Parte 10

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Andrés la recogió afuera de su escuela por primera vez. Tiz salió cubriéndose la cara del sol con la mano derecha y entrecerrando un poco los ojos para alcanzar a distinguir al italiano entre los conductores estacionados. Una vez identificado, se acercó al auto y se asomó por la ventana. Andrés se limitó a sonreír de lado, como siempre hacía. Tiz abrió la puerta y se sentó junto a él, presa de unos nervios que dificultaban que sus piernas se mantuvieran derechas.

El camino al departamento tomó poco más de 10 minutos. Una vez allí, Beatriz comenzó a perder la secuencia de lo sucedido y en su mente se mezclaron un juego de coloridas imagenes: él guiandola hacia el ascensor, ella saludando tímidamente a un mujer que paseaba a su perro, ambos caminando en completo silencio por el largo y oscuro pasillo que llevaba a la última puerta del piso. Y luego, el sonido de la llave girando dentro de la manija y la puerta crujiendo al abrirse. Lo primero que ella vió fue luz proveniente del gran vidrio. Se tambaleó y sus rodillas se doblaron.

-  ¿Estás bien? - dijo él al notar que Tiz perdía el equilibrio.

- Bien - dijo ella elevando su dedo pulgar. Se volvió a erguir y esbozó una sonrisa.

- Ven, siéntate.

Permanecieron sentados frente a frente, sin tocarse y sin decir palabra, por los siete minutos que siguieron. A partir del minuto ocho la tarde se convirtió en una maraña de besos en la espalda y esfuerzo mutuo por impresionar. Y así continuó la relación por todos los meses en los que Beatriz aceptó el querer a medias sin sentirse querida de vuelta más que un día a la semana.

Luego, como todos sus amigos le habían advertido, la relación se vino a abajo y ella no volvió a saber nada de él.

Sobresaliente: Parte II (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora