SASEAN.

Capitulo 22

Durante el día, no hubieron más noticias de Sean. Ni siquiera cuando bajé a buscar agua. Claramente no iba a pedirle que me trajera algo después de lo sucedido. Ahora no solo me dolía la costilla, el culo me quedó magullado después del la caída. Una semana más. Solo una semana... ¡UNA SEMANA! ¡Era demasiado!

A las nueve de la noche, escuché como la puerta principal se cerraba abruptamente. Me asusté, pero no lo suficiente para no hacer nada. Me levanté y me acerqué a las escaleras. No estaba habiendo el mejor reposo, pero si algo había pasado, no iba a quedarme arriba envuelta en las sabanas. Después de bajar el ultimo escalón, vi a Sean salir al jardín hecho una furia. Está bien, quizás no debería haberlo seguido. Después de todo era un idiota ¿no? Pero no pude evitar la curiosidad.

-¡Que estúpida! – gritaba Sean. ¿Quién?

Se sacó la remera y se lanzó a la pileta. Eso sí era extraño. Comenzó a nadar largos, y mientras tanto, me encargue de ubicarme en el mismo banco donde todo comenzó. Esperando. No sabía qué. Al terminar una de sus vueltas, se giró y me vio. No ocultó su sorpresa, pero en seguida, sus labios se curvaron levemente hacia abajo y sus ojos mostraron tristeza y cansancio. Salió de la pileta y sacudió su pelo. Un par de gotas me alcanzaron pero no le di importancia.

-¿Qué pasó? – pregunté moviéndome, dejándole un lugar para sentarse. Dudó antes de sentarse.

-¿No tendrías que estar descansado? – preguntó mirándome. Gotas resbalaban por su cara y su espalda estaba encorvada hacia adelante.

-Quizás. ¿Qué pasó?

-No importa. Estoy bien.

-Eso no es lo que se ve. – giró su cabeza hacia el otro lado.

-Tuve un problema. – admitió levantándose y estirando su torso. Sí que tenía buen físico.

-¿Qué clase de problema?

-Mi ex.

¿Ex? ¿Tuvo novia? ¿Alguien como él? Ese día no estaba siendo para nada aburrido.

-La verdad es que no me gusta hablar de ese tema. – dijo colocándose de nuevo la remera. El agua traspasaba la ropa, así que ahora era una remera blanca con manchas grises. Volvió a sentarse y luego a pararse. Parecía incómodo.

-Entiendo.

-¿Por qué te interesa?

-¿Qué cosa?

-Lo que me pase.

-No sé. – gran respuesta Sasha. – Pero últimamente te vi un poco deprimido. Y quería saber el por qué.

-La curiosidad mató al gato, chiquita.

-Qué suerte que no soy un gato.

Sonrió.

-Que lastima ¿no?

-No tenes idea de cómo me irritas. – dije tratando de disimular mis ganas de matarlo.

-No tenes idea de las ganas que tengo de cerrarte el pico. – repuso divertido. Podía ser un idiota, pero al menos ya no estaba tan deprimido. Eso me hizo sonreír un poco. Pero, ¿Por qué? Sean me había causado muchísimo dolor en todos los sentidos. Ni siquiera yo entendía por qué estaba siendo buena con él.

-Hey.

Su llamado me sacó de mis pensamientos. Se acercó a mí rápidamente, me tomó en brazos y se lanzó, conmigo encima, a la pileta. Okey. No pude evitar sentir mucho odio en todo este tiempo que llevaba con él. Pero si hay algo más fuerte que el odio en este mundo, eso es lo que sentí por Sean al salir a la superficie después de caer en la fría agua. Agua fría, costilla fisurada. ¿Algo más? Sep. La cabeza de Sean se asomó por el agua y golpeó mi nariz. Definitivamente no era un día aburrido. Sentí el dolor por todas partes. No aguanté las lágrimas. Pero eran lágrimas de dolor instantáneo. Salían solas sin control alguno. Me sostuve la nariz y la costilla mientras intentaba nadar hacia la parte baja, pero Sean lo hizo las rápido y me ayudó a llegar. Era algo inaguantable.

-No era mi intención. ¿Estás bien? – preguntó preocupado.

-No.

Se quejó y volvió a levantarme. Me llevó adentro y me sentó sobre la mesada. Toda nuestra ropa estaba mojada y se me pegaba a la piel. Era desagradable. El dolor en la nariz había pasado a un dolor facial. No había sangre ni nada, por suerte. Aun así, era inevitable que las lágrimas no pararan de brotar.

Sean sacó una bolsa de hielos y la colocó sobre mi nariz. El contactó alivió un poco el dolor y solté un suspiro. Quité la mano de mi cara y deje que Sean sostuviera la bolsa por mí.

-¿Cómo estás? – dijo moviendo la bolsa para poder verme a los ojos. – Uy...

-¿Qué? – pregunté.

-Bueno... en mi defensa, no vi que estabas ahí.

-¡¿Qué tengo?!

-Digamos que te dejé un lindo moretón.

-¡¿Qué?! – grité. Corrí al baño y al verme en el espejo, me di cuenta de que no tenía nada. Solo un poco inflamada la nariz. Dios, me había asustado.

Volví furiosa y tomé la bolsa de hielo. La coloqué sobre mi nariz y la dejé reposando sobre ella.

-No tengo nada, tarado. – solté mirándolo de costado. Los hielos evitaban que lo pudiera mirar directamente.

-Ni siquiera un golpe podría empeorar tu cara, Sashita.

-Que dulce. – dije restándole importancia a su comentario. Me fui a la habitación. Tenía que cambiarme toda la ropa. Otra vez...

-Sasha...

-¿Qué?

Comenzó a subir las escaleras y entró al cuarto. Ambos necesitábamos un cambio urgente.

-¿Podrías hacerme un favor?

-Depende.

-¿Podrías sacarte la ropa frente a mí?

-Jamás. – contesté cruzándome de brazos. 

-Bueno, al menos lo intenté. – puse los ojos en blanco. Me exasperaba su presencia y sus bromitas. – Pero hablando en serio, quisiera que me acompañaras a un lugar.

-¿Qué clase de lugar?

-No importa. Solo necesito un sí o un no.

-Si es un club de strippers no pienso ir. – bromeé.

-No es nada de eso. Aunque... - sonrió de lado y me miró con picardía. – Si no me acompañas, te puedo asegurar que voy a obligarte a que me hagas un striptease.

-Si, como no.

-Entonces, ¿Aceptas?

Después de meditar un momento, dije que sí. Dijo que me vistiera bien y que estuviera lista dentro de media hora.

-Eso es suficiente para una chica ¿no?

-Al menos para mí sí.

-Genial.

Se fue y me dejó sola con mis pensamientos, mi nariz adolorida y mi ropa mojada. Tenía tantas cosas que pensar. Como por ejemplo, ¿Por qué tratarlo tan amablemente? O ¿Qué quiere de mí? O más importante ¿Por qué ese cambio repentino? Sin embargo, había algo que me atormentaba aún más... ¿Qué me iba a poner?