Capítulo 2

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Se mordió el labio y repasó hasta el último detalle de su plan, hasta el momento no le había hablando a nadie de la proposición de Ron ni siquiera a su mejor amiga, a su hermano ni a su familia y tampoco tenía intención de decírselo a  Draco, como tampoco pensaba hablarle de sus frustrados intentos de seducir  a Ron.
No, a Draco tan sólo le diría que quería conocer la opinión de un hombre para avivar la emoción sexual.
Cuadro los hombros y giró la esquina del edificio para entrar en el taller  que Draco había comprado seis años atrás y que había transformado en un próspero negocio. El taller contaba con ocho plazas, todas ellas ocupadas con autos en reparación y Hermione paso la vista por los coches y los mecánicos en busca de Draco.
Saludo con la mano a Theodore Nott que era el jefe mecánicos del taller de Draco, que le sonrió y le señaló un BMW, Hermione siguió la indicación y encontró a Draco doblado sobre el motor, apretando una tuerca con una llave inglesa.
Hermione se detuvo a unos metros  de él y se deleitó con la imagen de su trasero, definitivamente a nadie le quedaría mejor unos vaqueros desteñidos que a Draco Malfoy, la desgastada tela del pantalón, manchada de grasa donde se había limpiado las manos, se señia a su muy bien moldeado trasero y duros músculos y la cintura le caía tentadoramente sobre las esbeltas caderas, la camisa azul se estiraba sobre los músculos de la espalda y se arrugada sobre los anchos hombros mientras le daba otra vuelta a la llave inglesa.
Era un hombre fuerte y natural como la tierra misma No le importaba ensuciarce y parecía disfrutar con el esfuerzo físico que implicaba aquel trabajo. Todo lo contrario a Ron, tan refinado y meticuloso, que se moriría  antes de ensuciarse las manos con grasa.
Draco se giró para cambiar la llave, se detuvo en seco cuando la vio y una lenta sonrisa curvo sus labios de lado, acentuada por aquel gesto algo soberbio que tantas mujeres había desarmado desde la escuela.
A Hermione se le aceleró el pulso  y sintió una oleada  de calor por sus cenas, una reacción normal siempre que veía a Draco, era tan atractivo, tan sexual que una mujer tendría que estar ciega para no verse afectada por su aspecto y su seguridad varonil.
Sus intensos ojos grises brillaban de placer cuando la recorrió con la mirada.
-Hola, Herms- la saludo con su voz baja, suave he increíblemente sensual-¿cuánto tiempo llevas ahí?
"Lo suficiente para comerte con los ojos"
-No mucho- respondió y le devolvió la sonrisa intentando adoptar una expresión despreocupada, aunque era difícil aparentar naturalidad teniendo en cuenta el motivo de su visita.
Draco agarró un trapo en vez de una de las herramientas alineadas en el banco y se limpió las manos, grandes, fuertes y callosas.
-¿Qué ocurre?- le preguntó, escrutandola con sus penetrantes ojos, ladeo ligeramente la cabeza y su pelo algo largo y Palatinado le cayó sobre la frente- ¿todo va bien Hermione?.
"Depende de lo que respondas a mi proposición". Pensó cambiando nerviosamente el peso de una pierna a la otra.
-¿Tienes un minuto para hablar?
-Para ti, tengo todo el tiempo del mundo- respondió él con un guiño- deja que me limpié un poco y nos veremos en mi despacho.
-Gracias- dijo ella, lo vio alejarse por el pasillo que conducía a los aseos y ella se encaminó hacia las oficinas de Draco's Auto Repair.
Saludo a Astoria, la secretaria, y continuó hasta el fondo del edificio, donde estaba el despacho, era pequeño pero práctico y funcional, a parte de la silla detrás del escritorio no había donde sentarse, pero ella estaba demasiado nerviosa para quedarse quieta, así que se puso a andar por la pequeña alfombra gris delante de la mesa, mientras pensaba una y otra vez en lo que iba a proponerle.
Draco entró en la oficina minutos después, se había cambiado de vaqueros y camiseta ya no quedaba ni rastro de grasa en las manos ni antebrazos. Un olor familiar a naranja lo impregnaba, mucho más excitante que el olor a disolvente especial que usaba para limpiarse.
Draco le ofreció una botella de agua fría que traía en la mano demostrando que conocía muy bien sus preferencias y para él se abrió una lata de coca cola.
-¿Y bien? ¿qué te trae por aquí?- le preguntó mirándola a los ojos- no es que no me alegre de verte, pero pareces...distraida, como sí algo te rondara por la cabeza.
