¡¿Comunistas?!

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Bob se interpuso entre la puerta del avión y su familia, con la esperanza de que, tal vez, alguien llamara a la puerta, mientras miraba frenéticamente alrededor por las ventanas tratando de entender algo. De repente, detrás de él, su hijo gritó:

¡Allí! — dijo apuntando para la ventana a la izquierda de su padre. Cuando volvió a la dirección que su hijo indicaba, de relance, Bob vio lo que parecía ser la silueta de un hombre calvo mirando hacia la ventana del avión, pero antes que pudiera razonar mejor sobre lo qué o quién hubiera visto, fue tirado por Billy de la manga:

— Hay un carro aparcado de ese otro lado, papá, míralo — dijo apuntando para el lado izquierdo del avión. — Parece una pelota de fútbol — completó en relación a lo que veía: un objeto negro y redondeado que se parecía a una pelota de fútbol americano dividida por en medio, como una gran limusina en forma elíptica. No le se veían ruedas, pero el objeto estaba por encima del suelo como si estuviera flotando, era brillante y ofuscaba la visión, de tal manera que sólo era posible distinguir dos rayas iluminadas formando un arco doble cruzado — de hecho aparentemente, a primera vista, parecido a las costuras de alrededor de una pelota de cuero —, de su parte inferior irradiaba una fuerte luz blanca cuyos reflejos iluminaban parcialmente el interior del avión, que, en ese momento, estaba totalmente desconectado con todas las luces apagadas.

— Quédate junto a tu madre, hijo, déjamelo a mí — dijo Bob, súbitamente acordándose que las ventanas del avión, con la excepción de las cabinas de pilotaje, poseían persianas, entonces, cerró todas rápida e inmediatamente, menos aquella que su mujer insistía en mantener entreabierta para ver a lo que pasaba, observando, con Billy estirando la cabeza por sus espaldas, el extraño carro aparcado a pocos metros de donde estaban. En ese momento, sin que los demás se dieran cuenta, Bob entró y salió de la cabina rápidamente, luego fue a la posición delante de la puerta del avión con fin de proteger a todos de lo qué o quién estuviera en el exterior de la aeronave.

— Oh, Dios mío, Bob, ¿te das cuenta? — Julia dijo mientras miraba el objeto parado afuera y tratando de contener a Billy, impidiéndole ver la escena que se seguía delante de sus ojos. Y lo que siguió dejó toda la situación cada vez más extraña e inexplicable; si, momentos antes, disfrutaban de un hermoso día de vuelo, pocos minutos después, todo se quedaba cada vez más fuera de la noción de realidad en la que estaban. — Son ellos, vinieron por nosotros, Bob, ¿será que vamos a el inf...? — dijo la mujer mostrando pánico en su rostro mientras observaba a un extraño hombre saliendo de dentro del dicho carro y caminando alrededor de la aeronave, pero, antes de que pudiera completar la frase, fue repentinamente silenciada por su marido, que dijo bruscamente:

— ¡Son rusos, sólo eso puede ser! — Hizo una señal con los ojos hacia los niños, después abrió parcialmente la persiana de la ventana que se quedaba al lado de la puerta. — Esto debe ser un gran malentendido, todo va a salir bien, vamos a tener calma. — Sin embargo, en su cabeza, Bob ya se preguntaba si lo que la mujer estuvo a punto de decir no sería la verdadera explicación para el porqué de todo aquello, de la irrealidad que involucraba su consciencia.

— ¡¿Comunistas?! — Exclamó en duda Billy. — ¿Será que ellos nos quieren comer? — dijo con una mirada pálida en dirección a su hermana. Sandy perneaba, lloraba, pedía al hermano parar con la "broma", pues era sólo eso lo que ella podía deducir de los hechos, un juego de muy mal gusto y que sobrepasaba el límite de cualesquier otra "pieza" que él le hubiera recitado; rogaba a su madre decirle que ya parará, y se encogía hundiendo el rostro cada vez más fuerte sobre su vientre. El hermano, aunque igualmente aterrado, se esforzaba sin éxito para contener las lágrimas. "Los hombres no lloran", pensaba al acordarse de lo que su padre siempre le decía — por otro lado, creía saber lo que pasaba, la palabra "rusos" explicaba todo, por algún motivo querían llevarse a su padre, después de todo, él había luchado contra ellos; así, en su cabeza, aunque con su madre tratando de agarrarlo, era necesario ayudarle, pues, se daba cuenta, aunque se rehusara a creerlo, que su padre estaba tan perdido y asustado en medio de a lo que ocurría como el sí mismo, y eso era lo que más le asustaba.

Mirando a través de una pequeña grieta de la persiana, Bob vio la silueta de dos hombres cerca de la aeronave, sin embargo, la oscuridad y un extraño reflejo de luz que emanaba de las dos figuras le impedía de distinguir mejor como eran, aunque habían sido vistos a menos de un metro de sus ojos, justo en frente de la puerta del avión. Los dos parecían llevar una prenda negra que los cubría por completo, algún tipo de chaleco contra la radioactividad, como se podría pensar en ese momento, los dos estaban tratando de abrir la puerta del avión. Hubo un ruido en el fuselaje mientras las dos figuras palpaban la puerta, una de ellas, entonces, se volvió a la ventana en la que Bob los observaba y se movió en dirección a los ojos del incrédulo padre de familia que, mientras se acercaba, pudo ver parcialmente el rostro de la misteriosa figura, y tuvo la impresión de que estaba cubierto por una máscara, no pudo reconocerlo correctamente, pues el miedo le hizo, rápidamente, cerrar la persiana en un instinto defensivo en la tentativa de esconderse, encogiéndose junto a su familia, interponiéndose entre ellos y aquellos que estaban afuera de la puerta y, como su mujer en aquel momento de tensión y anticipación, en total agonía, orando a Dios en sus confusos pensamientos.


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