Capítulo IV: Ojos verdes

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Cuando desperté creo que fue la peor experiencia vivida y por vivir.

Me dolía toda la cabeza, además de doler, sentí que estaba inflamada, y que en cualquier momento iba a explotar, además quizá tenía fiebre y un maldito dolor de cuerpo terrible. Escuché la puerta de mi cuarto abrirse, Niall se acerca a mí casi corriendo en cuanto me ve. Debo de verme terrible porque él es realmente optimista.

—¿Qué tienes? —dijo, yo me encogí de hombros simplemente. —¿Te vino de la nada?

—Creo que es así como funcionan las enfermedades. —susurré, me dolía incluso para hablar, trato de incorporarme mientras siento su mano regresarme a la cama

—No vas a ir así a la escuela. —negué.

—Tengo que ir, además necesito entregar las fotos de ayer. —él negó de vuelta, acomodando unas cosas del cajón de al lado, deshaciéndose de cosas para hacer espacio.

—No irás, no así. Descansa, yo le explico a la maestra,  yo mando las fotos más tarde. —me dijo. —Si te sientes peor no dudes en llamarme. —apagó la lámpara de la mesita de noche.

—Niall...

—Vamos, Harry. No saldrás de aquí si no te sientes bien. Descansa, volvemos después de clases. —suspiré, observé a Niall entrar al baño y dejar una caja de ibuprofeno y otra para la fiebre en la mesita de noche, junto a un vaso de agua.

—¿Tú y quién? —pregunté.

—Uh... Un chico que conocí. —asentí.—Um... Espero no te moleste. 

—No hay problema, mientras no hagan porquerías en mi casa. —Niall giró los ojos, tomando el suéter mientras yo me tomaba la pastilla.

—¡Ugh! ¡Harry! Ni enfermo dejas de molestar. Me voy. —dijo saliendo de la habitación. Reí, mientras lo miro regresar de nuevo. —Tu desayuno está en la mesa, si no quieres comer, baja para guardarlo. —levanté la ceja. —No puedo hacer todo por ti, lo siento. —reí, asintiendo.

Me acomodé entre las mantas. Ha sido una noche pesada. Duermo, y me es inevitable soñar con ese par de ojos azules. Quiero estar seguro de qué fue lo que pasó, nadie se puede dar el lujo de que un asesino lo deje ir, no, definitivamente es algo inexplicable. Creo que una persona normal, hubiera hecho lo que todo mundo, llamaría a la policía. Pero había algo en ese par de ojos que no me deja tranquilo, que no me deja descansar.

Después de media hora, me levanto para darme un ligero baño, espero que eso funcione, aunque sea un poco, salgo pero no logro sentirme mejor, así que me visto y bajo para comer el dichoso desayuno de Niall. Una vez termino, encuentro el dolor de cabeza insoportable a pesar de que he tomado ya la pastilla. Decido en mi último suspiro de conciencia ir a la farmacia para comprar otra que sea para el dolor.

Salgo de la casa, no sin antes tomar un abrigo. Me dirijo al centro comercial, y compro el par de medicinas que me hacen falta.

Saliendo de la farmacia, veo a la llamada de Niall irrumpir en el ruido molesto de la calle, contesto, apenas soportando su voz por el contestador.

—¿Hola?

—Harry... ¿Cómo estás? —suspiré.

—Tiene una hora que te fuiste, Niall. —murmuré, masajeando mis sienes por el intenso dolor de cabeza. —¿Pasa algo?

—No, sólo quería saber si había mejorado.

—Empeoró un poco. —suspiré. —Vine por unas pastillas más fuertes.

—Bueno. Cuídate rulitos.—dijo por último, antes de colgar.

Comencé a caminar a mi casa nuevamente, cuando estoy en una calle tranquila, veo un balón de soccer pasar justo frente a mis ojos con una velocidad increíble, volteé a ver hacia el lado de donde provino, un chico viene corriendo hacia mí, cuando lo veo detenerse a mi lado.

El asesino de la calle 406 [Larry Stylinson] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora