IV. Secretos escritos en alemán.

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Charlotta POV:

Tembló. Se supone que por su ascendencia, debía soportar mejor el frío. Pero no, todo lo contrario. Al parecer había perdido la sensibilidad al clima más bruto para el ser humano desde que se mudó a París no hacía menos de un año.

Suspiró. Llevaba treinta minutos parada delante de la puerta. No dejaba de temblar, pero como siempre, se tomaba un poco de tiempo antes de tomar la perilla, girarla y entrar en su hogar.

Lo de siempre. Su abuela estaba dormida, la comida estaba fría en la mesa, y en el televisor estaba acostada su madre. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Caminó con delicadeza a la cocina para ponerse a calentar su comida servida hacía dos horas aproximadamente. Luego, iba con pasos lentos hacia su madre, ofreciéndole la mitad de su plato.

—Hola, mamá...— intentó despertarla. Con pereza, su madre despertó, abrazando a su única hija y regándole besos en sus mejillas.

—Hola, Charlotta— Su conversación era en Alemán. Charlotta le tendía su plato de comida, a lo que su madre lo tomó y sin siquiera agradecerle, empezó a comer.

La rubia emprendió su camino hacia su cuarto. La casa era pequeña, muy pequeña, pero era suficiente para sus cinco integrantes. Charlotta, su madre, su abuela, su gatita y una perrita que había adoptado hacía un par de meses.

—Charlotta, no me gusta verte así...— La voz chillona de Tikki se acercó a su oído, abrazándole el pómulo.

—Estaré bien, Tikki. Sólo necesito encontrar un trabajo para mi mamá antes de que las cosas se pongan feas...— Charlotta conversaba en su idioma natal con su kwami. A veces hablaban en alemán, en danés y pocas veces en francés.

—Charlotta, ni siquiera terminaste tu plato, se lo diste a su madre.

—Ya lo sé, Tikki. Aún no tenemos tantos problemas de dinero, pe-pero de verdad que me costó mucho conseguir esa beca y si por dejar a mi madre deprimirse dejo de estudiar, yo...—

—¡Lotta!— Tikki intervino. Se puso delante de la escandinava y le abrazó la nariz. —No haré que vuelvas a Alemania. O Dinamarca. No, yo sé que todo estará bien, terminarás la escuela, tu madre conseguirá un trabajo, y vivirás feliz. Yo lo sé.

Ambas, a como podían, se abrazaban. Charlotta, sin decir palabra alguna, comenzó a llorar. Las jovencitas de su escuela no la comprendían, mucho menos comprendían su miedo de volver a Alemania. No lo entendían, y no necesitaban entenderlo, porque no sabían que para Charlotta volver a Alemania significaba tener que ver a su padre. Y eso significaba más dolor.

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—¡Adiós mariposita!— Ladybug dejaba que todo Paris volviera a la normalidad, mientras daba unas risitas dulces e inocentes, corriendo hasta Chat Noir, a quien abrazaba con fuerza.

—¡Prrrr~!— Chat Noir tomó de la cintura a su lady para alzarla en algún tipo de código que indicaba la victoria. La bajó segundos después, dejándola a su altura.

—Llegaste con los ánimos muy bajos para pelear, y ahora estás más feliz que nunca. Sólo debes saber, mi lady, que si en algún momento necesitas alguien que te escuche, deja a Paris ver tu sombra y yo iré tras de ti.— La gata negra, con delicadeza, tomaba la mano oculta con rojo y puntos negros de Ladybug, y con cuidado le besaba el torso.

—Es muy amable de tu parte, Chat Noir...— Decía con su tono lo más apegado al ascento francés posible, apegándose al pecho ajeno pese a que la diferencia de estatura no era de más de tres centímetros.

Chat Noir abrazó con cuidado a su compañera de pelea.

—¿Quieres hablar de eso, Mi Lady?—

—No, no. Sólo... Ugh, Chat Noir, eres tan delgada...— La rubia abrazó a la portadora del miráculo de la destrucción. Le abrazó percatandose de que su cintura había más que perfectamente entre sus brazos.

—¡Prrrr! Mi lady, ten cuidado, tengo algún que otro moretón por ahí—

—¡Undskyld!—

Con sus ojos verdes, Emma bajo su traje parpadeó con rapidez. Eso no era francés. Para cuando quiso decir algo, Ladybug también se habría dado cuenta.

—Chat Noir... ¿Qué se siente tener un amigo?—

Bip. Bip. Bip.

—Mi lady... Es tenerme a mi. No soy sólo su compañera en esto de los miráculos, y los kwamis. Estaré cerca de usted. Siempre. Sólo déjeme ver su sombra y vendré por usted.

Charlotta se puso de puntitas, esperando poder darle un beso. Pero no pudo, la gatita había desaparecido. Y seguro ella debía hacer lo mismo, le quedaba un minuto.

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—... con cariño, Charlotta.— Suspiró, cerrando la carta que después guardó en su almohada.

—Lotta, no te entiendo. Te gusta la chica del parque, pero estás enamorada de Chat Noir. ¿No crees que no es correcto?—

—¿De que hablas, Tikki? La chica del parque, que porcierto cuyo nombre es Emma... Sólo la he visto un par de veces. Va en escuela pública, yo no. Y Chat Noir siempre está para mi... aunque sea poco antes de transformarnos.—

La Kwami suspiró, abrazando nuevamente a su portadora y entonces, pues, cambiando de tema.

—¿Para quien escribías eso?—

—Para Miriam.—

—¿Quién es Miriam?—

—Era una buena amiga. Le enviaré todas estar cartas cuando esté lista— Y después de eso, la extranjera bajó las escaleras para ver que podía hacerse de cenar.

Flores { Emma Agreste x Charlotta Blohm }Where stories live. Discover now