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CAPÍTULO 1
Señorita Donnut

—Ya sabes, nos vemos aquí en el descanso, no te muevas del naranjo, Lou.—me indicó mi hermano.

Segundos después, vi como desaparecía entre el cúmulo de estudiantes. Una risa nerviosa se apoderó de mí para después dar un bufido, odiaba como el estrés se hacía conmigo en momentos así. Que la única persona con la que te puedas relacionar sea tu hermano menor es jodido, aunque solo sea un año. Estar en cursos diferentes y tener que ir de estado en estado, de instituto en instituto cada pocos meses lo era más aún. Y sobre todo no podías ni simplemente murmurar tu nombre.

Al menos le veré en el descanso.

Hoy Aiden, mi hermano, parecía un maldito modelo con sus pantalones estrechos y camiseta negra. Llevaba su pelo castaño despeinado y sus ojos azules brillaban más que nunca, después de todo, se merecía empezar de nuevo. El era el agraciado de la familia, se había llevado la parte buena. Yo, en cambio, era tal alta como un duende de jardín y tal delgada como un luchador de sumo. Apenas me había arreglado, llevaba unos vaqueros anchos rotos, una de las camisetas de mi banda favorita que me llegaba por la mitad del muslo, y el pelo recogido en una coleta que perfectamente podía llevar una abuela.

Al lado suya soy una vagabunda.

Las instalaciones de este instituto eran increíblemente gigantes y me costó más de diez minutos encontrar mi clase. Al entrar, el profesor me miró con mala cara hasta que se dio cuenta de que era la nueva. Bufé mientras buscaba con la mirada un sitio lo más apartado posible de los demás. Si había algo que odiase más, ese algo era llamar la atención, y prácticamente podía sentir las miradas atentas de los que serían mis nuevos compañeros.

—Louise Dunne, diecisiete años —rodé los ojos debido a la presentación obligada que me impuso el profesor.

—¿Louise qué?

—Dunne, Louise Dunne— no daba crédito de que me hubiera hecho repetirlo.

Visualicé un pupitre al final de la clase, en última fila, donde apenas había gente sentada. Agarré la asa de mi mochila intentando aparentar algo más de seguridad, para no parecer la típica chica nueva vulnerable. Ya había vivido demasiadas veces esta situación. Apreté el puño al oír al profesor de nuevo. ¿Se puede saber qué quería ahora?

—No te ibas a escapar sin que te de la bienvenida—me informó con la sonrisa más falsa que pudo poner—, Aun así no te sientes tan en el fondo— seguro que vio como la impotencia se apoderaba de mí ya que señaló un asiento en las primeras filas, para después aclararse la garganta.

Los pupitres estaban organizados de dos en dos, y como mi buena suerte —con todo el sarcasmo del mundo, claro— no podía ir a mejor, me tocó sentarme al lado del típico chico que no se calla ni bajo el agua.

Austin, que así se llamaba, intentó hablarme, pero lo ignoré. No quería establecer contacto con absolutamente nadie. Vi como las chicas de mi fila se giraban y le miraban como si fuese el libro más interesante de su estantería, y no las culpo. Austin, era castaño y sus ojos verdes, le daban un toque misterioso, pero yo siendo yo, no le encontraba nada interesante, pero ni a él ni a ningún otro, últimamente ni una buena pizza barbacoa me atraía. Él seguía intentando una conversación conmigo y sinceramente no me extrañaría que fuese uno de los populares, y que simplemente quisiese llamar la atención, hablar con la chica nueva es lo más fascinante que le podía ocurrir.

—Donnut, soy Austin, soy más interesante que la clase de literatura, vamos mírame.— dijo por millonésima vez, al parecer no se iba a dar por vencido.

—Primero, me llamo Louise Dunne—aclaré, me tenía harta—Y segundo, muy bien Austin, estamos en matemáticas. —rodé los ojos y volví a mi querido silencio hasta que el timbre que indicaba el descanso inundó mis oídos. Me levanté, cogí mi mochila y me abrí paso entre los demás, estaba más que harta.

Me acerqué al punto de encuentro con Aiden, el naranjo, y miré el sándwich que me había preparado mi hermano con mala cara, no es que estuviese malo ni tampoco era lo más apetecible del mundo, pero lo último que se me pasaba por la cabeza era empezar a mordisquear las rebanadas de pan de molde.

—¡Hola hermana!

E aquí, mi parte favorita del día, cuando mi querido hermano trae a alguien para arruinarme el único momento tranquilo del día. Sólo le pido una cosa, una maldita cosa, y como ya había hecho otras veces, hace como si le entrase por un oído y le saliese por el otro. Venía acompañado de un chico rubio tan pálido com un vampiro, y rubio por no decir que su pelo era casi blanco como la nieve. Este llevaba gafas de sol y entablaba una intensa conversación con mi hermano. Por un momento parecía que estuviesen tratando de temas confidenciales de suma importancia a pesar de que la conversación tratase del último partido de los Golden State Warriors.

—Él es Drew, es mi compañero en el equipo de baloncesto— intenté hacer la sonrisa más verdadera que pude, o mejor dicho la menos falsa, y le indiqué a mi hermano que teníamos que hablar. Aiden rodó los ojos, sabía lo que venía ahora.—Relájate Louise, no tiene porqué hablar contigo, es simplemente mi amigo, él es simpático...—me tomó de los hombros.— Por cierto, quiero ver que te tomas medio sándwich al menos, por favor...

Asentí y pegué un pequeño mordisco al sándwich de pavo que al final resultó estar menos desagradable de lo que pensaba. El descanso lo pasé escribiendo absurdeces en mi libreta, como solía pasar la mayoría del tiempo, mientras Drew y mi hermano conversaban de lo dura que iba a ser esta temporada. En cierto modo, me sentía feliz al verlo conversar de tal forma.

En las siguientes tres horas intenté no mantener contacto con nadie de nuevo y me salí con la mía, no tuve ni que presentarme a ningún otro profesor.

Volviendo a casa, nos encontramos con el castaño de mi clase... ¿Austin se llamaba?

Ni lo sé, ni ciertamente me importa.

—Pero anda si es la amargada de la señorita Donnut y su noviecito... Tu novia es una sosa, no he visto a ninguna chica más aburrida, y créeme que he visto a muchas, amigo—le guiñó un ojo provocando a mi hermano, y como acto reflejo le agarré la mano para que no reaccionase.

Tarde.

—Déjala en paz...— se abalanzó sobre él, propinándole un buen golpe en la nariz.

—Oh, si sois tal para cuál... Don Amargado y Doña Amargada— esta vez Austin intentó devolvérselo, pero mi hermano se apartó a tiempo.

Me dio la mano y caminamos más rápido para regresar a casa cuanto antes, de fondo oí gritos del chico y escuché como mi hermano murmuraba que gente así no valía la pena.

Miré hacia el fondo de la calle, donde colgaba un cartel de "Bienvenido a Nashville", o más bien para nosotros "Bienvenido a otro desastre de ciudad que hará de tu vida un asco".

madness || Levi JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora