuvo solo en la habitación otra vez.

Miró a su alrededor soltando un suspiro nervioso, llevando su mano a su cabeza, solo entonces se dio cuenta de que su cabello estaba tan suave como nunca lo había estado y su piel estaba tersa, olía a flores y frutos dulzones, debió haber recibido un baño mientras dormía. Una túnica de color azul brillante cubría su cuerpo delgado por la escasez de comida y el cansancio, un color hermoso que hacía ver a su piel levemente tostada por el sol más blanca de lo que era. Corrió su cabello negro y largo hacia un lado, odiaba ese cabello, pero le tenían prohibido desde siempre cortarlo pues era "atractivo" para los compradores. Se dio cuenta entonces que sus pies estaban delicadamente vendados ("las ampollas" pensó recordando sus pies sangrantes), su espalda estaba vendada también por los latigazos, y sus hombros no ardían, tocó lo que alcanzó con sus dedos delgados y notó por la leve humedad en su piel que probablemente habrían untado algún menjurje en su espalda para las quemaduras.

¿Realmente no estaba muerto?

Segundos después de sus pensamientos golpearon suavemente a la puerta, y antes de que pudiese responder tres mujeres de sonrisas suaves y vestidos azules entraron a la habitación cargando lujosas bandejas y botellas de plata. Jeonghan se enderezó por inercia, nervioso, inclinándose hacia adelante en una leve reverencia a las señoritas que le sonreían. Estas quitaron las tapas de las bandejas revelando un festín de colores y aromas que jamás antes había visto frente a él.

- Si necesita algo más no dude en llamarnos – dijeron haciendo una reverencia, con intenciones de dejarlo solo otra vez. Jeonghan miró las bandejas frente a él y luego a las mujeres, confundido.

Lapislázuli [JiCheol/JiHan]Where stories live. Discover now