Un ángel

1.4K 226 84
                                    

Jihoon ya no recordaba mucho de su pasado, no recordaba si alguna vez tuvo una madre o un padre que lo amara, ¿Habrá tenido hermanos? No recordaba si lo habían quitado de los brazos de su madre empapada en llanto o si lo habían encontrado en la calle a punto de morir de hambre. A veces... Jihoon ni siquiera era capaz de recordar si ese era su verdadero nombre o no.

Su primer recuerdo borroso se remontaba a un pequeño Jihoon siendo sujetado con fuerza por brazos y piernas, sintiendo cómo el cuchillo cercenaba sus genitales sin compasión. Su siguiente recuerdo, el más claro era él  sirviendo a su primer rey, un hombre viejo de no muchas riquezas y algo solitario. El hombre no era un desgraciados como había oído de otros eunucos en las calles, lo alimentaba bien y vestía decente, se acostaba con él solo una o dos veces por semana sin ser excesivamente bruto y solo lo golpeaba si rompía algo o lo desobedecía. Para ese entonces Jihoon ya era un eunuco, tenía recuerdos borrosos de la castración y el dolor, nada que pudiese relatar con mayor detalle.

Había tenido una buena vida para un eunuco traído de quién sabe dónde.

Siendo él aún joven su rey había enfermado, y lentamente se había deteriorado hasta morir una noche entre sueños y últimos suspiros. Todos lamentaron su muerte. El rey no había tenido hijos y jamás se había casado, no tenía parientes conocidos ni nadie que compartiera algún lazo de sangre con la suya, vieja y cansada hasta sus últimos días; por esto, había decidido repartir sus riquezas entre cada uno de los sirvientes, eunucos y concubinas que habitaban el palacio, dándole el poder mayor a su eunuco favorito.

Había sido un cerdo.

Tras apoderarse del palacio había hecho oídos sordos a las palabras de su señor a quien había servido desde siempre, y sin dar ni una sola moneda de oro a los habitantes del palacio echó a más de la mitad de la gente a la calle, dejando a sirvientes, jóvenes concubinas y eunucos de edades variadas sin techo ni cobijo. Jihoon había estado entre los pobres sin suerte que habían sido despojados de todo lo que tenían.

No le gustaba hablar de su pasado, a decir verdad, odiaba recordar todo aquello que había vivido hasta llegar a donde estaba ahora. Jihoon a veces olvidaba, a propósito o no, pero otras veces recordaba a la perfección durante sueños, durante fantasías de media tarde. Jamás se detenían, su pasado siempre lo seguiría.

Después de haber sido expulsado del palacio donde había vivido desde que tenía memoria vagó por el pueblo buscando alguna forma de sobrevivir para un eunuco sin ni una moneda encima. Sus pies dolían, su cabeza daba vueltas por el hambre, estaba cansado, habían pasado días desde la última vez que había probado algún bocado y sentía que iba a morir sin remedio.

Entonces lo vio, en un carro sucio, un hombre mayor vendiendo el pan que había horneado, gritando a todo pulmón para atraer a sus clientes. Se acercó arrastrando los pies llenos de ampollas y heridas, jadeando un poco, arreglando su cabello algo desordenado, intentando verse lo más decente posible. Lo miró con ojos inocentes, suplicantes, rogando que le diera un trozo de pan para poder sobrevivir. El sujeto lo miró de pies a cabeza.

- Son dos monedas - dijo frunciendo las cejas peludas con un par de grandes orugas negras y ancianas.

Jihoon se aferró a la madera oscura del carro de dos ruedas, sintiendo la superficie áspera contra sus dedos cansados, aspirando profundamente el aroma a pan recién horneado como si eso fuese a dejarlo satisfecho.

- No tengo dinero... - susurró lastimero, sintiendo que de esta situación dependía su vida entera. El hombre escupió al suelo y dio vuelta el rostro.
- Entonces vete, no tengo tiempo para mocosos.
- Por favor - suplicó de nuevo con la voz más suave que pudiese salir de su garganta, haciendo al hombre mirarlo - No tengo dinero, pero yo...

Lapislázuli [JiCheol/JiHan]Where stories live. Discover now