Flashback 3

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Noviembre tiene 30 días, esos fueron los días que estuve llamando a Alba todas las noches a la misma hora, 20:45. No desistí. A veces me colgaba, otras me hablaba su buzón Movistar.

Hoy era 1 de diciembre. El mes más añorado del año se estrenó en Madrid con una lluvia torrencial. Se suponía que hoy debería de estar feliz. Dentro de unas semanas empezaban las Navidades, y a mi personalmente me encantaban, me encantaba reencontrarme con mi familia. Me encantaba ir con mi hermana Marta a comprar los regalos de Reyes de mi sobrina y los de mis padres. Me encantaba reencontrarme con los míos, volver a Alicante y Benissa y dejar de ser por un tiempo "Rocío" la artista, la cantante. Hoy debería de estar así, pero no. Hoy no. Hoy la volví a llamar y, como casi siempre, me volvió a colgar.

Revisé mi habitación en busca de mi chaqueta e ir a su casa. Cogí las llaves y en 15 minutos estaba aparcando en la calle de abajo.

Cuando llegué a su puerta, me miré en el pequeño espejo que tenía el ascensor. ¡Iba calada hasta los huesos! Y mis pintas... ¡Oh Dios! eran de lo peor. Pero no había vuelta atrás, aquí estaba, nadie me iba a parar.

Toqué el timbre dos veces, el último lo alargué un poco más. Desde fuera se podía escuchar perfectamente los pasos de Alba caminando hacia la puerta. Oí el giro de llaves y todo mi cuerpo comenzó a temblar cual flan cuando abrió la puerta.

Silencio.

Fue el único quien se atrevió hablar.

-Hola...- Susurré a punto del desmayo.

-Rocío...

-¿Por qué no me has cogido el teléfono?

-Rocío...

¡Bien! No había olvidado mi nombre...

La miré queriendo buscar en ella otra palabra que no fuera "Rocío".

Extendí mis brazos y se dio cuenta de que parecía un mocho recién escurrido.

-Pasa, estas calada.

Se apartó cediéndome su casa para entrar en calor. Yo, como un pequeño cordero, la seguí. Me dijo que entrara al salón y me acomodará. Cuando me senté en el sofá mi piel se puso de gallina. El pequeño salón de apenas unos 5 metros estaba caldeado. Alba caminaba a paso ligero con un par de toallas.

-Toma...- Dijo sin más. Se sentó a mi lado con la mirada fija en mi. Solo supe sonreír. A estas alturas, creo que había olvidado hablar.

-¿Te quieres duchar?

-No, no voy tan mojada.- Me quité la camiseta.- Con secarme un poco sobra.

Extendí una de las toallas y la puse sobre mis hombros. Ella me imitó, cogió una toalla y la puso sobre mi pelo. Suavemente comenzó a frotar la toalla sobre mi cabeza. No tuve duda y me dejé hacer. Dejé mi cuerpo muerto para facilitarle el trabajo. Solo puse mis brazos sobre mis hombros, cerré los ojos y me dejé llevar.

-Alba...- Resoplé. Ella no dijo nada, pero me podía imaginar su cara.- Yo solo quiero hablar contigo.

-Habla.

Me revolví al oír su tono borde y seco.

-¡Así no!.- Levanté mi cabeza y todos mis pelos alborotados cayeron por mi cara. Alba soltó una carcajada y yo, intentando no reírme y queriendo que me tomara en enserio, proseguí.- Quiero hablar y que me escuches. Y que hables tu también... Sobre todo eso... Que hables.

Vuelves |Albocío|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora