Miedos

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Minho despertó temprano la mañana siguiente y yació en la débil luz del amanecer, incapaz de volver a dormir a causa del eco de tensión dejado atrás por la pregunta que Key le había hecho la noche anterior. Por unos momentos de pesadilla había visto su vida entera girar a su alrededor, hasta que Key le había brindado su serena sonrisa y dicho suavemente, "No, nunca intentaría obligarte a casarte conmigo, era solo una pregunta."


Él estaba aún durmiendo, su cabeza descansando sobre su hombro izquierdo, su brazo izquierdo estaba envuelto alrededor de Key, su mano derecha descansando sobre su cadera. Desde el mismo principio no había sido capaz de dormir a menos que Kibum estuviera cerca de él, había dormido solo toda su vida adulta, pero cuando Key se había convertido en su querido abruptamente había descubierto, para su sorpresa, que dormir solo era casi imposible.


Se estaba poniendo peor, los viajes de negocios nunca le habían importado antes; había, de hecho, prosperado con ellos, pero últimamente lo habían estado irritando a muerte, este último viaje había sido todavía peor, las demoras, interferencias y molestias no habían sido nada fuera de lo ordinario, pero lo que una vez había dado por hecho ahora lo exasperaba casi insoportablemente. Un vuelo tardío podía ponerlo hecho una furia; un diseño extraviado casi era suficiente para despedir a alguien; una pieza de instrumental rota lo tenía jurando salvajemente; y por si fuera poco, no había sido capaz de dormir, los ruidos del hotel y la cama desconocida habían sido particularmente molestos, a pesar de que probablemente no los habría notado en lo absoluto si Key hubiera estado allí con él, aquella sola admisión había sido suficiente para hacerlo prorrumpir en sudor, pero agregado a esto estaba una atormentadora necesidad de volver a casa, a Seúl, a Key. No fue hasta que lo había tenido debajo de él en la cama, hasta que había sentido la suave calidez de su cuerpo envolviéndolo, que había por fin sido capaz de relajarse.


Había caminado a través de la puerta del departamento y el deseo lo había golpeado como un porrazo, bajo y fuerte. Key había levantado la mirada con su acostumbrada sonrisa, sus oscuros ojos tan calmos y serenos como un estanque sombreado, y su salvaje estado de ánimo se había desvanecido, caminar a través de aquella puerta había sido como caminar dentro de un santuario para encontrar a un doncel  hecho especialmente para él, Key le había servido un trago y se había acercado a él, y él había olido la dulce esencia de su piel que siempre se adhería a sus sábanas, la esencia que había estado enloquecedoramente ausente en la ropa de cama del hotel, la ferocidad del deseo que se había adueñado de él aún lo dejaba un poco conmocionado esta mañana.


Key,él había notado esa serenidad, y la sensual esencia de Kibum, desde el primer día cuando lo había contratado como su secretario. Lo había querido desde el principio, pero había controlado su deseo sexual porque no había querido ni necesitado aquella clase de complicación en el trabajo, gradualmente, sin embargo, la necesidad se había hecho más fuerte, hasta que se había convertido en una insoportable necesidad que lo atormentaba día y noche y su control había empezado a desmoronarse.


Kibum se veía como miel, y el se había estado volviendo loco queriendo saborearlo, tenía sedoso, oscuro cabello castaño, y ojos del color de la miel oscura, incluso su piel tenía una tersa, cálida, tonalidad de miel, nunca sería vistoso, pero era tan agradable a la vista que la gente continuamente se volvía a su paso y aquellos ojos de miel siempre habían sido cálidos y serenos e invitantes, hasta que finalmente él había sido incapaz de resistir la invitación. El frenesí de aquella primera noche aún lo sobresaltaba, incluso en recuerdos, porque nunca había perdido el control, hasta entonces; lo había perdido con Key, profundamente dentro de sus calientes, dulces profundidades, y a veces sentía que nunca lo había reencontrado.

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