Siendo un viejo amigo, siempre había tenido la habilidad de percibir sus cambios de ánimo.
-Hay algo que me preocupa- admitió, él espero pacientemente a que continuara y ella hizo girar la botella de agua en sus mamos- la verdad es que necesito tu ayuda, si estás dispuesto a ayudarme, claro está.
Draco dejó la lata sobre el escritorio y la agarró suavemente por los  hombros, prestandole toda su atención, su tacto era firme y la manera en que sus pulgares le acariciaron la piel desnuda de sus brazos, le provocó una ola de calor prohibido que se le concentró en el estómago.
Siempre había sabido que el tacto de Draco bastaría para prender chispas de pasión...y esa habilidad masculina para hacerlo era un descarado recordatorio de lo que faltaba entre ella y Ron.
No podíanegar el contraste, que hacía aún más su búsqueda.
Draco fruncio el entrecejo con preocupación. Por suerte la blusa de seda era lo suficientemente holgada, para que no pudiera ver como se le endurecian los pezones a través del tacto en su piel, pero si se percató de la piel de gallina que se había puesto en los brazos, no hizo ningún comentario al respecto.
-Cariño, sea lo sea, sabes que estoy aquí para ayudarme, lo único que tienes que hacer es decirme que necesitas.
Mirándolo fijamente a los ojos, Hermione tomo aire profundamente y recordando la "sexcapadas" que la había puesto en acción, se arriesgó por segunda vez en el día.
-Quiero que me enseñes lo que a un hombre lo excita y como hay que satisfacerle en la cama.
Draco parpadeo un par de veces, convencido de que las palabras que acababa de escuchar de aquellos labios suaves y carnosos eran producto de su imaginación.
Hermione no era lo que él consideraría una mujer fatal.
No, ella era mucho más tradicional, por dentro y por fuera.
La blusa de seda color crema y la falda azul marino corroboraban la imagen que tenía de ella, y también le confirmaba que acababa de salir de su trabajo como secretaria para una empresa de ingeniería. Pero por muy conservadora que fuera vestida, Draco no podía negar que había pasado muchas horas imaginandosela sin ropa y preguntándose como sería deslizar las manos sobre la firmeza de sus pequeños pechos, la delicada curva de su cintura  y caderas, la sería a suavidad de su piel desnuda...
Sacudió enérgicamente la cabeza, su imaginación volvía a desbordarse, porque de ningún modo la dulce, sensible y sensata Hermione Granger le pediría  que la instruyera en el fabuloso arte de la seducción, por mucho que el hubiera deseado una oportunidad semejante.
Aunque la conocía  desde niña y eran muy buenos amigos, también había visto como se convertía en una mujer hermosa y deseable, con una espera y reluciente melena castaña que le llegaba por debajo de los hombros, una esbelta figura con las curvas adecuadas para completar su pequeño físico. Una mujer totalmente inalcanzable para él...en deferencia a la amistad que tenía con su hermano y por respeto también a sus padres, quienes lo habían aceptado en sus vidas a pesar de su cuestionable pasado.
Su padre lo había abandonado cuando tenía cinco años, dejándolo a cagó de una madre totalmente ausente y egoísta que sólo pensaba en divertirse por lo cuál él era sólo un contratiempo en su vida. Los Granger los habían alimentado cuando tenía hambre y le habían dado cobijo cuando le daba miedo pasar la noche solo en la ruidosa y vieja casa que había alquilado su madre, lo vistieron y le compararon útiles para que asistiera al colegio y todo eso lo habían echo sin esperar nada a cambio. Pero cuándo Draco pasó por una etapa rebelde robando y provocando que lo detuvieran, había sido el padre de Hermione quien fuera a buscarlo a la comisaría, no su propia madre. El señor Granger le había echado un sermón sobre la responsabilidad y lo había llevado a recorrer un centro penitenciario lo que sirvió para inculcarle un miedo terrible al quebrantamiento de la ley y para devolverlo rápidamente al buen camino.
Draco siempre le estaría eternamente agradecido por su ayuda y generosidad, así como por permitirle ser parte de la familia. Por tanto nunca podría en peligro su relación  con los Granger Grandes por culpa de un escarseo amoroso con Hermione. Debido a su dramática infancia, nunca iniciaba una relación íntima que implicara un compromiso emocional, porque simplemente no sabía cómo entregarse de esa manera a otra persona. Pero todo esto no le había impedido fantasear con la castaña.
Pero en aquel momento lo único que importaba era aclarar el malentendido que estaba causando estragos en su cabeza y en sus hormonas.

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