Friends Can Break Your Heart Too

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El avión despegaba de Australia para llevar a Michael y sus cuatro mejores amigos a Estados Unidos otra vez. Michael, sentado gustosamente del lado de la ventana, observaba la ciudad hacerse cada vez más pequeña. Sentía su pierna ser sacudida nerviosamente por quien estaba al lado, sabía quien era, pero no quería mirar. Sin embargo luego de unos minutos, comenzaba a ponerse nervioso él. Puso una mano en la pierna inquieta, cubierta por unos jeans negros muy ajustados.

—Luke—advirtió.

El nombrado se quedó quieto finalmente, mirando hacia Michael con sus ojos azules enrojecidos. Michael frunció el ceño ante eso.

—¿Estás bien?

El rubio solo asintió como respuesta, poniéndose los auriculares. La música estaba innecesariamente alta y desde donde estaba Michael podía escuchar que Luke reproducía Good Charlotte. Sonrió al recordar al pequeño Luke de quince años que se ponía nervioso al hablar con él, conversando sobre música y tarareando alguna canción de Good Charlotte. Todo era diferente ahora, habían cambiado tantas cosas que Michael estaba convencido que si cerraba los ojos y los volvía a abrir, Luke no sería quién estuviera sentado a su lado.

Se quedó dormido en algún momento, Michael nunca había sido bueno en los viajes en avión, así que lo agradecía. Pensó que habían pasado solo unos minutos cuando se volvió a despertar, pero no era así. Se preguntó porqué se había despertado sin razón hasta que se dio cuenta de que alguien lo estaba mirando. Despegó la cabeza del respaldo y miró a su costado. Luke estaba ahí, la vista pegada en él, los ojos aún rojos. Y lo peor de todo: Michael sabía lo que estaba pensando. Michael no quería pensar en Luke llorando todo el rato que él había estado dormido porque le hacía doler el pecho.

Luke pareció salir de su trance en el mismo instante en que Michael iba a abrir la boca para hablar. Pestañó algo perdido.

—Perdón—murmuró. Alejándose y recostándose en su asiento de nuevo.

Pero Luke no tenía nada por lo que disculparse. Menos aún cuando Michael estaba en la misma situación que él. Lo habían hecho tan bien por tantos años y de pronto todo caía sobre ellos de nuevo. Tocar en aquel lugar de Australia que significaba tanto para ellos había abierto una ventana al pasado, una a cuando eran adolescentes y ocultaban secretos.

Luke se levantó de pronto y sin dar ni un vistazo hacia Michael caminó por el avión rápidamente. Michael procuró no perder la cabeza cuando se dispuso a seguirlo. Vio que el rubio entraba lentamente al baño, dejando la puerta entreabierta como esperando que Michael se metiera dentro también. Michael, en efecto, se abrió paso y entró al baño detrás de Luke. Había algo en los baños de los aviones que Michael encontraba terrorífico. Eran un pequeño mundo dentro de otro, incluso los ruidos externos se escuchaban como un eco. Luke estaba parado mirando hacia Michael con una expresión consternada, a pesar de estar pegado a la pared no estaba muy lejos de él, ya que el lugar era pequeño.

—Creí que ya estaba todo bien—se atrevió a decir Michael.

—Yo también lo creí—respondió el rubio. Un mechón claro y enrulado le caía hacia la frente y lo hacía ver como un Clark Kent de pelo amarillo—. No es así, sin embargo.

—Pero, ¿no te acuerdas de lo que prometimos?

—¿Es un chiste, Michael? Por supuesto que me acuerdo de lo que prometimos. Pienso en eso todo el tiempo.

Michael caminó hasta el lavabo y abrió la canilla, juntando sus manos en forma de un hueco y llenándolas de agua. Se mojó la cara, prinicipalmente para tener algo que hacer, para no tener que mirar a Luke a la cara y decirle una mentira. No creía tener fuerza para hacer algo como eso.

Muke SeriesWhere stories live. Discover now