"Es el fin"

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Aunque que parcialmente colgado en la palanca, Firmleg se percató que los mostradores de la aeronave parecían haber vuelto a la normalidad, sin alternativas, intentaba tirar del manillar y recuperar el control del vuelo, a pesar de que ni siquiera controlaba su cuerpo, debatiéndose en la cabina: el altímetro indicaba menos de dos mil metros y caía rápidamente. "¡Es el fin!"— se dijo a sí mismo — "Jesús, por favor, no... Jesús, mi familia, mis hijos... por favor, ¡Dios!" — Era lo único que podía pensar en aquellos momentos que se presentaban como los finales de su vida. Consciente de la muerte, permaneció en vano luchando por el control del avión en la medida en que el suelo se acercaba y tomaba toda la pantalla delante de sí. Cuando el choque parecía inevitable, intentó girarse, luchando contra la fuerza de la gravedad con el fin de mirar para sus seres queridos por la última vez, sin querer, vio el altímetro que marcaba, todavía, mil doscientos metros del suelo, pero de acuerdo con su experiencia como piloto militar, aquello estaba equivocado, el choque era inminente, y aunque fuera por un último segundo, era preferible mirar a su familia por la última vez, a su mujer encogida en la parte de atrás del avión y a sus hijos aferrados en uno de los asientos de pasajero.

Billy vio a su padre mirarle con los ojos aterrorizados, convirtiendo el miedo inherente de la situación en un temor aún mayor. Aquella expresión de horror era algo que nunca había visto en el rostro de su padre, donde sus ojos claramente decían: "Nosotros vamos a caer", entonces, como un moribundo que se aferra al último hilo de vida, tartamudeó:

Papá, no quiero morir... — La frase sonó como si una granada hubiera explotado en el pecho del señor Firmleg, él apretó sus ojos en lágrimas, pero, antes que dijera algo o dejara escurrir una lágrima, el avión paró de girar, estancó el movimiento y siguió cayendo de forma rectilínea. En un soplo de esperanza, se volvió hacia adelante y vio que el suelo estaba justo allí, a pocos metros.

¡No! – gritó con fuerza. Sin embargo, mientras cerraba los ojos a la espera de la muerte, el movimiento descendente del avión pareció disminuir y, en el último momento antes del impacto fatal, hizo un movimiento tan rápido como suave a babor, zambulléndose como si se estuviera siendo pilotado por un as del volante, enseguida, a excepción de una luz blanda que venía por fuera de la ventana, todo se quedó oscuro y el avión continuó su caída desacelerando uniformemente.

— Papá, ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué pasa, qué pasa? — Billy dijo con voz quebrada.

— No sé, yo... Parece que estamos... — dijo el padre, entonces respondiendo después de tragar un poco de saliva: — ¡Parando! — completó mientras intentaba entender el hecho de que aún seguían vivos.

— No estamos parando, el avión sigue bajando, ¡él sigue cayendo! Mira hacia fuera, nosotros estamos... — replicó el hijo, haciendo una pausa en un intento de encontrar las mejores palabras para describir lo que veía por la ventana: — ¡Dentro de la tierra!

— ¡No es posible, hijo! — respondió el padre, aunque no podía dar otra explicación para lo que veía y parecía ser exactamente lo que pasaba, pero cómo era posible, no tenía explicación. El avión estaba totalmente en pie, con el pico para bajo, bajando en paralelo a dos paredes que se extendían por la parte superior e inferior de aquello que antes eran el suelo y el techo de la cabina de pasajeros. En este extraño pasillo, casi en el límite de donde alcanzaba la vista, se vía sólo un pequeño y estrecho rayo de luz.

— ¡Nosotros estamos cayendo! — gritó Billy, pero no refiriéndose al avión, sino a sí mismos, aferrándose cuando todas las cosas que antes habían sido arrojadas atrás del avión pasaron a caer al frente, arriba de la cabina de control donde estaba su padre, que necesitó encogerse evitando ser golpeado por una maleta. Estaban todos cayendo de los asientos que, momentos antes, los prensaba con la fuerza del descenso vertical desprendido por la aeronave la cual, entonces, de una forma incomprensible, pasaba a ser lenta y suave. Sandy cayó en el regazo de su padre, él la aferró equilibrándose sobre el panel de control. Billy logro, una vez más, sujetarse en el cinturón de seguridad de su asiento, y la señora Firmleg, bajo gritos de "auxilio", se colgaba en la palanca de la puerta, amenazando caer sobre su hija y esposo en la cabina de abajo, en aquel momento transformado nuevo suelo del avión.

— ¡Pisa en el asiento!, ¡pisa en el asiento! — el muchacho gritó para su madre.

Con su hija en los brazos, el señor Firmleg buscó equilibrase entre los controles y los pedales de la cabina y, cuando lo consiguió, volvió su atención nuevamente para los mostradores del panel, la altitud marcaba trescientos metros y bajaba más lentamente de lo que la aceleración de la gravedad debería imponer según las leyes de la física de las cuales tenía conocimiento. De la misma forma, la velocidad indicaba ESTOL, lo que significaba que el avión no se sostenía, y que no podría volar en una velocidad tan lenta. Confundido con los indicadores y con lo imposible de la situación, Firmleg se acordó de su amigo Kelly que, único a bordo preso al asiento por el cinturón de seguridad, estaba colgado sobre los controles con la cabeza sobre el panel, dándose cuenta que estaba completamente sin sentidos. Firmleg lo sacudió, gritó su nombre, pero él permaneció inerte, totalmente inconsciente, sangrando debido a heridas en el rostro.

    Cerca de veinte metros de aquello que el altímetroindicaba ser el suelo, en un rápido movimiento, áspero lo suficiente para ponerel avión en una posición correcta, perfectamente alineado al suelo y, al mismotiempo, suave de modo que sus tripulantes solamente sintieran una ligerapresión en el estómago — como con la destreza de un ave —, el avión aterrizó. 

El Vuelo Chárter para MiamiWhere stories live. Discover now