La mañana siguiente

276 10 0
                                    

Brad

Todavía estoy molesto, aunque no sé del cierto cuál es la razón.
No puedo evitar acercarme a un estanque y comprar tabaco de liar. Últimamente he estado fumando de este, Vero dice que es un poco mejor... aunque no sé si tiene razón.

Con lo que ha pasado antes en casa se me han quitado completamente las ganas de salir, pero tampoco quiero volver a casa.
Aún y así mis pies me acaban llevando de vuelta, así que me armo de valor y subo.

No se si me alegro o me sorprendo de que Bea no esté en casa, voy hacia el comedor y lo huelo, Bea ha estado fumando. ¿Desde cuando fuma?
Además, se ha dejado la caja Malboro encima de la mesa junto el mechero. Cojo la caja y la abro, está casi llena, supongo que no hace mucho que fuma.
Lo dejo todo cómo estaba y voy a mi habitación, pero me quedo al lindar de la puerta sin entrar, no se qué puedo hacer. Pienso en tocar un rato, pero ganas no tengo. Tampoco quiero ver ninguna película ni serie.
Justo entonces, cuándo estoy a punto de rendirme y irme a la cama, lo recuerdo.
Yo tenía un paquete casi nuevo de tabaco.
Abro el cajón de la mesita de noche y no puedo evitar sentir cómo la rabia sube por mis venas, abro otros cajones, y en efecto. Hay cosas fuera de lugar, cómo si alguien lo hubiera revuelto todo para encontrar algo. Su fallo ha estado al dejarselo en un lugar a la vista de todos.
Lo que debería hacer ahora mismo es ir a la cama y mañana hablar con Bea tranquilamente, pero evidentemente que no puedo hacer esto. Soy Brad, por dios.

Así que lo tengo muy claro. Bajo al párking y cojo el coche, me dirijo a la gasolinera más próxima. Bea va a lamentar haber entrado a mi habitación y haberme robado unos cigarrillos.

Cuando vuelvo a casa son alrededor de las tres. Espero que su nota de "volveré tarde" diga la verdad.

Voy hacia su habitación y me pongo manos a la obra, en seguida un fuerte olor a pintura invade el cuarto. Abro la ventana mientras me pregunto si Bea vendrá lo suficientemente borracha cómo para que no sienta ni vea la maravillosa obra de arte que le estoy haciendo.
Y es que puedo ser muy bueno cuando me propongo a pedir disculpas, pero ya es hora de que Bea sepa que también soy bueno haciendo trastadas cuándo me lo propongo. Supongo que esta es la razón de que me expulsaran de dos Institutos, ¿no?

***

Me despierto que deben ser las doce. Estoy cansado y huelo a pintura así que decido darme una ducha.
La pintura no sale fácilmente, de hecho dudo que salga de la ropa.

Me acerco a la habitación de Bea y oigo cómo ronca, debe de haber venido muy pedo. Bien, mejor para mí.

Voy hacia la cocina y preparo un almuerzo digno de un hotel de cinco estrellas, lo pongo todo en una safata y le incluyo unas pastilla perfectas para la resaca.

Entro a la habitación de Bea, no puedo contener una arcada, hace peste de sudor, pintura y vómito. Por un momento reconsidero lo que estoy a punto de hacer, pero cuando recuerdo como cogió el paquete de cigarrillos me basta para volver a mi plan.

Corro las cortinas y abro las ventanas la luz entra a la habitación y me deja ver a una Bea completamente desnuda y abrazada a... ¡¿Vanessa?!

Me quedo unos segundos viendo esta escena sorprendido, esto si que no me lo esperaba de Bea.

Dejo la safata sobre la mesita de noche vuelvo hacia la puerta. Cojo aire y empiezo a golpear la palma contra la puerta.

La primera de despertar es Vanessa, que más acostumbrada a la resaca coge una pastilla y me mira mal. Luego es Bea que se tapa las orejas y empieza a grirar. Paro de dar golpes y miro a ambas.

—Que malas sois, cómo mínimo me podríais haber avisado... me hubiera apuntado enseguida.

Bea me mira sin comprender, debe ser entonces cuando nota que va desnuda porque se gira buscando algo con que taparse. Error, porque se encuentra con Vanessa que tranquilamente come una de mis tostadas con mermelada de fresa.

—Pero qué...— La voz le suena algo ronca, y no puedo evitar una carcajada, Bea se vuelve a girar para quejarse. Segundo error.
Se encuentra a otra chica desnuda, esta vez pintada en la pared que anteriormente había sido blanca, entre sus enormes pechos (que por cierto, disfruté mucho haciendo) se encuentra una frase que resalta "Mis cosas no se tocan".

Ridículas coincidencias (terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora