Capítulo 5

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La tarde anterior había sido como un balde de agua fría para Joshua. Apenas pensó en el chico del tren durante el día, puesto que por la mañana misma, mientras bebía su zumo de naranja, se había dado cuenta de lo ridículo que estaba siendo. Pero no era un "se había dado cuenta" como los "se había dado cuenta" del último par de días, sino un "se había dado cuenta" real, de esos que al principio te sientan mal pero que al cabo de un rato te permiten respirar con tranquilidad otra vez. Es como cuando crees que te has olvidado de hacer los deberes, pero recuerdas que eran para la semana próxima y dejas de preocuparte. Algo así, ya que él siempre hacía los deberes antes de tiempo.

Después de salir del instituto recibió una llamada de su padre, y después de una escueta conversación, le recordó con alegría que a partir del lunes siguiente ya no tendría que volver solo a casa. Eso hizo que Joshua se detuviera en medio de la calle. Era cierto. Ese era su último día viajando en tren. En realidad se alegraba, no tendría que despertarse tan temprano ni que verse apretado contra gente que no conocía de nada. Reanudó su caminar y al cabo de un minuto y medio cortó la llamada con su padre. De repente se sentía como cuando tienes muy poco tiempo para terminar un trabajo y empiezas a ponerte nervioso porque sabes que lo más probable es que no puedas lograrlo.

Basta ya con las metáforas de estudio, ¿no?, se dijo a sí mismo mientras bajaba las escaleras de la estación de metro.

Esperó el primer tren. Era temprano, pero le daba igual. Cuando llegara, subiría al vagón y se iría a casa, haría los deberes, y luego ayudaría a su madre a hacer la cena. Y al final se iría a la cama, con su cómodo pijama, y con nada en la mente excepto la graciosa expresión que había hecho Hansol al atragantarse con su batido de chocolate. Suspiró profundamente y retrocedió un paso por seguridad cuando el tren llegó, y esperó a que se detuviera del todo. Se apartó para dejar salir a las personas de dentro, esperó a que subieran todos los demás, y puso un pie en el vagón, dispuesto a entrar... Pero algo lo detuvo. Una mano en su muñeca que tiró de él y le hizo retroceder. Se giró, muy sorprendido, y abrió mucho los ojos al ver delante de él, a menos de un metro, al chico. Al chico del tren, el chico de las mandarinas, el chico, como fuera. La cuestión es que estaba ahí.

Tragó saliva pesadamente, y por el movimiento de su manzana de Adán pudo ver que el desconocido hacía lo mismo. Estaba sin palabras. No podía apartar la mirada de sus ojos, tampoco. Cuando él abrió la boca para decir algo, Joshua se percató de que aún no le había soltado. Y también se percató de que no le molestaba.

—Yo... —comenzó a murmurar, notándose mucho más nervioso que hacía apenas unos segundos. Por lo visto acababa de procesar lo que había hecho. A sus espaldas, las puertas del tren se cerraron y lentamente comenzó a coger velocidad, hasta desaparecer por el túnel. —Lo... lo siento. Te he hecho perder el tren. —Joshua negó levemente con la cabeza para hacerle entender que no era importante. Quiso decir algo como para reafirmar su gesto, algo como "Enseguida llegará otro", pero su garganta estaba seca. —Pero... de verdad que no podía dejarte ir.

Wow, esas palabras le habían pillado desprevenido. Seguramente se notó en su rostro, porque el chico pareció ponerse más nervioso. —¡No, no es lo que quería decir! Eso ha sonado muy siniestro, ¿verdad? Probablemente pensarás que soy un tipo raro con problemas para respetar el espacio personal de la gente. —murmuró, para luego soltar su muñeca y pasarse las dos manos por el pelo.

—No creo que seas un tipo raro. —respondió Joshua con un tono amable, puesto que ya había vuelto a conectar neuronas y podía hablar normalmente.

Esa respuesta pareció tranquilizar al otro chico, que suspiró quedamente y, de nuevo, se lo quedó mirando durante largos segundos. Susurró algo en un idioma que no reconoció y que de todos modos no alcanzó a oír, y respiró hondo. —Es solo que he estado viniendo a esta maldita estación desde hace cinco días, intentando encontrarte y hablar contigo, cada tarde a las seis y veinticinco salida Este y... —volvió a suspirar. —Bueno, ahora que te he encontrado no podía dejarte marchar.

