Capítulo 3

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Me tocó aguantar una gran riña por parte de mi madre aquella noche, y me puso tan sumamente nerviosa que ni siquiera supe pronunciar palabra.


Todas las burlas de aquella tarde se me incrustaron en el cerebro, quería escapar, quería sentirme bien, ¿por qué todo el mundo podía sentirse bien menos yo?


-¡Karla Camila Cabello, abre ahora mismo!- La voz de mi madre resonaba en el cuarto de baño donde estaba encerrada en aquel mismo instante. Yo, como siempre, acabé hecha una bolita en la esquina libre de aquel sanitario, todo me daba vueltas, quería bajarme de ese mundo, quería dejar de sentir aquella presión en mi pecho y mi garganta que me mataba.


-¡Deja a Kaki tranquila!- Se escuchaba a mi pequeña hermana que posiblemente estaba al lado de mi madre. Tras unos minutos más, pareció darse por vencida y comprendió que yo no iba a salir de una forma tan fácil de allí.


Ahora mi cuerpo actuaba solo, sin ningún control, porque me sentía sucia, sentía que todas aquellas burlas estaban pintadas en mi piel y quemaba, así que comencé a desnudarme frente al espejo y me miré. ¿Cuánto tiempo iba a aguantar más? ¿Cuánto iba a soportar a cambio de que quizá mañana pudiese hablar delante de gente sin sentir que mi garganta apretaba?


Con mis manos recorrí todo mi torso, toqué mis señaladas costillas como si fuesen las teclas de un xilófono, toqué mis pequeños pechos, toqué mis clavículas, mis pómulos más marcados que la semana anterior, toqué mi estropeado y largo pelo. Esto tenía que parar, mi cabeza tenía que darme un respiro, tenía que dejarme vivir.


No calculé bien el tiempo que estuve allí encerrada, pero cuando salí por mi propia voluntad vestida de nuevo, todas las luces estaban apagadas. Caminé hacia mi habitación, sabiendo que ya todos en mi casa dormían, pero lo que no esperé al abrir la puerta de esta, fue que la misteriosa chica de ojos verdes estuviese tumbada en mi cama comiéndose mi cena. Mis ojos casi se salen de sus órbitas cuando se encontraron con los suyos, ¡¿qué hacía ella aquí?! Cerré la puerta con rapidez, cuidando que mi madre no pudiera descubrir que ella estaba en nuestra casa.


-Hola, mudita.- Dijo con la boca llena de arroz a la cubana que había preparado mi madre. Mi ceño se frunció cuando descubrí cómo había entrado allí. La ventana del balcón de mi habitación estaba abierta.


Con pasos firmes, intentando demostrar seguridad en mí misma, le arrebaté mi plato de comida y señalé con mi dedo índice hacia el balcón. Sonó una pequeña carcajada proveniente de sus labios y se levantó por fin de mi cama, ¿iba a hacerme caso?


-Has dejado a Vero preocupada por tus rodillitas, niña. Quería saber cómo estabas, Caaaa...mila. Karla Camila, ¿no es así?- Dijo con una sonrisa que para nada se reflejaba en sus ojos. ¿Cómo sabía mi nombre? No me dio tiempo a pensar mucho en eso porque la tenía arrodillada delante de mí, su cara justo en la parte baja de mi estómago y sus manos iban bajando por mis piernas.


Cerré mis ojos, no por querer cerrarlos, sino porque sentir su tacto y su olor de cerca era algo que llevaba soñando involuntariamente desde la primera vez que me la crucé en mi calle.

Aurora; CamrenWhere stories live. Discover now