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Su cuerpo estaba fatigado, no tenía fuerzas, estaba agotada emocionalmente, sólo quería tumbarse en la cama y no despertar más. Era extraño, porque siempre tenía mucha energía, y se sentía fuerte en todo momento, tenía sus horarios de dormir pero a penas eran las 8:30 de la noche y sentía no poder más.

- ¿Te sucede algo, cariño? -pregunta al ver la mirada cansada de su hija, en su rostro había una expresión de preocupación y curiosidad.

-Es extraño... Me siento muy cansada, llevo un par de días así. Desde que la ros... -se detiene en seco, entrecierra los ojos y arruga el ceño, su mirada fija en la nada hace que su madre se sienta confundida y mire hacía la dirección en donde su mirada está puesta, pero no hay nada, Rose estaba pensando, dejó a su madre plantada y caminó de prisa hacia su habitación.
Cerró la puerta detrás de ella y posó su vista en la rosa que estaba sobre su escritorio en un frasco con agua, tres pétalos habían caído; se acercó hasta el escritorio y buscó de nuevo la nota que había leído la otra vez.

Después de ésto, cuándo mueras, no esperes ir al cielo o al infierno.

-¿Qué demonios significa ésto?-dijo exasperada.- Ni siquiera sé quién lo puso aquí, no me atrevo a preguntar quién fue... Si no fue nadie de aquí entonces mi madre se pondría intensa... -comenzó a hablar para si misma y sosteniendo su cabeza con una mano. Con su dedo índice y pulgar tomó un pétalo que había caído e inmediatamente soltó un aullido ahogado, el pétalo le había quemado los dedos.

-¿PERO QUÉ...?

- Veo que no lo entiendes muy bien, pequeña gatita.-una voz ronca y gruesa hizo que diera un salto en su asiento y se volteara a buscar con la mirada a ese alguien que acaba de hablar. Su habitación estaba a oscuras, sólo se podía ver un poco gracias a la luz de la luna llena, encendió el velador de su escritorio y contuvo un grito con sus manos, sus ojos se abrieron casi hasta salir de órbitas, su respiración comenzó a ser irregular y un escalofrío la invadió por completo.

-No temas. -dijo el sujeto desde las sombras, su sonrisa malévola brillaba en la oscuridad. Rose puso su miedo bajo control y mantuvo la guardia y estuvo más alerta que nunca, comenzó a respirar pesadamente y pudo notar que pequeños temblores amenazaban sus manos.

- Dime quién eres -dijo la chica, su voz tembló un poco, y en respuesta escuchó la risa del hombre.

- Radamés.-dijo el dios de la sangre y la violencia- es un verdadero placer...-agregó aproximándose a la chica, e inclinando un poco la cabeza ante ella, permitiéndole una mejor vista de su aspecto físico.

Un hombre alto, musculoso, cabello largo y barba espesa, ojos oscuros y piel morena. Llevaba un atuendo de espartano, a la vista no era del todo desagradable pero había algo en él que a Rose le incomodaba.

- Ya-dijo Rose asintiendo- pero exactamente ¿qué deseas?

- No deseo absolutamente nada. Fui yo quién envió la rosa.-dice Radamés con una sutil sonrisa de suficiencia, en tanto a ella... estaba petrificada.

- ¿Porqué? -suelta la chica en un susurro tembloroso. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas por culpa de la rabia, la estaba consumiendo, estaba llegando a su tope de fuerza pero no quería mostrarse tan débil, no ahora.

- Quisiera aclararme mejor, Rose-el rostro del dios se ha tornado oscuro y su facción ahora era dura.

- Hazlo.-ordenó. Sólo ella sería capaz de hablar con tanta dureza a alguien sin importar quien demonios sea. Radamés ante su tono, no pudo evitar esbozar una sonrisa.

-Vengo del mundo oscuro; soy un dios.-en éstos momentos ella quería que la tierra la consumiera por haberle hablado de aquella forma a un dios oscuro, pero sus ojos centellearon de la emoción al tener a una realeza tan de cerca y su voz simplemente se esfumó.-soy un dios guerrero, el dios de la sangre y la ira. Te estado siguiendo de vista desde aquel día -ella sabía de qué día hablaba, se refería a ese día en donde la rabia la invadió y nunca más pudo descansar en verdadera paz.- mi sombra te ha seguido desde entonces... Y tu rabia y el alma tan oscura que posees llamó profundamente mi admiración, se asemeja tanto a mi forma de ser. No tengo ningún interés en ti -agrega respondiendo a la pregunta que inconscientemente Rose se hacía para si misma- pero he querido darte una porción importante de poder -los ojos de la joven se abrieron hasta salir de órbitas y nuevamente las lágrimas comenzaron a amenazar, pero ésta vez no era por rabia, era por una emoción que nunca en su vida había sentido. Tanto años siguiendo al ocultismo y adorando a las sombras en la oscuridad, su devoción a cosas que el mundo hacia de menos, por fin se había cumplido su sueño.

-¿Quiere decir que... Que... -las palabras no podían salir, se avergonzaba de ello y temía que el dios reconsiderara la idea de darle el poder, quizás no era como él pensaba. Pero por el contrario, Radamés sonrió con suficiencia y asintió, nada podía hacerle cambiar de opinión y menos ahora, que la estaba viendo tan cerca.

- Esa rosa contiene el poder.-comienza a explicar- cuando la tomaste, el poder se unió a ti de forma automática. Y con cada pétalo, el poder se allegara con más fuerza a ti, cuando el último pétalo caiga, el poder será tuyo para siempre... -una lágrima rebelde escapó, su mirada firme y penetrante en los ojos de aquel dios.- si no quieres el poder, puedes ser cobarde y quemar la rosa antes que el último pétalo caiga y borraré tus recuerdos de todo ésto -agrega pero enseguida su sonrisa se agranda cuando percibe el sentimiento de Rose. El corazón de ella se ha saltado un latido, y la fuerza palpitaba con fuerza en su interior. Ella jamás se retiraría. Jamás dejaría algo que toda su vida anhelo, jamás.

- Por fin -dijo Rose en un susurro y una sonrisa cargada de veneno se formó en sus labios. Se levantó de su asiento y con una elegancia que sólo ella es capaz de adoptar, hizo una reverencia ante Radamés, quien con el mismo respeto, le respondió.

- Tengo conocimiento de tu historia de vida, sé la raíz de tu ira. Hazme sentir orgulloso, Rose. Hazme saber que no fue en vano haberte confiado éste poder -le dijo con el deseo puro y la rabia que ella le transmitía podía verse en la mirada de Radamés.

- Lo haré, no lo dude, señor.

- No lo hago. Nunca lo hice, ni por un segundo.-le dijo con toda sinceridad. Él sabía cuanto ella había esperado por ésto, sabía cuanta devoción sentía hacia la oscuridad, sabía que ella la haría sentir orgulloso. La veía como a una hija, y no sólo una hija, la veía como su favorita.

- Gracias, señor.-lo dijo con toda la honestidad del mundo y él sabía cuán sincero era su agradecimiento. Por primera vez un pequeño gramo de sentimiento se asomó en su interior y decidió decirle una cosa más...

- Dime: "padre" -pidió con una sonrisa, y Rose se sintió muy afortunada y ¿por qué no llamarlo de aquella forma? Era el único que la entendía y le dio una oportunidad para dar paz a su sed.

- Padre-dijo y una vez más hizo una reverencia ante él y cuando levantó la cabeza, él se había ido.

La sombra de tu presencia [Pausado]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang