Capítulo 5: Más competencias que limpieza.

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Abby.

— ¿Cuando vas a despertar? —pregunto a la vez que lo golpeo con una almohada en su espalda.

— Cinco minutos más, mami...

Hoy es sábado, ¿saben lo que significa eso? Sí, que tenemos que ir a limpiar el instituto. Pero solamente limpiaríamos el comedor, ya que logré convencer al señor Frederick sobre que no me metería en más problemas en lo que resta del año. Claramente lo hice por mi y por mis amigas pero, Steve prometió lo mismo salvando a sus amigos. Maldito copión.

— ¡Despierta ya, Michael! —digo mientras lo golpeo nuevamente.

Es mi estúpido hermano mayor. Y se supone que debe ser mucho más responsable que yo, lo cuál es mentira. Yo soy mucho más responsable que él, claramente.

— ¿Qué quieres, enana? —gruñe Mike mientras se acomoda boca abajo.

— Tenemos castigo, duh —entorno mis ojos.

— Pues, ¿qué esperas para ir?

— Hablé claramente en plural, idiota. Ambos tenemos castigo ¿comprendes, listín? —elevo mis cejas.

Él sólo se limita a girar su rostro en mi dirección para enseñarme su lengua aún con sus ojos cerrados.

Paciencia.... Paciencia...

Sé que yo soy floja y que me cuesta levantar el trasero de la cama pero Mike, mi hermano, superó todos los récords.

— Mira, querido hermano, no sé si el cambio de horario te afectó la cabeza pero necesito que te levantes —aprieto mi mandíbula, él suelta un ronquido.— ¡Ahora!

— ¿Qué son esos gritos? ¡Por dios! —dice mi hermana mayor entrando a la habitación de Mike, vestida con un pijama coral de seda y un sartén en la mano ¿esta loca nos quiere golpear?— No dejan dormir.

— Tu dulce hermano no quiere mover el trasero para ir a cumplir el castigo que ambos tenemos —digo sacudiendo a Mike, el cuál sigue durmiendo.

Annahís —mi hermana mayor— frunce el ceño mirandome confundida. Su cabellera rubia está en una cola de caballo bastante alta, algunos de sus mechones de cabello sobresalientes están su rostro.

— ¿Castigo? —asiento.— ¿Qué hicieron?

Entrecierra sus ojos verdes, la verdad es que me encantan sus ojos. Son verdes y luego se tornan celestes, como los de mis padres. Es muy difícil para mi explicar de que color son sus ojos la verdad, pero con mi hermano y mis padres siempre debatimos de que color son realmente los ojos de Ann, si verdes agua o celeste. Claramente yo estoy en la primera categoría con mi padre.

— Nada importante... —dice Mike con voz ronca.

— Oh, tú sólo levanta el trasero maldito flojo —digo volviendo a pegarle con la almohada, pero ésta vez en su cabeza.

Miro a Ann que se encuentra parada en el umbral de la puerta haciendo una mueca y cruzada de brazos sobre su abdomen.

— ¿Me quieres ayudar? —le pregunto mientras tiro del brazo de Mike. Al parecer, mi dulce hermano tiene una especie de imán que le prohíbe despegarse de la cama. No les negaré que yo también soy así algunas veces.

— Mmm... —piensa apretando sus labios.— No.

Suelto un bufido para luego pasar mis manos por mi rostro, termino por posar mis manos en mi cintura.

— ¿Y que me recomiendas que haga? —arqueo una ceja mientras trato de echarme aire con mi mano, aunque se que no funcionará. Los jeans azules que tengo puesto y la remera color vino me están sofocando.

Escuadrón Anti-Chicos© (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora