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Lauren's POV

Alrededor de las doce de la noche, mis padres se tomaban una copa de vino en la terraza de la casa junto al lado que habían alquilado, y yo los miraba desde el fondo. En realidad, no era una terraza en sí, era más bien un embarcadero de madera, con una barandilla del mismo material y unas sillas bastante cómodas, con una mesa en medio. De fondo, el lago, oscuro e iluminado por la luna.

—Lauren, ¿no quieres una copa de vino? —Alcé la mirada del libro que tenía entre las manos. Estaba abstraída, como si no estuviese allí.

—No, gracias, mamá. —Sonreí un poco y volví a bajar la mirada a mi libro, pero no pude seguir leyendo. El móvil sonó en mi bolsillo, y vi el número de Camila. —¿Sí?

—Lauren, hm... ¿Te pillo en mal momento?

—No, en absoluto. —Respondí con el ceño fruncido. —¿Qué pasa?

—Verás es que... Estoy detenida en comisaría. —Me levanté de la silla al escucharla, abriendo los labios al escuchar aquello.

—Camila, qué has hecho. —Mis padres me miraron, pero yo negué, entrando al salón.

—¡Nada! Nada... Tú sólo... Ven a recogerme, dicen que tengo que pagar una fianza de cien dólares. —Suspiré apretándome el puente de la nariz. —Tengo que dejarte porque—

Colgaron. Cogí las llaves del coche y me giré hacia mis padres.

—Tengo que irme un momento, ahora vengo.

Escuché que decían algo a mis espaldas, pero yo ya había salido de casa.

¿Qué habría hecho esta vez Camila? La advertí de que no se metiese en líos, o bueno, más o menos, pero es que aquella chica no me hacía caso. ¿Cómo la iban a detener sin hacer nada? Algo habría hecho, eso seguro. Madre mía, es que no sabía ni qué pensar. Estaba enfadada con ella, enfadada porque no quería que le pasase nada, y molesta porque me estaba confundiendo.

Me bajé del coche frente a la comisaría del pueblo, donde las luces de las oficinas estaban encendidas. Al entrar, había un par de agentes riéndose, con los pies encima de la mesa, y al verme dejaron de reírse.

—Vengo en busca de Camila Cabello. ¿Está aquí? —El agente que tenía los pies encima de la mesa se rio, se puso de pie y se colocó bien el cinturón.

—Tu amiguita se ha metido en un buen lío. —Se dio la vuelta y caminó, haciéndome un gesto con la cabeza para que lo siguiese. Nos paramos delante de los calabozos, y eso ya sí que era el colmo. Camila daba vueltas por la celda con la mano en el rostro, Dinah y Normani estaban tiradas en el suelo y medio dormidas.

—¡Lauren! Dios mío, tienes que sacarme de aquí. —Dijo agarrándose a los barrotes de la celda.

—¿Qué ha hecho? —Pregunté mirando al policía, que se reía.

—Estaban bebiendo en la calle, pero esta dice que no. —Señaló a Camila alzando una ceja.

—Porque no estaba bebiendo. —Dijo enfadada mirando al agente, apretando las manos en los barrotes.

—Ya, ya. —Masculló él, mientras abría la celda para que Camila saliese. —El caso, la fianza son cien dólares.

—No va a pagar ninguna fianza, agente. —Camila salió frotándose el brazo, y el policía soltó una risa, cruzándose de brazos.

—Pagará lo que yo diga. —Replicó.

—Para empezar, y no sé si usted es nuevo, esto no se castiga con una noche en el calabozo y cien dólares. Ella no tiene antecedentes en este estado, así que se saldaría con una multa. —Camila abrió los ojos al escucharme. —Pero, ¿de verdad tiene pruebas de que estaba bebiendo? Ella estaba ahí, pero no bebió. ¿De verdad cree que ella se merece la multa? —Solté una risa, señalándola con el pulgar. —Está sobria, y preocupada porque no ha hecho nada.

la chica del maíz; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora