Adiós

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Había llamado a Zeff la noche anterior y aunque no sonaba muy feliz confirmó su visita para alrededor de las 10 de la mañana, para lo cual faltaba cerca de media hora, me sentía más tranquilo, pero mi madre apenas me había dirigido la palabra, no la quería interrumpir, yo no tengo hijos así que no se bien lo que se siente, por eso prefería callar y esperar, además, ahora tenía otra persona en quien pensar, tal vez alguien que no reaccionaría tan bien como mi madre, Zoro.

Aun no venía a visitarme, bueno no es raro ya que es una marmota dormilona, en realidad, no quería verlo, no aun, primero debía pensar bien que decirle, pero la razón mas grande era por su contestación del día anterior, aun no se me quitaba el dolor que había infringido en mi corazón.

Después de un rato oí el timbre de la puerta, me asomé por las escaleras y vi como mi madre abría y se quedó un rato mirando al viejo, le hizo pasar y una vez ya sentados en la sala decidí subir a mi habitación, necesitaban conversar a solas.

Pasó cerca de dos horas cuando escuché a mi madre llamándome desde el inicio de las escaleras, tomé aire y bajé, apenas la vi me sorprendí, no se que no más le haya dicho el viejo, pero de algo estaba seguro, había sido suficiente para que ella volviera a sonreírme y que todo el ambiente se sintiera más relajado.

Fuimos hacia Zeff y me extrañé aun más, el viejo zorro estaba sonriendo, no era muy grande pero ya era algo, apenas me vio intentó volver a su actitud de siempre, pero sus ojos aun mostraban aquella sonrisa.

-mañana salimos a las 8 de la mañana, ya informé a la compañía y estuvieron de acuerdo con la condición de que si haces algo malo yo deberé responder ante eso ya que eres menor de edad, nos darán un departamento para dos personas sin gastos adicionales, y aparte del salario y seguro médico conseguí un tutor privado para que te enseñe el lenguaje de allá y un permiso para que trabajes según como se acomoden tus horarios del colegio- dijo Zeff.

-Yo te mandaré lo que cueste la mensualidad del colegio, pero nada más, como vas a trabajar sacarás para tus cosas personales, así lo hemos decidido- dijo.

-está bien madre, yo me pagaré lo demás- sería bueno, así aprendería a independizarme de a poco –y no te preocupes viejo, no causaré muchos problemas- dije riendo divertido del tic que le dio en el ojo.

-...bueno, yo me retiro, aun debo hacer varias cosas antes de partir, nos veremos mañana en el aeropuerto mocoso, señora- dijo cordial al despedirse.

-si y gracias por haber venido- contestó la mujer amablemente.

Una vez se fue dije –iré a preparar la maleta- un poco preocupado de que la expresión de mi madre cambiara, pero no fue así.

Alegre me dijo –si hijo, ve, en un momento te llamo para que bajes a comer-.

Después de eso simplemente subí a mi habitación y empaqué todo lo que más pude, siendo ya la 1 de la tarde mi madre me llamó, bajé y en medio del almuerzo salió a la plática el nombre de cierto marimo, según mi madre llegaría pronto y que debía hablar con él e informarle de mi decisión. Tras esto subí de vuelta y seguí empacando por unos minutos, cuando sin darme cuenta alguien entró a mi cuarto.

-¿Qué haces?- escuché, no hacía falta verlo para saber quien era.

-acaso no lo vez, estoy empacando- respondí sin voltear a mirarlo.

-¿Por qué?- su voz sonaba algo temblorosa.

-Normalmente cuando uno empaca es para irse a algún lugar- contesté, mi voz sonaba seca, debía ser fuerte y no dudar, después de todo no hacía esto solo por mí, también lo hacía por él.

Una Vida ContigoWhere stories live. Discover now