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El departamento era demasiado grande, por lo que el frío se colaba con facilidad. Fui a la habitación que había sido mi estudio y me emocioné al ver que estaba tal y como la había dejado, un poco más ordenado, pero lo que había sido mío seguía allí. Busqué en el armario y me alegré de encontrar las mantas, si iba a quedarme, solo quería esa habitación.

Cerré la puerta, recogí el black-out, fui al sofá y me acosté en el dejando mis zapatos a un lado. Saqué el celular de mi bolsillo y revisé mis redes sociales de manera rápida. Mi mejor amiga había subido nuevas fotos con su novio en su nuevo trabajo, mi hermana había publicado una imagen en honor a mis padres con un largo mensaje que debía ser hermoso. Puse el celular en el suelo y traté de dormir pensando en que no era solo sexo, aun cuando yo agonizaba por ello.

—Laila, despierta —escuché la voz de Samuel a lo lejos.

Abrí los ojos y me encontré cara a cara con él, tenía la cabeza ladeada y lucía sudoroso. Me incorporé para verlo mejor, traía una camiseta anaranjada neón, una sudadera negra y unas zapatillas Nike negras con anaranjado.

—¿A dónde vas? —le pregunté, restregándome los ojos.

—Más bien "¿de dónde vengo?" —rió—. Estaba en un partido de baloncesto.

—¿Juegas? —pregunté sorprendida.

—Sí —carcajeó—, no te sorprendas tanto.

—Perdón —sonreí—. ¿Qué hora es? —tomé mi celular del piso y desbloqueé la pantalla. Ya eran casi las 9 de la mañana.

—Tengo una cita médica a las 10, esperaba que pudieras acompañarme —dijo retrocediendo su silla de ruedas.

—¿Qué? No puedo —dije poniéndome de pie—. Estoy sin bañar y no me agrada la idea de ir así.

—Nana Emma encontró ropa interior tuya de aquella vez que te quedaste toda una semana —eso explicaba porque había perdido dos de mis conjuntos—. Están en el armario —lo abrió y sacó mis prendas de una gaveta.

—Bien —acepté mientras doblaba las mantas—, en ese caso me voy a bañar —Samuel se rió y no pude evitar preguntarle qué era tan gracioso.

—Pensé en pedirte que te bañaras conmigo —contestó de inmediato—, pero no quiero que te sientas mal, así que ve a bañarte.

—¿Sentirme mal? —pregunté confundida.

—Deja así —sonrió—. Báñate, yo voy a hacer lo mismo. Cuando salgamos de la cita iremos a comprar la ropa adecuada para esta noche.

—A propósito de eso, ¿irás?

—No, Laila. Soy un escritor anónimo, Sam Sly no existe, y Samuel Gross poco tiene que ver en las reuniones —dijo cuando salía—. Ahora báñate, te espero en 30.

Cerró la puerta tras de sí. Me metí en el baño que había en la habitación y traté de asearme de manera rápida. Salí emparamada y agarré una toalla que estaba en el mesón bajo el lavamanos para secarme, vi el cepillo de dientes que nana Emma me había entregado y se me hizo extraño que siguiera allí, aproveché y me lavé la boca. Me vestí de nuevo y decidí dejar uno de los conjuntos en el armario, por si al caso.

Samuel aún no había salido de su habitación así que fui a la oficina para buscar mi portafolio y mi bolso, en cuanto me hice a ellos, caminé hacía la sala. Mi teléfono estaba a punto de morir y decidí guardarlo en el bolso, era incensario. Minutos después, Samuel apareció frente a mí sentado en la silla eléctrica, llevaba un jean oscuro, una camiseta negra ceñida al cuerpo y unas Vans blancas. Demasiado guapo. Desayunamos algo alto en fibra y, al terminar, él fue a buscar algo mientras yo lavaba los trastes.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora