2

192 65 28
                                    

—Deseo que vayas al mundo humano, y entregues ésta rosa con ésta nota.—su gran trono de bronce está situado sobre una montaña de cráneos, en medio de un mar de huesos partidos y lagos de sangre.—He estado observándola, desde aquí puedo percibir la furia que lleva dentro, entusiasma mi interés que pueda ser una de nosotros. 

  —  ¿Se trata de una mujer, señor? — en el tono del siervo había curiosidad. Su amo era Radamés, el dios de la Sangre, de la violencia y el asesinato, el dios guerrero cuyos aullidos de rabia insaciable retumban a través del tiempo y del espacio. 

  — Así es. Su impotencia ante los sentimientos que guarda, me desarman.—  responde Radamés en un tono pensativo. Ni él comprendía realmente por qué deseaba entregar una porción de poder a aquella humana, pero los sentimientos de aquella joven lo inspiraban y por esos pensamientos tan oscuros que ella guarda, era capaz de hacer un presente desinteresado a la bella dama que en éstos instantes, descansaba en su cama.— Su devoción hacia el mundo oscuro es fascinante, lleva años poniendo toda su fe en fuerzas místicas, y todo lo que ella conoce, subestima tanto el poder que en cada mundo oscuro se encuentra, el poder aquí hay de sobra, y ella podría tomar ésto con tanta normalidad que no me sorprendería verla actuar como una loca despótica...— agrega en tono divertido, le gustaba la idea de que la chica armara todo un lío, la personalidad de Radamés era un tanto impulsivo, y adoraba el derramamiento de sangre, en él no había ni un rastro de interés hacia la humana, pero la rabia que en ella habitaba era su inspiración.

  — ¿Procederemos a interferir si la humana pierde el control sobre el poder, señor?—el siervo pregunta en tono inquisitivo y alarmado. El mundo oscuro en el que se hallaban estaba tan destruido y reinaba el aburrimiento, una nueva misión era lo más excitante en éstos momentos.

  — Absolutamente no. El poder se allegará a su alma y será parte de ella, aunque no deberías tener ni la más mínima duda de que ella es lo suficientemente astuta para manejarlo con pericia.— responde en tono duro, el siervo traga saliva y lo mira con expresión firme, simplemente asiente, toma la rosa con la nota que yacía sobre una mesa de bronce, y emprende su viaje.

 El reino de Radamés es una fortaleza de bronce que representa a la masacre y la rabia pura. Está construido sobre cimientos de asesinato y conflicto, y es el origen de todas las formas de batalla y conquista. Este reino empapado en sangre resuena constantemente con los rugidos de Radamés, el entrechocar de las armas y el restallar de los látigos. 

 La sombría sala de los cráneos de Radamés está iluminada por un gran pozo de fuego donde llamas oscuras consumen las almas de los cobardes que huyen del combate. La sala del trono se encuentra en la torre central de la Ciudadela perdida, el castillo de Radamés. Decoradas con mármol de vetas rojas, las paredes metálicas de la fortaleza están manchadas de sangre y vísceras; y decoradas con pinchos en los que se encuentran empalados cráneos y cuerpos sangrantes. El foso no está lleno de agua, sino de la sangre hirviendo de aquellos que han perdido la vida en la guerra.  

 Alrededor de su reino se extienden kilómetros de tierras yermas, cañones de herviente sangre y de desiertos de hueso. Éste desierto está partido por una grieta de kilómetros de profundidad, el Cañón de la Muerte, del que brota sangre como si de una herida se tratase. De esta grieta se dice que una vez a Radamés le consumió una rabia de tal magnitud, que de un solo golpe, lo partió para toda la eternidad. Los rugidos de rabia de Radamés hacen entrar los volcanes en erupción y temblar el suelo. Los volcanes explotan con la ira del Señor de la Sangre vomitando ríos de lava tan calientes como la furia de Radamés.

El siervo extiende sus alas negras, y se lanza a un pozo sin fin con una iluminación cegadora, que lleva directamente al mundo humano. La joven había despertado tal admiración en Radamés, que decidió darle una porción importante de poder, para que ella pudiera satisfacer sus deseos más egoístas de venganza, solo un dios oscuro podría apoyar tal cosa, solo un ser sin escrúpulos podría dejar tal poder en manos de una humana como ella, sería lo más peligroso que el mundo podría sufrir en carne propia. Rose era un peligro mortal siendo tal y como era, siendo una simple mortal, ahora el mundo estará sujeto a los cambios que ella desee.

El fiel siervo, parado a los pies de la cama de Rose, contemplaba su serena figura, su bello rostro relajado, era la mujer más hermosa que había visto jamás.

Luce tan hermosa, tan frágil... Incapaz de herir a nadie.—pensó el siervo. 

Se había quedado un buen tiempo viéndola dormir, no podía creer que en las manos de esa dulce mujer estaría un poder tan perverso. Decidió evitar que dejara pasar más tiempo, dejando la rosa roja con la nota sobre el perfecto y ordenado escritorio de la chica. 

Mirándola por última vez, se volvió y se marchó de nuevo al mundo oscuro, ahí es donde un ser como él pertenecía.

Rose, como su nombre, tenía la apariencia de una frágil y delicada rosa. La tersura y la blancura de su piel era exquisita. Sus labios sutilmente carnosos la hacían lucir sensual, daba la impresión de ser una chica inocente, pero el sentimiento de confusión atacaba cuándo la vista se detenía en su esbelto cuerpo, al mirarla simplemente no se podía pensar con claridad, pero la gente que la conocía, simplemente no podrían desconfiar ni un gramo de ella.

¿Era eso por su poder habitual de tener lo que quisiera?
Te lo he dicho mil veces,  esa mujer tiene una belleza profunda y misteriosa.

La sombra de tu presencia [Pausado]Onde histórias criam vida. Descubra agora