1. Su Mundo

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Sonaba una increíble canción de ambientación, los instrumentos narraban a la perfección la terrible y épica batalla que se desarrollaba alrededor del muchacho

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Sonaba una increíble canción de ambientación, los instrumentos narraban a la perfección la terrible y épica batalla que se desarrollaba alrededor del muchacho. Estaba de pie, en una gran roca de dos veces su tamaño, observando el horizonte repleto de enemigos que se aproximaban a gran velocidad.

La batalla tenía tiempo de haber dado inicio, la mayoría de sus soldados habían sido derrotados y él se limitaba a ver a sus asesinos acercarse. Cuando la horda estaba a unos veinte metros, su mano comenzó a dirigirse a la empuñadura de la gran espada que reposaba en su espalda; la tomó con fuerza apretando su puño y comenzó a desenvainar, el reflejo del sol y del cielo rojizo se mezclaba en la hoja como si de un espejo se tratase. Ya estaban cerca, podía oler la putrefacción que desprendían sus enemigos no humanos, solo los separaban unos cuantos pasos, el muchacho ya había blandido su arma y dirigido el filo hacia la salvaje horda que se le aproximaba. Se preparó para dar un salto justo cuando la épica melodía se detuvo y fue reemplazada por un repique telefónico.

El muchacho reparó en su alrededor. Ya no había un gran ejército solo uno que otro transeúnte distraído en sus problemas personales, las montañas de cadáveres fueron remplazadas por montones de hojas secas, el árido campo de batalla por un fresco parque con varios árboles y césped recortado, el cielo rojizo por un atardecer un poco gris. Flexiono el brazo con el que hace un segundo sostenía una gran espada, y procedió a meter su mano al bolsillo de su bermuda beige para tomar su teléfono y contestar la llamada que había interrumpido a su imaginación.

—Mica ¿Dónde estás? —le reclamo una voz femenina desde el auricular.

—Pues... paseando un poco con Excalibur. —respondió el chico mientras buscaba a su perro con la mirada.

—Ya hace una hora y media que saliste, te estamos esperando. ¡Dijiste que te encargarías de comprar el pan!

—Eeeh... si... y eso hice —mintió —... Solo que Excalibur se sentía un poco mal y tuve que traerlo de nuevo al parque. —vio que el perro, un gran labrador dorado ya un poco viejo, lo vigilaba desde la sombra de un árbol. Estaba acostado y con cara de cansancio, solo él sabía cuánto tiempo llevaba allí viendo a su dueño soñar despierto.

—Bueno, ¡Entonces regresa! ya es tarde, queremos cenar y es peligroso que estés en la calle. —respondió de forma severa la voz que pertenecía a su madre.

—Sí, ya voy... —concluyó Mica antes de colgar la llamada. Se quedó unos segundos viendo a su viejo perro, casi siempre le sucedía lo mismo, su madre decía que tenía un nivel de distracción increíble y que eso lo perjudicaría tarde o temprano; siempre que le sucedía un percance en los estudios, ella sacaba a relucir dicho "trastorno" en cambio su padre solo decía que tenía mucha imaginación... A él no le importaba cuál de los dos tenía más razón, quizás ambos andaban en lo correcto, lo único que sabía era que cuando se transportaba a "Su Mundo", como lo llamaba su hermana mayor, se sentía feliz. Era tan perfecto alejarse de todos los problemas de esa aburrida vida cotidiana que tenía que soportar, y vivir una vida más... prometedora.

La Balada de Omega: Primeros AcordesWhere stories live. Discover now