VI. Decidir.

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Era normal que Emma tuviera dudas. No dudas sobre su sexualidad, eso ya lo tenía claro, sino que tenía dudas sobre su corazón. Tenía dudas si sentía algo por Laybug, por Charlotta o por ambas. En cualquier caso, debía de decidirse pronto o se ahogaría ella sola.

Era noche, seguramente cercanas las doce. Caminó con discreción hacia la habitación de su hermano Louis, el mediano. Se asomó por la puerta no bien cerrada y lo vio dormido. Suspiró. Fue a la habitación de Hugo, y se encontró con el mismo escenario. Sus padres, ambos, también estaban dormidos. Se estaba ahogando en sus pensamientos y eso lo tenía que platicar con alguien.

—Deberías dormir ya, sino, tendrás unas ojeras enormes mañana— Plagg susurraba, saliendo detrás de la larga cola de caballo de su dueña.

—No, no. Necesito pensar... mañana llegaré a hablar con Charlotta y sé que me pondré nerviosa otra vez...

—¿Y si simplemente no haces nada? Sólo... disfruta, sé feliz. ¡Y ahora que estás levantada, vamos a la cocina, quiero queso!—

Emma rodó los ojos. Efectivamente sus paso se encaminaron hacia el refrigerador, dándose cuenta de la falta del producto lácteo. 

—Lo siento, Plagg.—

—¡Debe de haber en alguna parte!— Exclamaba el kwami, metiéndose por la cerradura de la puerta dentro de la habitación de sus padres. Emma sólo pudo poner sus manos sobre sus labios para evitar gritar.

Se agachó, poniendo su mirada esmeralda sobre el pequeño agujero de la perilla para ver la escena. Plagg, quieto, sólo miraba fijamente a su padre. Emma, enojada, gruñó de tal manera que el kwami inmediatamente le entendió, saliendo del cuarto.

—¡¿En qué estabas pensando?! Si mis padres te llegan a ver, estarás frito.—

Plagg prefirió guardar silencio, melancólico. Suspiró, ocultándose entre los poblados y negruzcos cabellos de la adolescente, como siempre.

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—Creo... que no tiene sentido que le espere ya...— Llevaba quince minutos esperándola en la misma banca de siempre, pero no dio señales de vida. Así que suspirando, se levantó y comenzó a caminar, pero grande fue su sorpresa cuando sintió unas manos abrazándole por la espalda. Asustada, Emma se giró admirando los cabellos claros de Charlotta.

—Hola— Saludaba, girándose para devolverle el abrazo. La rubia se abrazaba con fuerza, y tras unos segundos, Emma, curiosa, le levantó el mentón, encontrándose con que la dulce y tierna escandinava estaba llorando.

—¡Charlotta!— No rompió el abrazo, incluso acercó un poco más su rostro para verla bien. Incluso cuando lloraba, se veía hermosa. —¿Qué pasa...?—

—Es... mi madre.— Ambas caminaron hacia la banca de siempre, mientras que Emma, inevitablemente, le tomó de las manos a la jovencita.

—¿Qué pasa con tu madre...?—

—... Consiguió un empleo. — Charlotta sonreía. Lloraba de felicidad. — Mi abuela está enferma y cansada, y hemos tenido problemas de dinero desde que papá nos amenzó. En especial a mi.

—Pues... supongo que, eso está  bien— Emma se ponía nerviosa. La situación que la hermosa nórdica le planeaba sonaba muy, muy difícil. —Pero, ¿por qué te amenazó?—

Charlotta suspiró, cerró los ojos y bajó la cabeza. —Lo que pasa es.... bueno, yo... tengo dos secretos. Y eres la única a la que le voy a decir, porque, bueno, eres mi única amiga.—

Flores { Emma Agreste x Charlotta Blohm }Where stories live. Discover now