Parte 15

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4 años antes, cuando él era su maestro, Beatriz solía pasar gran parte del día ignorando al mundo a su alrededor con sus auriculares puestos. La primera vez que él le sonrió ella escuchaba a Halsey, y desde entonces, cada canción de ella le recordaba a Fabricio. Por esa razón Tiz había dejado de escucharla regularmente, y únicamente cuando estaba triste reproducía una canción que había sonado en la fiesta en la que todo pasó.

Beatriz recordaba claramente tres cosas de esa noche: en primer lugar, el rostro de Fabricio reflejado en el espejo tras ella - que únicamente podía observar si volteaba la cabeza - y que lo mostraba con los ojos cerrados y la nariz hundida en su cuello. Recordaba también las cosquillas que le producía su barba y los constantes apretones que daba a sus muslos, que al día siguiente se habían convertido en ligeros moretones. Por último, en su cabeza flotaba con absoluta claridad la letra y tonada de "Garden".

***

- Oye, Tiz.

Habían pasado exactamente 43 minutos desde su breve conversación acerca de los sonidos. Después de eso, alguien había apagado las luces, dejando encendidas únicamente las suaves lámparas de emergencia. El grupo de gente había movido las sillas y mesas de centro a las orillas y se había puesto a bailar. Tiz, sintiéndose ayudada por un ser superior, tomó a Fabricio del antebrazo y lo guió hacia la pista de baile improvisada.

- ¿Mande? - gritó ella para hacerse oír sobre la música.

- A veces recuerdo nuestra noche dentro del baño.

Tiz echó a reír nerviosamente.

- ¿Qué? - dijo a pesar de haber entendido perfectamente.

Fabricio río también.

- No, nada - en vez de repetir lo que había dicho, se limitó a acercarse un paso más a Tiz. - Pareces un hada... - agregó. - ...o una bruja.

Beatriz rió más fuerte, echando a volar un mechón de cabello que reposaba sobre su cara.

- Soy una bruja ... - hizo énfasis en esta última palabra.

No sabía como terminar esa frase, pero poco importó. Una vez dichas esas palabras, Fabricio la tomó sin ninguna delicadeza de la cintura y la pegó contra sí mismo. Beatriz era alta, pero no tanto como el maestro, y su cara terminó hundida poco antes de alcanzar su hombro izquierdo. Tiz se elevó sobre las puntas de sus pies para poder respirar.

- ¿Te hacen falta tus tacones? - dijo él acercándose a su oído.

En la mente de Beatriz flotaron las posibilidades. Su cadera se pegaba a la de él, igual que su pecho, y la separación entre sus caras era de apenas 10 centímetros.

- No - respondió sin titubear.

- ¿No?

- No - mientras decía eso, ella se alzó aún más, apoyando todo el peso de su cuerpo en el dedo gordo de su pie. - Así tengo la estatura perfecta.

Ambos sonreían coquetamente, y para Fer y Oscar, que observaban la escena mientras bailaban con otro par de jóvenes, lo que sucedería después resultaba obvio. Tiz había rodeado el cuello del maestro con los brazos, y él, por su parte, se inclinaba hacia adelante para que su rostro quedara al alcance de la nariz de Beatriz.

- Perfecta ... ¿para? - él no se acercaba más, pero tampoco se alejaba de ella.

Beatriz pensó por unos segundos en su siguiente movimiento. De reojo alcanzaba a ver las sonrisas pícaras de sus amigos.

- Para esto ...

Tiz tomó aire y se acercó hasta quedar a un dedo de distancia de la boca de su maestro.

- Aja - él balbuceó.

La joven inhaló fuertemente, esperando que el oxígeno brindara un poco de luminosidad a su mente, y luego pegó sus labios a los de Fabricio.  

Sobresaliente: Parte II (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora