Capítulo 17

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Draco le dió otra vuelta forzada a la llave inglesa, haciendo que está se soltara del tornillo y que los nudillos se le desollaran al rozarse contra el borde del colector.
-Haa...maldita sea!!!- gritó entre dientes y tiró la herramienta al cajón. Se miró la mano y puso una mueca al ver como le sangraba los nudillos, fue hacia el botiquín de primeros auxilios que había en la pared del fregadero y sacó lo necesario para desinfectar el corte.
Tras haberse marchado de la casa de Hermione, varias horas antes, había ido directamente al taller para seguir trabajando en su Camaro. Normalmente la reparación de los coches lo ayudaba a calmarse cuando estaba nervioso, pero nada podría aliviar el desasosiego que lo invadía.
No importaba lo que hiciera; no podía dejar de pensar en Hermione. No podía dejar de pensar que iba a volver con Ronald, en que iba a aceptar su proposición y en que iba a hacer un striptease para él, un refinado ejecutivo que no parecía apreciar a Hermione como la mujer que era. Y, sobre todo, no podía dejar de reprenderse a sí mismo por haber sido un idiota y haberse marchado de su casa, después de hacerle el amor sobre la mesada de la cocina...sonrió de lado al recordar que casi destrozan la silla con el contínuo movimiento mientras la tenía sentada sobre él a horcajadas, la había dejado por culpa de la promesa que le había echo antes del fín de semana y porque creía que era lo correcto.
Pero ya no estaba tan seguro.
Tomó el pequeño tarro de antiseptico y apretó la mandíbula mientras se frotaba la herida, preguntándose cuando se había vuelto tan cobarde. Estaba tan obsesionado con la idea de que Hermione se merecía al mejor que un mecánico cubierto de grasa que no podía obviar la posibilidad de que tal vez, solo tal vez, ella lo aceptará como...pero no había echo nada, absolutamente nada, para que se decidiera a correr el riesgo con él.
Pasó la vista por el garaje, contemplando todo lo que había conseguido a lo largo de los años y se dió cuenta de que era él quien tenía un problema con los complejos. Y eso significaba que iba a tener que dar un paso de gigante y superar los traumas que lo habían acosado desde la infancia.
Tal vez no fuera un elegante ejecutivo, pero tenía su propio negocio y un estilo de vida más que desahogado.
Ya era hora de que tuviera más fe en sí mismo.
Sí iba a hacer un hombre en la vida de Hermione Granger, ese iba a ser él.
Porque de ningún modo podía ser de Ron.
Draco cubrió los nudillos con una venda, mientras se preparaba mentalmente para luchar por Hermione y mandando al infierno las consecuencias que tuviera que sufrir con sus padres y su hermano.
Ya se ocuparía de ellos más tarde.
Los convenceria de que él jamás le haría daño a Hermione, de que le era demasiado preciosa y que haría lo que estuviera en sus manos para hacerla felíz.
Pero antes tenía que impedir que cometiera el mayor error de su vida. Y mientras cerraba la puerta del taller, rezó porque no fuera demasiado tarde.
Había acabado con Ron y Hermione sr sentía más aliviada de lo que nunca hubiera creído posible.
También estaba muy agradecida de que Ron se hubiera tomado tan bien la ruptura, aunque su apática reacción corroboraba la sospecha de qué no había invertido demasiado en la relación, ni emocional ni físicamente.
Sí, se había llevado una decepción, pero le había deceado lo mejor y había parecido sincero. El encuentro había sido inquietante, pero ella había visto con toda claridad que no había sido más que una esposa de conveniencia para él. Acabar la relación era lo mejor que podía hacer, sin duda. Y tenía que agradecérselo a Draco.
Porque él la había echo darse cuenta de que no podía conformarse con menos de lo que merecía. Ahora, mientras se miraba al espejo del tocador, en ropa interior y pañuelos diáfano de colores, era un manojo de nervios.
Estaba mucho más nerviosa que al romper el compromiso con Ronald, se le había echo un nudo en el estómago y el corazón le latía desbocado. Y todo porque se había propuesto seducir a Draco para que volviera a su vida de forma permanente. Él era quién le había enseñado hasta donde podía llegar el poder y la sensualidad de una mujer y no había mejor manera de devolverle el favor que demostrarle la alumna tan aventajada que había sido...interpretando la danza de los 7 velos sólo para sus ojos.
Aquella noche, no sólo le entregaría su cuerpo, sino su corazón y también su alma.
Unos golpes en la puerta la sobresaltaron, ya que no esperaba a nadie. Sacó rápidamente una gabardina del armario y se Anido el cinturón.
Al escudriñar por la mirilla vio a Draco del otro lado de la puerta.
Sorprendida por la inesperada visita, abrió y se encontró con su fiera expresión. Tenía el pelo alborotado, Como sí hubiera estado agitandoselo con las manos y su cuerpo irradiaba una intensa energía varonil.
-Draco- lo saludó con voz débil e insegura- estaba a punto de ir a verte.
-Bien, en ese caso te he ahorrado el viaje- replicó el, y entró sin ser invitado, aunque nunca le hubiera hecho falta invitación para entrar en la vida de Hermione.
-Si, me lo has ahorrado- dijo ella, cerró la puerta y se apoyó en la pared, intentando imaginarse porque había vuelto Draco. Ninguna respuesta parecía tener sentido, de modo que se lo preguntó directamente- ¿Que haces aquí?.
El apoyo las manos en las caderas, adoptando una postura inflexible.
-No puedes casarte con Ron- soltó, con tono firme.
Aquello era lo último que Hermione esperaba oír, pero el tono posesivo de su orden la dejó aturdida y con el pulso acelerado. Sin embargo antes de sacar a Draco de su error, necesitaba oír que razones tenía para exigirle algo semejante.
-¿Porqué No?
-Porque...desde Que puedo recordar no he dejado de desearte y después de este fin de semana no puedo permitir que te cases con otro hombre y menos con uno que no te valora como te mereces.
A Hermione se le hizo un nudo en la garganta que le impidió hablar. Pero él parecía tener mucho que decir, así que permaneció inmóvil contra la puerta y se limitó a escuchar.
-He huido de cualquier compromiso emocional desde que era un crío, en primer lugar por el abandono de mi padre, luego por el rechazo de mi madre. No creía que tuviera lo que hacía falta para entregarme a una persona. Era mucho más fácil permanecer soltero y no permitir que nadie se acercara- dió un paso hacía ella, impregnado el aire con su embriagador olor a naranjas- pero tú siempre has estado ahí- murmuró suavemente- incluso cuando no me daba cuenta de lo mucho que te necesitaba en mi vida.
Hermione sentía que se derretia al oír aquellas palabras.
-Para eso están los amigos.
-Si, eres mi amiga, pero siempre me has atraído, Herms...durante años he estado luchando contra el deseo que sentía por tí.
Ella lo miró con ojos asombrados.
-¿En serio?.
-Más de lo que puedas imaginar- apoyóun brazo en la puerta y agachó la cabeza para robarle el cuello con los labios haciéndola estremecerse por el delicado he íntimo contacto- tú comprendes de donde vengo y quién soy y aceptas la persona en la que me he convertido y lo hiciste incluso antes que yo. A cambio quiero aprender a dar, a ser la clase de hombre que quieres en tu vida. Sólo te pido una oportunidad.
-La oportunidad es tuya, Draco- dijo ella y le tomo el rostro en las manos para mirarlo directamente a los ojos...esos ojos grises que la volvían loca- yo soy tuya.
Él presionó la frente contra la suya.
-Entonces dile a Ronald que no te casadas con él- le pidió con voz desesperada.
Ella sonrió y lo besó en los labios.
-Ya se lo he dicho. Tenía dudas antes de pasar este fin de semana contigo, pero ahora se que nunca podría casarme con él.
Draco se estremeció de alivio.
-Gracias a Díos- murmuró, pero volvieron a asaltarlo otras dudas- tu familia siempre se ha portado bien conmigo, y no quiero desepcionarlos por esto.
-Hoo Draco...es imposible que los decepciones. Ellos te quieren tanto como yo y ya formas parte de mí familia.
El se retiró y tomó su barbilla en los dedos, clavandole su intensa mirada.
-¿Tú me quieres?.
Ella asintió con vehemencia, sintiendo como se le aceleraba el corazón.
-Siempre te he querido.
-Y yo a tí- respondió él con una radiante sonrisa, le tiró del cinturón del abrigo, agitandoselo- creó que hemos perdido demasiado tiempo siendo amigos, ¿no te parece?
Un deseo ardiente recorrió el cuerpo de la castaña.
-No puedo estar más de acuerdo contigo- y sintió como el aire fresco le acariciaba la piel desnuda, cuando Draco le abrió el abrigo.
Él se quedó boquiabierto al ver su atuendo.
-Por Díos, Herms, ¿dónde ibas vestida así?...o desvestida así mejor dicho!?




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