10. Acero Negro

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La lluvia caía a raudales, helada. Su capa hacía un ruido ensordecedor; si seguía allí unos diez minutos más de seguro su cabeza explotaría... o quizás se congelaría antes, gracias a la aterradora ventisca que lo azotaba en aquella azotea de un edificio comercial, ciento ochenta pisos por encima del asfalto. Sabía cuál era su misión: apoderarse de un influyente tesoro milenario, el cual se encontraba en posesión de un inútil, pero acaudalado, pez gordo, de esos que tenían tanto dinero como para comenzar a gastarlo en baratijas "coleccionables". Zacarias, creía recordar que era el nombre del viejo inversionista dueño de la edificación en la que se encontraban, y que el objeto que debían recuperar era un tal "Ojo de Gorgona".

        —Entonces... ¿Qué haremos? —preguntó Dragoon, su voz era amortiguada por el viento, la lluvia y la bufanda que usaba para cubrir la mitad de su rostro de dichos factores.

        —Entramos, buscamos el Ojo de Gorgona y salimos... no creo que un viejo nos de muchos problemas —le respondió Master con su tono de voz de liderazgo habitual.

        Swordman, en lo único que pensaba, era en Archer, quien estaba alejada del grupo, sabía que se encontraba molesta con él pero no el porqué,  y eso lo tenía eufórico... Era eso, ¿Cierto?, desde que vio a Master sus pensamientos eran confusos y difuminados... no podía controlarse. Vio el trozo de tela desteñido que envolvía aquel delicado cuerpo y lo protegía del clima extremo, ondeando violentamente por las salvajes ráfagas de viento... "Mátala", el chico se estremeció, comenzaba a escuchar el cascabel a lo lejos y voltio en dirección del sonido, esperando ver la extraña figura con la guadaña, pero no había nadie ¿De dónde salió esa voz? "Mátala" ¿Estaría imaginando cosas?, ¿Estaría soñando?... "Mátala". Su mano descendió lentamente a su cintura, buscando la empuñadura de su arma, una espada retractil; muy popular entre los mercenarios de esa época por su tamaño compacto al estar enfundada. "Mátala". Con la vista buscó entre sus compañeros a alguien, sin saberlo, sin meditarlo. Los observo a todos, cada uno pendiente de cosas distintas: Cleric observaba su nuevo escudo, Dragoon trataba de cubrir su cuerpo del viento, Archer veía el cielo gris y Rogue la veía a ella... Master se... "Mátala". Con un pequeño movimiento de muñeca ésta se abrió como una navaja, dejando a la vista una hoja bastante afilada. "MÁTALA". Avanzó violentamente, todo sucedió muy rápido, no le dio tiempo de reaccionar a ninguno del grupo, hasta que vieron la hoja bañada de sangre atravesando el estómago de la chica.


No supo cuándo había desenfundado, no recordaba haberse movido y mucho menos haber atacado a su pobre compañera, que ahora, arrodillada, sufría unas sangrientas arcadas... solo recordaba el sonido del cascabel.

        "¿Que has hecho?" "Oh, por dios" se escuchaban todo tipo de exclamaciones en el ambiente pero él estaba anonadado, no podía comprender que era lo que sucedía, ni el porqué. Lentamente y tembloroso retiró la espada haciendo que la herida empezara a sangrar mucho más. Observó como la chica volteaba su cabeza lentamente hasta lograr hacer contacto visual, en sus ojos no se veía miedo... solo confusión. Trastabilló y cayó sentado al piso, finalmente el pánico se apoderó de él.

        —¡Ahhhhhhh! —gritó Archer justo antes de salir corriendo en dirección a una puerta que daba a las escaleras del edificio. Nadie hizo el ademán de seguirla, ni siquiera con la mirada. Todos tenían la vista clavada en los protagonistas de la extraña escena que acababa de suceder.

        De pronto, un terrible dolor de cabeza lo atacó, sentía como si se la estuvieran aplastando... Escuchó algo similar a un latido cardíaco, luego otro, y otro, la vista se le nublaba. En cuestión de un par de segundos todos terminaron arrodillados en el piso con las manos en la cabeza, tratando de resguardarse del dolor tan intenso, al parecer no era él la única víctima. Todos, excepto Master, ella seguía en la misma posición, apoyándose débilmente sobre sus manos, para no caer al suelo ensangrentado, con la mirada dirigida al tembloroso Swordman. Escuchó algo más... parecía como si un vidrio se hubiera roto dentro de su cabeza. Todos gritaban de agonía pero ninguno escuchaba a los demás, sus sentidos no reaccionaban a otro estímulo que no fuera el dolor insoportable.

La Balada de Omega: Primeros AcordesWhere stories live. Discover now