Capítulo 4

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Joshua había intentado con todas sus fuerzas borrar de su mente al extraño chico del metro, o al menos de no pensar en él. De verdad que sí. Se había asegurado de no dejarse más de treinta segundos con sus pensamientos, porque, se conocía, si dejaba a su mente divagar terminaría recordando el olor a mandarinas de la tarde anterior.

Por la mañana no había tenido ningún problema; el típico ajetreo mañanero había mantenido a su adormecida mente ocupada el suficiente tiempo como para no pensar en ello hasta la hora del almuerzo. En ese momento, mientras esperaba que Hansol terminara de recoger sus cosas para ir a comprar algo en la cafetería, apoyado contra una de las mesas, no había controlado sus pensamientos. Había pasado de las clases que tenían después del descanso a las tareas de la casa que le tocaba hacer ese día; eso le había recordado que su madre le había pedido que se pasase por la frutería para renovar sus reservas de cítricos, y ese pensamiento le había llevado directamente al chico del metro. Es curioso, pensó, como ahora relaciono una fruta con una persona. Por suerte, para ese momento Hansol ya había terminado de guardar y recoger, y podían ir a la cafetería.

Por la tarde le había costado más concentrarse. Las dos horas que habían tenido después de comer habían sido normales, él estando demasiado concentrado en sus apuntes y en las palabras del profesor como para pensar en cualquier chico afrutado, pero después de eso su tutor había faltado y se habían pasado toda una hora haciendo nada. Joshua había sacado su libro con la firme decisión de descubrir qué ocurría con el pescador, pero enseguida sus ojos comenzaron a recorrer las palabras sin que su cerebro procesara nada. Seguía pensando en ese chico. Al principio se había querido regañar a sí mismo por dejarse distraer con tanta facilidad, siendo la quinta vez que leía la misma frase, pero pronto se tranquilizó buscando una explicación: era normal pensar en ello, ¿no? Después de todo, aunque no hubiera pasado nada, la de la tarde anterior había sido una situación extraña. No todos los días se te acerca un chico como si te fuera a comer en medio de un vagón de tren.

Esos pensamientos le habían tranquilizado (y le habían hecho sentir menos culpable) hasta la hora de salida del instituto. Mientras caminaba hacia la estación dejó la mente en blanco, pensando en todo y en nada a la vez. Sus pies se movían solos, y solo cuando comenzó a bajar las escaleras y tuvo que sacar la tarjeta de metro su cerebro pareció despertar. Pasó por los controles y esperó a que el tren llegara, pensando en la mancha de zumo que tendría que sacar de su camisa gracias a la gracilidad de Seokmin. Luego pensó en que su madre seguramente cocinaría carne asada para cenar, y luego en Minghao, que últimamente parecía muy perdido, y entonces llegó el tren y miró la hora en su reloj de muñeca, y decidió dejarlo pasar. Podía esperar cinco minutos para el siguiente. No tenía ninguna prisa. Podía esperar al siguiente tren, que, casualmente, llegaría a la misma hora que el del día anterior. Casualidad.

Mientras esperaba a que el siguiente tren llegara, su mente le traicionó en vez de volver a perderse un rato. ¿No lo tenía ya todo bajo control? ¿Entonces por qué volvía a pensar en ese par de ojos oscuros, y en ese pelo negro (que, por cierto, tenía pinta de ser muy suave), y en esos labios (entreabiertos por la sorpresa cuando se bajó del tren de repente), y en ese olor de mandarinas? Probablemente porque estaba enfermo. Rápidamente se dio cuenta -y es que Joshua no era tonto, y no le gustaba engañarse a sí mismo- que deseaba volver a encontrarse con ese chico. Al menos para saber por qué le había mirado de ese modo la tarde anterior, por qué se había acercado a él, por qué parecía tan ansioso por estar a su lado.

El siguiente tren llegó. Las puertas se abrieron delante de él, la gente bajó, otra tanta subió, y tras poner un pie en el tren recorrió el vagón con la mirada. No estaba. El chico de la tarde anterior no estaba.

¡Pues claro que no estaba! Menuda tontería. Seguramente no había sido nada. Lo más probable es que le hubiera confundido con otra persona, o que tuviera algo en el pelo y quisiera decírselo, o que necesitara preguntarle por indicaciones... O algo así. No había ninguna razón por la que un desconocido debería acercarse a otro desconocido con intenciones más profundas que esas. Ese final era mucho mejor. Menos problemático. Podría dejar de comerse la cabeza.
...Y, sin embargo, se sentía decepcionado; como si le hubieran prometido una gran película de acción y al final solo fuera una pequeña y corta explosión, sin trama ni final que pusiera la piel de gallina.

De todos modos, siguió pensando, podría estar en cualquier otro vagón. Es decir, ¿quién se asegura de subirse al mismo tren y a la misma hora dos días seguidos?

Pues tú, se dijo a sí mismo.

Suspiró y se sujetó a la barra, pero no sacó su libro. No tenía ganas de leer la misma frase una y otra vez.

Podría ser peor ♥ JunShuaWhere stories live. Discover now