Temp III / Cap XIX

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[NARRADOR]

— Esto es una mala idea.

Nagisa le repetía aquello a su hermana una y otra vez, intentando hacerla entrar en razón. Pero era imposible, Mikalea le ignoraba mientras caminaba un par de metros frente a él.

Había visto a su hermana escabullirse fuera de la casa de la manada y, como buen hermano gemelo que era, la había seguido. Descubriendo que sus intensiones eran las de alejarse fuera del perímetro de búsqueda que la manada había marcado, es decir, fuera de la zona segura.

Mikaela no era tonta, sabía perféctamente que cualquier rastro podría seguir intacto fuera del territorio. Y que podrían estar perdiendo pistas valiosas mientras más pasaba el tiempo.

— ¿Por qué tenemos que sernosotros los que busquen fuera? –Le preguntó su hermano, como si le leyera la mente.— ¿No podías simplemente decirle a la manada?

— No tenías que venir conmigo –Refunfuñó la mayor de los hermanos.— Te hubieras quedado.

— ¿Y dejar que te hagas la mártir? –Nagisa negó.— No en un millón de años, hermanita.

Mikaela bufó, intentando pensar en una manera de concentrarse con su hermano allí. Pero le era imposible, él la distraía.

— Ahora mismo podrías estar con Mía –Le recordó.— ¿Ya es mi cuñada o qué?

Esta vez, la gemela mayor si se volteó para ver a su hermano, poniéndose algo roja por enfado y vergüenza. Al ver que había logrado sacarla de quicio, Nagisa sonrió.

— Manten la boquita cerrada –Le gruñó a su hermano.— Ahora andando, que quiero volver antes de la cena.

— ¿Para cenar con Mía?

— ¡Cállate!

Nagisa se tapó la boca intentando no reír mientras su hermana se daba media vuelta y comenzaba a alejarse dando zancadas, refunfuñando sobre lo mucho que le hubiera gustado ser hija única.

Siguieron caminando mientras discutían y distraídos llegaron hasta una parte del bosque donde los árboles no permitían el paso de los rayos del solo. Iban tranquilos hasta que un rugido les hizo quedarse petrificados.

Aquél rugido había venido desde arriba, por lo cual comenzaron a observar las copas de los árboles, intentando ver quién o qué había soltado aquél rugido.

Fue entonces cuando un Wendigo de tamaño monstruoso saltó de un árbol y cayó a pocos metros de ellos.

La criatura les miró con sus blanquesinos ojos, aunque más bien parecía que estuviera viendo a través de ellos.

Mikaela retrocedió y se colocó junto a su hermano, sin dejar de mirar fijamente a aquél Wendigo.

Se quedaron en el lugar mientras la criatura comenzaba a rodearles como si fuera alguna especie de felino asechando a sus presas. Las cuales, en el momento, eran los gemelos.

— Quizás no sea malo –Dijo Mikaela mientras se adelantaba un par de pasos.— ¡Hey! ¿Puedes entenderme?

Como toda respuesta, el Wendigo se paró en dos patas y soltó otro rugido que les hizo tener que cubrirse los oídos.

— Hermana... –Nagisa cogió el brazo de su gemela y la acercó hacia él.— Tenemos que correr.

— Pero...

— ¡Corre!

Ambos se dieron la vuelta y comenzaron a volver sobre sus pasos, escapando del Wendigo. Le escucharon treparse a un arbol y comenzar a moverse de esa forma.

El miedo se hizo presente en sus pechos cuando comenzaron a ver ramas y hojas cayendo desde arriba, lo que indicaba que el Wendigo estaba literalmente sobre ellos.

Era obvio lo que hacía la criatura. Estaba jugando, jugando con su comida solo por el placer de hacerlos sufrir un poco más para luego lanzarse sobre ellos.

Cuando se les lanzó encima, Nagisa agradeció que su hermana tropesara y provocara que ambos cayeran al suelo. Fue como si el destino hubiera puesto aquella rama allí para salvarles.

Cuando el Wendigo se enredó en la malesa, ambos se pusieron de pie y siguieron corriendo hasta llegar a un claro en donde el sol iluminaba todo.

La criatura se quedó en las sombras, colocándose en sus cuatro patas y mirándoles con aún más odio que antes.

— Casi nos atrapa –Se quejó Mikaela jadeando.

— Gracias al cielo que eres torpe –Dijo su hermano intentando recuperar el aliento.

Cuando regresaron la vista hacia donde se encontraba anteriormente el Wendigo, esta ya no estaba allí.

— ¿Qué hacemos ahora? –Preguntó Nagisa.

— Corremos como almas que se lleva el Diablo hacia la cabaña y rezamos para que se haya ido y no nos esté tendiendo una trampa.

— ¿Ese es tu plan?

— ¿Se te ocurre algo mejor? –El menor negó.— Entonces no te quejes y vámonos.

(...)

En la casa de la manada Stilinski, Alejandra y los demás habían llegado.

Ana se encontraba ayudando a los nuevos. Mientras que Stiles sujetaba a Joseph y Nikolai le daba una paliza a Kyle.

Sabían que estaba mal, pero nadie iba a meterse en medio para que el alfa ruso soltara al chico. Aunque también era culpa de él por decir Trabajaba para los que secuestraron a Alejandra y torturaron a Alec.

— ¡Basta! –Gritó Joseph, quien al estarse sacudiendo tanto, fue soltado por Stiles.

El alfa más joven observó con sorpresa como el chico se colocaba frente a Nikolai antes de que este volviera a golpear a Kyle.

— ¡Si lo matas no vas a saber dónde tienen a tu Wendigo! –Le gritó.

Fue entonces cuando Nikolai le soltó y se alejó, soltando un rugido que hizo temblar a más de uno.

Joseph ayudó a que Kyle se pusiera de pie y este escupió sangre mientras se acomodaba la nariz, la cual el alfa le había roto.

— Van a decirnos dónde está –Les gruñó Mía mientras palmeaba la espalda de su alfa.

Joseph y Kyle asintieron con la cabeza y se alejaron varios pasos del alfa ruso.

Entonces, Stiles pareció reconocer a Kyle cuando este se puso de pie.

— Tú eres el que me atacó –Dijo al darse cuenta.

Derek le gruñó a Kyle, pero Stiles le detuvo colocando la mano en su pecho para frenarle y murmurando algo en su oído para que solo el pelinegro le escuchara. Los demás no supieron que fue, pero si tuvo que ser algo importante porque el Hale se calmó casi al instante.

— Cachorro controlable –Murmuró Peter riendo, recibiendo un ceño fruncido de su sobrino.

Al ver que Nikolai parecía estar al borde de un ataque de pánico, fue Stiles quien esta ves tuvo que coger las riendas de la situación.

— Vamos a ir a buscarlos, Mikaela y Nagisa van a... –Stiles miró hacia todos lados.— ¿Y los gemelos dónde están?

Todos miraron hacia todos lados al igual que antes lo había hecho Stiles y, efectivamente, los gemelos no estaban allí.

NOTA DE LA AUTORA:

Se está por descontrolar todo, solo esperen. Ya van a ver.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

La Manada StilisnkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora