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Mis preocupaciones menguaron cuando conocí el mar. No era el caribe ni mucho menos, pero era el Atlántico. Ese fue el mejor día del viaje.

Descubrí que mi vientre estaba más abultado y podía notarlo si me paraba de lado frente al espejo. Armando insistía en que no era normal que los bebés no se dieran a notar ni se sintieran al moverse, en especial porque ya estaba a portas del sexto mes; sin embargo, todas las noches él decía escuchar sus corazones perfectamente, por lo que no habían motivos para preocuparnos. El sábado me permitió ir a la playa a disfrutar el máximo que cabía dentro de mi estado, me lo merecía después de la larga intervención que habíamos tenido en el Teatro Libertdor y mis rigurosas cuidados de las últimas semanas.

Santiago me acompañó a la zona privada del hotel, no habían muchas personas porque no era temporada alta, haciendo perfecta la ocasión. Betsabet, Lussi, Brian y Michael se unieron a nosotros mientras que Armando decidió quedarse en el bar de la playa bebiendo un coco-loco.

Era asombroso sentirme libre en el mar, sentir la sal y el vaivén de las olas, era algo que había anhelado por mucho años, y ahora lo estaba haciendo realidad.  Uno de los trabajadores del hotel se ofreció a darnos un paseo en lancha o moto acuática hasta una isla cercana y así poder bucear un poco, pero Armando me prohibió ir del mismo modo en que me había obligado a usar demasiado bloqueador y huir del sol. Les pedí que fueran, no les haría daño divertirse en el mar y yo podía esperar.

En medio de la resignación, me quedé sola bajo el parasol sabiendo que todos estarían nadando entre arrecifes y peces. Me sentí un tanto molesta por que todos se hubieran ido, aún cuando yo les había convencido de hacerlo; no esperaba que el embarazo me cohibiera de hacer muchas cosas, pero era lo que estaba pasando.

Luego de dejar la playa para ir a la piscina y cenar en agua, decidí volver a mi habitación. Mis ánimos estaban por el suelo, me molestaba estar embarazada, pero me obligaba a recordar que mis hijos no eran los culpables. Llamé a recepción para pedir que le avisaran a mi grupo que me había ido a la cama, así no me molestarían y estaba segura de que Armando podría dejar la revisión para la mañana.

Aquella tarde me encargué de solucionar el pago del departamento,  autorizando que se hiciera el descuento del monto restante  a mi cuenta debito. Abrí mi correo  cuando llegó la confirmación de la transacción hacia la cuenta de la constructora; sonreí vagamente sintiéndome feliz de tener algo propio.

En medio de los mensajes que habían en la bandeja de entrada, hallé uno de la editorial en el que informaban el lanzamiento del libro que había ilustrado para Samuel y una versión previa en Pdf. Por primera vez me sentí curiosa de conocer lo que se ocultaba tras las palabras del hombre que amaba, así que llena de voluntad, hice algo que no solía hacer: leer.

Siendo honesta, nunca antes de me había sentido tan atrapada por un libro. La historia tan melancólica que nacía se me calaba en el pecho y me conmovía porque al igual de Cassius, Samuel se sentía solo, yo había tenido la oportunidad de ser su Evi y la había desperdiciado; le había negado la posibilidad de ser feliz a mí solitario hombre. Si tan solo se lo hubiera dicho antes... ya era muy tarde para arrepentirme.

Terminé las 90 páginas a antes de la media noche. Tenía los ojos aguados tras leer el final, pues recordé a Samuel diciéndome que aquel libro sería el primero con un final feliz. Y es que lo era, el simple hecho de saber que Cassius se había liberado de sus fantasmas para permitir que Evi lo llenara de vida, y que ella seguía a su lado aún cuando el dolor se le había hecho inmenso, me hacía entender que nuestra relación podía volver a ser la misma.

Apagué el teléfono en medio de mi mudo llanto, lo dejé en mi mesa de noche y traté de acomodarme en posición fetal para pensar un poco. Necesitaba ordenar en mi mente lo qué pasaría: luego de volver hablaría con Samuel, le pediría explicaciones y le diría sobre nuestros hijos. El solo hecho de pensar que me había engañado con otra mujer, me aterraba, y me hacía preguntar si seria capaz de seguir con él, suponiendo que quisiera... Conociéndome, no. Era verdad que lo quería y que lo amaba, pero mi orgullo era demasiado y mis celos se convertirían en algo racional. Si él quería, lo haríamos juntos; sino, lo haría yo sola. Lo mejor era dejar todo como el agua.

—Hola... —me sentí curiosa al ver una pequeña escondida tras la piecera de mi cama. No dije nada, me costaba entender que estaba en su sueño y que aquello no era real—. ¿Mami?

—¿Sí? —contesté por inercia.

—¡Tenía muchas ganas de verte! —la niña se acercó un poco a mí y pude ver que era preciosa, de grandes ojos marrones y cabello castaño. Se parecía a mi cuando era pequeña.— Sí sabes quien soy, ¿verdad? —negué tendiéndole una mano, pero ella no la tomó.— Soy Alondra, ¿no crees que soy muy bonita?

—Sí —sonreí y de inmediato recordé a Samuel—. ¿Y tú hermanito?

—Ismael está dormido —se burló—. Tenía muchas ganas de conocerte —se hizo a mi lado y puso una de sus manitos en mi pierna—. Mi abuelita me dijo que eras hermosa y yo creo que por eso soy tan bonita —reí al escuchar aquello.

—¿Tú abuelita? —pregunté poniendo mi mano sobre la suya.

—Sí, la mamá de mi papá.

—¿La mamá de papá?

—¡Sí! —respondió con un amplía sonrisas, dejándome ver sus pequeños dientes.

—¿Y has visto a mi mamá o a tu abuelito? —estaba claro que era un sueño, pero a veces me entregaban respuestas que no esperaba.

—No puedo decirte eso —susurró—. Es un secreto —me sorprendí al oírla—. Mami, ¿irás por papá?

—¿Qué?

—Ismael está muy triste.

—¿Tu hermanito? —asintió antes de mirar la puerta.— ¿Por papá? —ella solo sigo mirando sin decir más.— ¿Alondra?

—Mami —se volvió con una sonrisa—, despiértate. Ya viene.

—¿Quién?

—Nos vemos pronto.

—Alondra, espe... —traté de tomarle la mano pero ella se desvaneció.

Todo se volvió negro, un golpe seco y constante me hizo volver en sí. Abrí los ojos, asombrada de ver que ya era de día, me desarropé bruscamente y corrí descalza a abrir la puerta.

—Hola —dije al ver a Santiago, ya vestido y arreglado.

—Hola, Laila —me saludó entrando a mi habitación—. ¿Cómo estás?

—Bien... —contesté, notando que estaba tensionado—. ¿Tú estás bien?

—En lo que cabe. Necesito que hagas tu maleta.

—¿Qué? ¿Por qué? Pensé que volaríamos en la noche.

—Lo sé, pero se cancela el viaje. Volveremos a la capital.

—¿Qué pasó? —pregunté, tomando mi teléfono.

—¿Has visto noticias?

—No. Acabo de despertar.

—Tienes que ver esto, pero no vayas a perder la cordura —dijo, tomando el control del televisor pantalla plana que había en mi habitación.

*****
¿Qué creen qué pasó?

Chicos, no olviden tenemos grupo de Facebook: Law Cuervo Las Pruebas Del Amor ——-> El link lo pueden encontrar en mi perfil.

Una lectora lo ha creado y me encantaría que fueran a unirse, así podríamos hablar todos sobre la historia y podríamos hacer un en vivo para que tratemos de conocernos. ¡Hagamos que la familia crezca más!

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora