Viktor Nikiforov

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Desperté y lo primero que vi fue el techo. Blanco. Parpadee un par de veces y miré a mi alrededor. A mi derecha se encontraba Yakov. Me sonrió cuando vio que había recuperado la conciencia. Me moví un poco, intentando hablar, sintiendo mi boca pastosa y seca. Quería beber un vaso de agua con urgencia.

Noté que Yakov decía unas cuantas palabras ininteligibles, creo que estaba llamando a alguien. Al cabo llegó una enfermera, quien anotó los números que marcaban los aparatos a los que estaba conectado y salió.

­— ¡Vitya! – exclamó con alegría. Pocas veces frecuente en él.

Me incorporé lo mejor que pude, quedando casi sentado, mientras miraba mis piernas. Podía moverlas con libertad, lo que significaba que no me había fracturado o me faltaba algo. Eso me alivió. Después de eso miré a Yakov. Quizá Yakov no era muy expresivo, pero notaba sus facciones más relajadas y una alegría que pocas veces podía notar.

—Yakov – susurre apenas – ¿Qué me sucedió? – pregunté de pronto, tocando la venda que estaba alrededor de mi cabeza

—Te golpearon la cabeza y estabas muy mal, Vitya – me explicó sin muchos detalles. La verdad no recordaba haberme golpeado ni tampoco estar tan mal. El olor a hospital comenzaba a marearme. Demasiado alcohol y medicinas juntas en un solo sitio.

Me llamo Viktor Nikiforov, tengo 18 años y soy considerado uno de los mejores patinadores de Rusia. He ganado muchas competencias en la categoría Junior. Me atrevo a decir que la mayoría, desde que hice mi primera participación a los 14 años en la categoría Junior. De ahí he ido ascendiendo hasta donde me encuentro ahora. Voy por mi segundo Grand Prix. El año pasado gané el oro, situándome entre los mejores y más jóvenes en conseguir una medalla de oro. Hace seis meses que gané el torneo europeo y después de eso entré en automático al circuito del Grand Prix. Toda una hazaña si consideramos el tiempo que me tomó hacer ambas cosas.

Pero no es momento de hablar de mí, sino de lo que hago en un hospital. No recuerdo que sucedió exactamente. Estaba en mi habitación, cuando de repente todo se volvió borroso, confuso y comencé a escuchar voces. Pero ninguna decía nada que pudiera ayudarme. Sólo recuerdo una voz, llamándome. Sonreí al recordar esa voz, suena amable, tranquila y muy dulce. Yakov se me queda mirando y me pregunta si recuerdo algo. Por la sonrisa que puse, supuse que debió parecerle raro

—No, no puedo recordar nada – comenté, mirando la sábana de hospital. Blanca como todo el lugar.

—Quizá necesites distraerte un poco, eso te hará bien – me dijo Yakov, encendiendo el televisor – Hoy concursan los chicos de la categoría Junior, no hay mucho que decir sobre ellos – me dijo, cambiando los canales de la televisión que estaba adherida a la pared de enfrente.

Alce la vista y en ese momento se encontraban anunciando a uno de los patinadores que realizaría un programa libre de dos minutos y medio. No estaba de humor para ver ese tipo de cosas. Me recosté de nuevo. Pero algo llamó mi atención

— ¡Woah!, damas y caballeros estamos viendo a Yuri Katsuki realizar una rutina impecable de pasos – anunció de manera jubilosa uno de los comentaristas que grababan al chico patinar.

Un muchacho de cabello negro, piel clara y bonitos ojos marrones. Patinaba con un traje azul con blanco y se movía con gracia y elegancia. A pesar de que no clavaba algunos saltos, sus pasos y movimientos podían llegar a hipnotizarte. Un toe loop doble y un triple Axel sencillo. Salieron perfectos. Sonreí. Ese chico no patinaba nada mal. Me dio una sensación de confort y alivio el ver su rutina. Podría jurar que estaba haciendo música con su cuerpo. Una música indescriptible y bella, que llenaba cada rincón de mi alma, con una sensación de paz y una gran calidez sembrándose en mi pecho. Era algo indescriptible que hizo a mi corazón latir con un poco más de fuerza de la habitual.

Missing [En Edición] (Completa) Où les histoires vivent. Découvrez maintenant