Doloroso pasado

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Key tuvo una mala noche, no pudo dormir; a pesar de que no había esperado dormir bien, tampoco había esperado yacer despierto durante horas, mirando fijamente el oscuro techo y doliéndole físicamente ante el espacio vacío a su lado. Minho había pasado muchas noches lejos de él antes, en sus numerosos viajes de negocios, y él siempre se las había arreglado para dormir, esto, sin embargo, era diferente, un vacío del alma así como de espacio, había sabido que sería difícil, pero no había sabido que le dejaría este distorsionante, enorme dolor en su interior. A pesar de sus esfuerzos, había llorado hasta que su cabeza había empezado a palpitar, e incluso entonces no había podido detenerse, era puro agotamiento lo que finalmente había terminado las lágrimas, pero no el dolor, estuvo con él, sin menguar, a través de las largas y oscuras horas.

Si así era como sería el futuro, no sabía si podría soportarlo, aún con el bebé, había pensado que su hijo, inconmensurablemente precioso, le traería cierto consuelo por la ausencia de Minho, y sin embargo eso podría estar tan lejos en el futuro que era una vacío consuelo ahora. No podía sostener a su bebé en sus brazos ahora mismo, y pasarían cinco largos meses antes de que pudiera.

Se levantó hacia el amanecer sin haber dormido en lo absoluto, y preparó una jarra de café descafeinado. Hoy de todos los días necesitaba el puntapié de la cafeína, pero su embarazo lo prohibía, hizo el café de todas formas, esperando que el ritual engañara a su cerebro a un estado de alerta, luego se sentó ante la mesa de la cocina con una gruesa bata puesta por comodidad mientras sorbía el líquido caliente.

La lluvia goteaba sigilosamente por las puertas de vidrio de la terraza y saltaban en diminutos chapoteos sobre las empapadas piedras, tan bueno como había sido el día anterior, el caprichoso clima de abril se había vuelto frío y húmedo como un tardío frente frío que entraba rápidamente. Si Minho hubiera estado allí, habrían pasado la mañana en la cama, acurrucados en la calidez de los cobertores, explorando perezosamente los límites del placer.

Tragó dolorosamente, luego inclinó su cabeza hacia la mesa cuando la pena brotó abrumadoramente otra vez, a pesar de que sus ojos se sentían arenosos y en carne viva de tanto llorar, parecía que aún había lágrimas, todavía tenía una inexplorada capacidad para el dolor.

No oyó que la puerta se abría, pero el sonido de pasos sobre el piso de baldosas lo hizo ponerse de pie de un tirón, enjugándose el rostro precipitadamente con el dorso de las manos. Minho permaneció ante él, su oscuro rostro desolado y marcado por el abatimiento, aún llevaba la misma ropa que tenía el día anterior, notó él, a pesar de que se había echado encima una chaqueta como protección contra la lluvia, evidentemente había estado caminando, porque su cabello negro estaba pegado a su cabeza, y arroyuelos de humedad corrían por su rostro.

"No llores," dijo con un crudo, anormal tono.

Key se sintió avergonzado porque lo hubiera descubierto llorando, siempre había procurado esconder cualquier asalto de emoción de él, sabiendo que lo harían sentir incómodo. Ni lucía su mejor aspecto, con sus ojos hinchados y húmedos, su cabello aún despeinado por una noche inquieta, y envuelta desde el cuello hasta los pies en una gruesa bata. Un querido siempre debía estar bien arreglado, pensó irónicamente, y casi estalló en lágrimas nuevamente.

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