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—¿Cómo cuál le gusta?

—Yo de esto no sé Jorge, siempre uso jeans o pantalones...

—O sus vestidos años 50's —agregó riendo.

—Bueno, también mis vestidos pin-up —reí.

—¿Qué le parece un vestido línea A completamente blanco?

—Sí usted lo dice, yo le creo. Después de hoy confío, plenamente en usted.

Y sin más que risas, Jorge fue a buscar un vestido para mí mientras yo miraba los vestidos corte sirena que tenía en frente, sentí mi móvil vibrando de la nada y me alegré al ver que decía Desconocido. Por fin.

—Hola... —contesté con una sonrisa que le fue más que evidente.

—Hola —respondió riendo—. Voy para el aeropuerto.

—¿En serio?

—Sí, acabamos de terminar la última reunión que podía hacer. Es una caos. Llego pasada la media noche, me dijeron que volara mañana pero no puedo aguantar las ganas de verte. Te extraño demasiado, Laila.

—Te esperaré despierta. Me has hecho demasiada falta.

—Que bueno oírlo. ¿Dónde estás?

—El la casa de novias "Santa Rita de Casia", estoy con Jorge y Laila buscando su vestido de novia. .

—¿De... verdad?

—Sí —reí—. Viaja esta noche, pero me convenció de probarme uno, así que estoy esperando que me traigan uno y cumplir sus deseos.

—¡Vaya! Debes verte... demasiado bonita.

—No lo sé. A fin de cuentas no creo que vaya a usar uno —reí. De repente, Jorge apareció de la nada con un vestido blanco, de corsé ajustado, cubierto de encaje y con tirantes a la altura de los hombros—. Debo colgar, ya trajeron el vestido.

—Está bien. Nos vemos en casa esta noche.

—Te espero —y entonces él colgó—. Samuel regresa hoy.

—Ya lo sé señorita.

—¿Ya lo sabías?

—Me dijo esta tarde que trataría de tomar un vuelo después de la última reunión, le recomendé que viajara mañana en la mañana para que descansara pero él dijo que debía volver pronto. Diego lo recogerá en el aeropuerto, lo que no sé es la hora de llegada.

—Pasada la media noche.

—Bueno, ha de estar muriéndose por verla —dijo con una sonrisa—. ¿Se lo probará?

Tomé el gancho y fui a uno de los vestidores, donde dos dependientas me ayudaron a ajustarlo.

—Me quedo sin aire —murmuré al sentir como subían la cremallera de la espalda.

—Ya te adaptarás —dijo una de ellas viendo el borde de la falda del vestido—. Eres baja —rió—. Te traeré unos tacones. ¿Cuánto calzas?

—38 —y mientras ella salía, escuché a Laila hablando con Jorge afuera. Me sentía extraña allí metida, ella era la que se iba a casar, no yo—. ¿Me veo bien?

—Ya te vas a ver, de hecho te queda muy bien.

—Gracias...

La dependienta regresó con los zapatos y entre las dos me ayudaron a ponérmelos. Seguía sintiéndome extraña, era una mezcla entre nostalgia e incomodidad; pero todo se sintió peor cuando me vi en el espejo.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora