Capítulo dos.

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Mamá me arrastra por toda la casa como si nunca hubiese estado en ese lugar, señala cada pequeño espacio diciendo la forma y el horario en que debía limpiarlo. Al principio creí que papá iría a salvarme, pero él solo tomó el otro brazo libre y también tiró de mí para recalcarme que cuide sus cosas.

—Debe ser con un paño húmedo, pero no tan húmedo —dice con insistencia—. Lo pasas de izquierda a derecha para no dejar marcas... ¡Y debe ser el paño azul, azul marino!

¡¿Desde cuándo eres tan delicado, papá?! Creo que la edad lo está poniendo quisquilloso, porque los padres que recuerdo no tenían una dirección para limpiar las cosas. Debo contenerme para no decirles que tal vez les llegó la cuarta menopausia, esa donde sufres estos síntomas.

—Es una pena que no haya traído algo donde escribir esto —suspiro al soltarme de ellos—. Porque es mucha información, importante, claro.

Estoy a punto de esconder mis manos dentro de los bolsillos cuando ambos me tienden unos pergaminos. Perplejo los tomo para examinarlos, es como una extensa lista de quehaceres... Un momento, eso es.

¡Soy su esclavo a partir de ahora! Y yo pensaba que aún sería libre unos años más.

—Esto es todo lo que debes hacer en el primer piso, y en el segundo —señala mamá—. Es prácticamente todo lo que te dijimos... Ah, y no entres a los cuartos de tus hermanos, ellos aún mantienen sus cosas ahí.

—Lily odia que rebusquen entre lo suyo —añade papá—. Grita y golpea muy fuerte aún, así que no te recomiendo mover algo siquiera unos centímetros.

Asiento, recordando los zapes que solía darme casi a diario. Creo que ella le dio una nueva posición a mi cerebro. Quien sabe, tal vez por eso estoy como estoy.

—No entraré a su cuarto —prometo alzando una mano.

—Tampoco entres al de Albus, está en proceso de mudanza y tiene todo perfectamente preparado para ello.

Entraré al cuarto de Albus.

No me miren así, el bullying entre hermanos es la muestra más pura de amor fraternal. Cada patada es un te quiero, y si le tiras un diente ya aseguras que darías tu vida por él.

—Comprendo, ¿algo más que deba hacer? ¿Invocar a un demonio mientras recito la breve historia del conocimiento muggle sobre las criaturas mágicas? La que, por cierto, no es tan breve.

Luego de mi tono sarcástico ellos me dedican una mirada de advertencia, por lo que cierro la boca de inmediato. Volvemos a bajar las escaleras, ahora en silencio incómodo -para mí, claro-, lo que casi me hace extrañar sus indicaciones de limpieza.

—Espero que no hagas una fiesta loca, James —suelta mamá justo cuando abría la puerta.

Expongo mi indignación abriendo los ojos de forma desmesurada y posando una mano en el pecho.

— ¿Cómo puedes pensar eso? Tengo casi veintitrés años, soy un adulto.

Ellos se mofan dudando sobre mi capacidad de "adulto", para luego acercarse y darme un gran abrazo. Y ahí, mientras era apachurrado como un jamón entre mis padres, pensé que eso de hacer una fiesta no sonaba tan mal. Una fiesta en el cuarto de Albus.

El taxi desapareció en la esquina, lejos de mi campo de visión. Metí una mano en el bolsillo trasero de mis jeans para sacar el celular, tecleé durante unos segundos y luego lo puse contra mi mejilla.

—Potter, algunos trabajamos hasta hoy, ¿sabes? —es lo primero que Gemma dice cuando atiende.

— ¿Cómo sabías que era yo? Dijiste que no me tenías agendado.

—Claro que te tengo agendado, como el imbécil que llora para bajarme las bragas.

Suelto una carcajada mientras cierro la puerta principal y camino hacia la cocina. Abro el refrigerador para echar un vistazo, ya sentía mis genes Weasley rugiendo por algo de comida.

—Es un nombre un tanto largo, ¿por qué no mejor...? —digo mientras saco un paquete, sonrío al notar lo que era—. Jamón ardiente.

Es cuestión de segundos para escuchar el inicio de una risa escandalosa que luego fue sofocada.

—Te odio por dejarme en ridículo ante medio Ministerio —me reprocha, aún en tono divertido—. Muy bien, jamón ardiente, ¿para qué llamaste?

Ruedo los ojos sin poder evitarlo, mientras abro el paquete con los dientes. En cuanto tengo un pedazo de jamón en mis manos voy directo a la sala para lanzarme al sillón.

—Te veo hoy en la noche.

—Ajá, eso es como un te desnudo y te follo duro hoy en la noche —me corrige, en tono sabiondo.

—Planeaba ver Diario de una pasión y pedirte matrimonio, pero si te apetece más lo otro... El punto es que quiero tu lindo traserito por aquí, porque lo prometiste.

Suelta un suspiro de exasperación.

—Ugh, Potter, eres insufrible, ¿por qué demonios te soporto?

—Por mi pelvis seductora —respondo y corto la llamada antes de escuchar sus graznidos.

¡Albus! Rompimos el muro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora