I. Me gustan las chicas.

788 50 10
                                    


Las mañanas en París son frías. Por eso, Emma agarraba una boina de color negro con una línea de color verde fluorescente para mantener el "glamour" -cortesía de su madre, obviamente-. Su cabello lo ató en una cola de caballo algo simple y con una bufanda de color negro, salió de su hogar.

Su camino hacia la estación del tren consistía en ir en patineta. Y eso hacía, patinaba mientras miraba fijamente el suelo y su cabeza no dejaba de aparecer aquella figura fina que brillaba con la más mínima luz. Emma Agreste tuvo que detenerse en seco cuando vio que se había pasado un alto por accidente, cayendo en la acera por apenas suerte.

—¡Apartate del camino, niña!— Gritaba un hombre rojo de piel, conductor del auto que pitaba y que estuvo a nada de causarle una tragedia a la mismísima hija de Adrien Agreste. Se notaba a lenguas en su hablar que el hombre era extranjero, pero el acento no le sonaba a nada que no pudiera relacionar con escandinavia, o por lo menos, algún país nórdico. Emma enseñó el dedo de en medio antes de levantarse y caminar hacia el parque.

—Si sigues sin fijarte, te volverá a pasar un auto encima— Comentaba Plagg, apenas asomándose tras la boina de la muchacha.

—No digas tonterías, Plagg, no me pasó nada encima— Se defendía la adolescente, sentándose en una banca y cubriendo su rostro con sus manos.

—¡Oye, Emma, sabes que lo decía en broma!— El kwami comenzó a lanzarse a las manos de la pelinegra, intentando quitarse las palmas para verle el rostro.

—No, no es eso, Plagga...—

—¿Entonces? ¡Oh! No me digas que estás pensando en...—

—Ladybug... — Suspiró. Asomó apenas los ojos verdes, dejando ver el color rojo que adornaba el rostro de la muchacha.

—¡Te gusta Ladybug! No sé porqué no me sorprende.—

—Digo... ¿La viste anoche?... Fue intrépida, fue sigilosa, se deslizó por las sombras de los tejados y apenas la luz la tocó, brilló, brilló como un diamante en medio de toda la tierra— El tono de voz de Emma era demasiado cursi, sí, tanto que Plagg imitó arcadas.

—¡No era necesaria tanta maldad!—

Emma dio apenas una risa pequeña, tomando el celular con varias mensajes perdidos de  Louis, su hermano mediano que le preguntaba donde estaba. Dio un suspiro levantándose de la banca, antes de volver a tocar el suelo de golpe cuando sintió que algo, o mejor dicho alguien, le caía encima-

—¡Lo-lo siento mucho! Undskyld!— Se disculpaba una muchacha de estatura alta, claro que no tan alta como lo era Emma, con la cara redondita y el rostro rojo, con los ojos celestes y el cabello platinado apenas rozándole los hombros.

—¡Ah! no, no, no es nada.— Emma se levantó tendiéndole la mano a la muchacha, levantándose sin poder soltarle la mano apenas le miró a los ojos. Su mirada curiosa se dirigió a la vestimenta de la jovencita, quien usaba un uniforme coloriso de tono lavanda y lila.

—Gracias... Ummm... Soy algo torpe, pero, debería irme... gracias..—

—¡Espera!— Emma en ningún momento le soltó la mano, impidiendo que la rubia se fuera.

—Suélteme ahora, por favor...— Rogaba notablemente la extranjera, los cuales sus ojos se empezaron a rozar.

—¡Lo- lo siento! Es que... me preguntaba.... si....— Carajo, Emma, piensa. ¡Piensa! — ... Me preguntaba si eras Francesa, porque... tienes un uniforme muy bonito, pero...

—No, no. — Interrumpió la rubia, relajándose un poco, dándole una sonrisa tímida y coqueta a la vez. — Soy de Alemania, Alemania con la frontera con Dinamarca, aunque creo que ahora el territorio es Danés.

—Gracias....— Emma, lentamente, le soltó la mano. La rubia jovencita le sonreía tímidamente y después de salía corriendo. Emma dio otro suspiro antes de ponerse las manos en los bolsillos y negar con la cabeza.

—¿Por qué hice eso, Plagg?—

—Porque eres lesbiana y te gustan las rubias— Respondía el kwami con la semejante vocecilla juguetona.

—.....—

—¿No tenías que ir a clases ya, con Louis o con tu amiga esta?—

—Mierda.— Fue lo último que dijo Emma antes de tomar otra vez el camino a la estación.

Flores { Emma Agreste x Charlotta Blohm }Where stories live. Discover now