Parte 19

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"Pecado mío, alma mía"

Fabricio estaba allí, parado en el portal de su casa y mirándola como si le perteneciera. La mente de Tiz viajaba entre la realidad y la ficción, incapaz de de distinguir a donde pertenecía ese momento.

- ¡ Hola! - se colgó a su cuello y plantó un beso en su mejilla. No se dio el tiempo de observarlo con detenimiento, pero aunque ella no lo notara en primera instancia, después se daría cuenta de que Fabricio se había arreglado especialmente para verla. El maestro usaba una camisa de mezclilla que se ajustaba a los ligeramente marcados músculos de sus brazos, loción con aroma a madera y los jeans que sentía le ajustaban mejor. Beatriz lo observó 15 minutos después, cuando sus nervios se habían calmado y ambos permanecían sentados frente a frente en el único sillón en su departamento. Tiz notó que las mangas le apretaban y le producían incomodidad.

"¿Te pusiste eso solo para mí?" dijo la voz. Tiz se limitó a ruborizarse de tal modo que creía sentir el color rojo en sus mejillas.

- ¿Qué es lo quieres escribir?

"Demonios" Beatriz se reprochó a sí misma por no haberse tomado el tiempo de siquiera idear una trama.

- Bueno ... - comenzó a hablar. Hizo una pausa cuando notó que Fabricio recorría sus labios con la yema de su pulgar. Se aclaró la garganta. - ... tengo demasiadas ideas en mente ...

El maestro había notado su nerviosismo, lo que le hacía sentir una mezcla de diversión y atracción hacia la joven que se apretaba los nudillos ante su mirada.

- Ya veo. ¿Qué es lo mejor que has leido ultimamente?

- Ah. Te mostraré - en la pared tras ellos habían clavadas tres repisas sobre las que se alineaban películas y libros sin ningún orden en particular. Tiz se puso de pie, quedando de frente al maestro, y se inclinó para alcanzar un ejemplar avejentado con cubierta roja. Lo tocó con la punta de los dedos, pero le fue imposible tomarlo. Se inclinó un poco más. Fabricio permanecía sentado con las piernas separadas y los brazos relajados, como siempre hacía. La tela del vestido de Beatriz le rozaba el muslo.

- Te ayudo - dijo poniéndose de pie.

Beatriz no tuvo tiempo para moverse del punto en el que estaba parada. Cuando su cuerpo reaccionó, Fabricio ya se encontraba detrás de ella, con un brazo a cada lado de su cuerpo, y echando el torso hacia el frente para llegar hasta el libro. Tiz contuvo el aliento. Su maestro tomó el ejemplar, pero el resto de su cuerpo no se movió. Tiz exhaló ruidosamente.

Fabricio inclinó el rostro, de modo que le era posible rozar el cuello de ella con la nariz. Lo hizo, provocando un espasmo que la recorrió desde el abdomen hasta el cuello. 

Sobresaliente: Parte II (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora