Capitulo 29

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Al recibir la noticia de que Daniel había sido quien lo visitaba inesperadamente en compañía de un niño, Ricardo se asombró demasiado que permaneció enmudecido durante varios segundos mientras su sirviente aguardaba paciente la instrucción con respecto a ese invitado. Por su mente transitaban torrentes de suposiciones, pero nada le decía con claridad algún motivo justo para justificar su llegada.

De cualquier modo, tal vez le estaba dando muchas vueltas a un tema que quizás era irrelevante. Lo más probable es que Dulce le haya pedido el favor de llevarle al niño. Si, seguro era lo más convincente, sobre todo después de haberle expuesto sus sentimientos hacia a ella y soltarle las intenciones de recuperarla ahora que sabía la verdad respecto a Camilo.
Para ella lo más conveniente era mantener la distancia. Pero si de algo no le cabía la menor duda, es que después de esa cercanía que los invadió a los dos, de su nerviosismo aparente, de la manera en que permaneció petrificada cuando sus manos rozaron su piel, su rostro. Era que aún guardaba un sentimiento hacia él. Aunque le dolía, que no lo reconociera y que su rencor, el daño que le hizo aun estuviera en sus vidas como una sombra que jamás se disiparía.

- ¿Entonces señor? ¿Qué les digo a sus invitados? -preguntó el hombre que continuaba erguido con las manos delante y aguardaba paciente una respuesta.

- Em -salió de su trance momentáneo sacudiendo la cabeza-. Diles que pasen, guíalos hasta la sala de visitas que hay en el primer piso. Mientras me preparo para recibirlos -El hombre asentó y dio media vuelta para cumplir con su labor, no sin antes cerrar la puerta blanca de madera de la habitación donde Ricardo se encontraba.

Una vez a solas, Ricardo camino hacia una pequeña terraza con vista al mar que tenía en su habitación. Allí inhaló un poco de aire fresco del atardecer e intentó controlar sus emociones. Hacía tiempo que no hablaba con Daniel, la primera vez que lo vio en Nápoles, cuando este exponía la estrategia comercial en la compañía, le fue imposible entablar charla porque lo sintió evasivo. En ese entonces él añoraba recuperar esa amistad, pero ahora, luego de enterarse de que le estaba robando lo que más amaba, no podía verlo con los mismos ojos, y esperaba que su paciencia no lo traicionara.

Elevando su mirada al cielo cerró los ojos por breves segundos, hasta que se impuso así mismo continuar firme y no hacer más que hablar solo lo necesario con Daniel.

Se encamino hacia la sala principal donde aguardaban por él, entreabrió la puerta corrediza y pudo contemplar al niño que asomaba su rostro hacia el paisaje trasero de la residencia, cubierto de vegetación, de árboles altos y frondosos que al mirarlos inspiraban una tranquilidad abrazadora. Daniel por su lado; tenía la espalda recargada a una columna de concreto, mientras se sobaba la barbilla pensativo y permanecía con las piernas cruzadas. Sonrió al recordar que esa pose era característica en él.

De pronto pensó; ¿Por qué tuvimos que amar a la misma mujer?, ¿Por qué tuviste que traicionar a nuestra amistad?

Planteándose la segunda pregunta sintió un aire de celos y enfado que causó su entrada al lugar con los ojos entornados hacia ese hombre que evidenció su llegada con una mirada penetrante. Camilo quien también estaba allí y escuchó llegar a Ricardo, giró su visión hacia él. De inmediato le esbozo una sonrisa que logró que él aligerara los gestos de igual modo en una sonrisa.

- Hola, Ricardo -saludo Daniel un poco más relajado-. Sé que te sorprende vernos pero quise traer a Camilo. Él...

- ¿Es cierto que eres mi papá? -El niño se le acercó y sus ojitos grises bañados con pestañas quebradas lo miraron sin parpadear. Ricardo sintió un hueco en el estómago al recibir esa cuestión del niño, por lo que se puso de cuclillas a su altura, y lo tomo por los hombros.

Dulzura Destruida ©Where stories live. Discover now