Joshua estaba intentando procesar todo lo que le decía. Le parecía tierno y admirable a partes iguales, pero no siniestro, que era lo que seguramente el chico temía. —Y... —dijo en el tono más calmado que pudo encontrar en su registro de voces. —¿Para qué me buscabas? —preguntó sin querer sonar brusco, dejando entrever un poco la esperanza en su voz.

El chico lo miró fijamente durante unos largos seis segundos antes de responder. —Porque te vi, y pensé que tenía que conocerte. —dijo como quien habla del tiempo habiendo recuperado aparentemente el control de sus emociones.

Esta vez fue el turno de Joshua de suspirar quedamente. El corazón le galopaba en el pecho, podía sentir sus boomboom's en las sienes y casi le temblaban las rodillas, pero tenía claro que no había un lugar en el que pudiera estar mejor.

El chico tendió una mano hacia él tentativamente, como si no estuviera del todo seguro de que los protocolos formales habituales funcionaran en esa situación. —Yo... Me llamo Junhui. —se presentó.

Él aceptó su mano y la estrechó suavemente. —Joshua.

Volvieron a quedarse unos segundos en silencio, sin soltar sus manos. Luego, Joshua tuvo que exponer en voz alta la pregunta que llevaba luchando por salir desde hacía un rato. —Tú... ¿De verdad has vuelto solo para encontrarme?

Junhui (qué agradable era poder ponerle un nombre por fin) no pareció sorprendido por su pregunta. —Cada día. —admitió asintiendo. —Me he perdido algunas clases de judo. —sonrió de lado, dejando claro que no le dolía demasiado la pérdida.

—Lo siento, no era... —comenzó a disculparse Joshua, aunque no tuviera la culpa de nada, pero Junhui le detuvo con un gesto de mano y negando con la cabeza levemente.

—No te aflijas. Tenía que hacerlo. Tenía que encontrarte.

El corazón de Joshua dio un vuelco una vez más. Eso había sonado demasiado a película romántica como para quedarse indiferente. Respiró hondamente y, finalmente, soltó la mano de Junhui. Este pareció reaccionar y volvió a hablar. —¿Estudias en ese instituto tan enorme al final de la calle? —preguntó mirándolo con una intensidad que pilló a Joshua desprevenido.

Asintió con la cabeza, y Junhui le imitó. —Pero es la primera vez que te veo. Es decir, a parte de cuando me acerqué a ti en el tren. —hizo una pausa y apretó los labios, como si le diera vergüenza recordarlo. —Siempre cojo el mismo tren y te habría recordado de habernos encontrado antes...

Joshua sonrió levemente, comenzando a aprender a sobrellevar sus frases edulcoradas y pensando que podría acostumbrarse a ellas. —Normalmente me lleva mi padre en coche, pero esta semana no podía. —resumió. No podía porque él mismo no le había dejado, pero ese era un detalle sin importancia que no tenía por qué conocer Junhui. —Hoy es el último día que vuelvo en tren. —añadió sin ser demasiado consciente de lo que eso significaba hasta que vio la desilusión llenar el cuerpo de Junhui.

—Oh. Ya veo. —murmuró.

Joshua abrió mucho los ojos y se apresuró a corregirse, dándose cuenta del significado de sus palabras y también de que no quería volver a usar el coche de su padre. —Pero no me importaría que se volviera una costumbre. Ir en tren, quiero decir. —se relamió los labios con nerviosismo, inseguro. Pero Junhui parecía tremendamente feliz.

—¿De veras? Porque, bueno, si tú quieres, me encantaría, ehm, ya sabes, conocer un poco más al chico que he estado buscando durante una semana. —balbuceó con nerviosismo y una sonrisa un tanto tímida que fue directa al corazón de Joshua.

Sonrió ampliamente y asintió con la cabeza. Junhui le imitó.

—Entonces... Bueno, no quiero que suene siniestro o algo así, pero sé cuál es la estación en la que bajas, —dijo rascándose la nuca y mirando el tren que comenzaba a detenerse detrás de ellos. Joshua se sorprendió al oír el ruido, y volvió a sorprenderse al darse cuenta de que había olvidad por completo que estaba en la estación esperando por el tren. —y no queda demasiado lejos de la mía, así que, si no te molesta... ¿Puedo acompañarte a casa? Si quieres, claro.

Joshua sabía que el sentido común dictaba que no confiara en un desconocido; no debería estar hablándole, mucho menos invitarle a saber la localización exacta de su casa. Y sin embargo, sonrió.

Junhui sonrió de oreja a oreja. —¿Eso es un sí?

Joshua solo sonrió aún más.

Fin

Gracias por leer ♥

Podría ser peor ♥ JunShuaWhere stories live. Discover now