III. Ladybug y Chat Noir, el pasado

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—Ella era intrépida. Tenía los ojos azules, un azul cielo, y aveces un azul mar. El cabello lo tenía negro, negro brillante y a veces era un negro azulado. Tenía la piel nívea y los labios rosas. Las piernas largas, las manos delgadas. Creaba cosas al azar, cosas divertidas para intentar evitar culquier estorbo extra. Había sido elegida por sacrificarse ella misma antes que los demás. Fue elegida por ser la joven más veloz de palabra, veloz de acción.

Aparecía como un milagro y se iba como si de un sueño se hubiera tratado.

Él, sin embargo nació con un dolor que con los años y circunstancias fue creciendo. Creció con una soledad, y él mismo fue su mala suerte. Tenía los ojos verdes, cual bosque que tras lluvia vuelve a crecer. Tenía la piel blanca con toques de dorado donde toca el sol, y el cabello de oro, porque era lo único que le quedaba y decía que nació destinado para algo. Porque él nació en una cuna de oro, y fue elegido porque quería cambiarla por una vida normal.

Él era la destrucción de todo lo creado.

Y, pasó el tiempo. Mucho, mucho tiempo. Ambos estaban conectados, tanto por sus poderes como por debajo a sus máscaras. Tuvieron que pasar por cientos de villanos, pero cientos de finales felices para poder descubrir que eran ellos. Siempre fueron ellos, los únicos que tenían que estar juntos...—

Adrien no pudo evitar que sus ojos se pusieran cristalinos. El sentimiento le ganaba con facilidad, pero logró ahogar sus ganas de llorar a tiempo. Emma sólo podía verlo con las cejas levemente fruncidas, y los labios entreabiertos, pero de su boca no salió ninguna palabra.

—Ella... tuvo que dejar su miráculo, igual él. Cuando todo lo malo al fin terminó.—

Emma tragó saliva en seco.

—¿Entonces, quieres decir que Ladybug y Chat Noir están destinados, no importa el qué?— La voz de Emma emergía con timidez desde su garganta.

—Así es.—

—¿Y eso cómo lo sabes, papá?—

Adrien abrió los ojos como platos, levantándose de un salto del sofá.

—¡Oh! Es muy tarde. Creo que iré a dormir. Haz lo mismo, hija, mañana tienes escuela.— Y sin más, corrió a la habitación que compartía con su adorada esposa.

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—¡Emma! ¡Si no te levantas ya, llegarás tarde!— La voz de su kwami resopló por su mente hasta que la adolescente estuvo despejada. Abrió los ojos con algo de miedo, levantándose de la cama de un brinco.

—¡Tengo que llegar temprano para verla!— Emma corría con torpeza hacia el baño, desnudándose sin pudor alguno. —¡Tengo que llegar al parque primero, Plagg!

—¿El parque? ¡Estás loca! ¡Te dormiste 10 minutos de más! El antiguo Chat Noir tenía los horarios bien establecidos.— hablaba el gato minúsculo y mágico detrás de la cortina de baño en donde Emma tomaba su ducha.

—¡Hablas como mi papá contándonos sus historias de joven!— Y para ese comentario, Plagg sintió que debía callarse. El animalito místico daba un suspiro largo y melancólico. Cómo le gustaría hablar con Adrien en ese momento...

Emma salió del baño ya vestida, pero con el cabello mojado. Vestía sus pantalones de mezclilla clara con terminado acampanado, sus botas largas con una plataforma baja, y una blusa de rayas naranja con blanco. Se puso su bufanda negra y su boina, y de ahí, salió corriendo hacia el parque.

—¡Emma!— Gritaba Marinette al ver a su hija mayor salir sin siquiera despedirse. Saludar mucho menos. La ya adulta mestiza parpadeaba desconcertada. Su hija llevaba un rato actuando raro, pero prefirió no pensar de más y servirse ella misma el desayuno que le había servido a su hija.

—¡Estás loca!— Plagg regañaba a como podía a su dueña que corría sin parar hasta que llegó a la banca de siempre.

—¡Sólo... ah!— Emma intentaba recuperar el aliento, mirando a todos lados por si veía corriendo como ayer a la dulce, delgada y alta jovencita de cabello platinado— ¡Sólo... tengo que saludarla!—

—¡Emma, reacciona! ¡Estás enamorada de Ladybug! ¿Y ahora también de ella?—
Emma no respondió a la pregunta estúpida de su kwami. Todo lo contrario. Giró los ojos y, entonces, la vio. Se puso derecha, se arregló un poco el cabello bajo su boina y le dio una sonrisa cuando los ojos azules ajenos se pusieron sobre ella.

—Ho-hola— Se acercaba un poco, pero para su mala suerte, la rubia parecía no detenerse por ella.

—Buenos días, señorita. — Sin embargo, los pasos de la extranjera se hacían más lentos.

—No me llames señorita, tenemos la misma edad, creo— Emma reía nerviosa, comenzando a caminar de su lado. Mala suerte fue que no pudo ver como la rubia hacía una cara de disgusto.

—¿Cómo debo de llamarte, entonces?— Su ascento. Su maldito ascento escandinavo era tan hermoso...

—¡Emma! ¡Soy Emma Agreste!— Intentó, pues, que con su apellido la nórdica dejara de caminar, pero no funcionó. Al menos logró que se giraba para dirigirle la mirada.

—Y yo soy Charlotta Blohm. Tengo que correr, lo siento— Se acercó apenas para despedirse en la mejilla de Emma y después salir corriendo, dejando a la mayor de los Agreste con el corazón acelerado.

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—¡Charlotta! ¿Por qué no te detuviste a hablar con ella un rato? ¡Era tu oportunidad!— La voz chillona de Tikki hizo su aparición, poniéndose al lado de su nueva dueña.

—Tikki... Pu-puede que esa extraña me guste, pe-pero yo ya puse mis ojos en alguien antes y lo sabes.— Charlotta temblaba. No quería que se escuchara como ella le hablaba a la nada.

—¡Ya lo sé! ¡Pero tampoco te limites tanto, Charlotta! ¡Sólo has visto a Chat Noir unas cuatro veces!—

La extranjera dejaba que su rostro se tornara rojo carmesí sobre sus pómulos. Daba un suspiro largo. ¿Quién lo diría? Charlotta Blohm, enamorada de Chat Noir. Y Emma Agreste, quien se estaba enamorando de dos chicas a la vez. De Charlotta, una extranjera de sólo vio un par de veces en una banca del parque y de Ladybug.

—Baja la voz, Tikki. Estoy a menos de cuatro metros de la escuela y nadie debe saber que...—

—¿Que eres lesbiana o que eres Ladybug?— Tikki bromeaba, antes de esconderse en la falda de su nueva dueña.

Flores { Emma Agreste x Charlotta Blohm }Where stories live. Discover now