36. Gatito

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Las cosas se complicaron cuando volvió a la universidad. Es decir, alguien transformó su horario de clases en algo monstruoso y pesado. Era tan terrible que pasaba casi diez horas en la escuela cuando antes tenía seis. Todo por una cosa de prácticas profesionales y charlas con profesores en tiempo extra.

En otras circunstancias se hubiera sentido emocionado por ese cambio, pero en esa ocasión le molestaba ya que eso significaba estar más tiempo separado de Nash. Y aunque él se sintiera todo independiente y blablabla, le preocupaba que estuviese solo.

Aún no hacía las paces con Matthew, por lo que su relación era tan complicada que Matt dejó de visitarlos al notar que estaba ignorándolo.

Eran las cuatro de la tarde. Le había hecho prometer que comerían juntos, porque él solía comer antes de su llegada. Aunque le jurara que en serio estaba alimentándose bien, no se atrevía a creerle. El muchacho tenía ese problema de dismorfia corporal y en los últimos días había estado preguntándole cientos de veces si estaba engordando de nuevo.

Después de girar la llave para entrar a la casa, descubrió que no estaba viendo televisión como hacía diario. Le llamó un par de veces, solo para escuchar un: "Aquí" en la habitación.

Su gatito estaba en la tina; ésta se hallaba llena de burbujas de jabón, un color azul turquesa tinturando agua con olor a vainilla.

Le sonrió al verlo, colocando la rosa de ese día dentro del florero sobre el lavabo. Había estado comprándole flores diariamente en las últimas dos semanas. Se encontraban dentro de un jarrón de cristal, algunas completamente marchitas mientras que otras aun conservaban todos sus pétalos.

Se sentó al lado de la tina, sobre los azulejos blancos del suelo. Sin siquiera esperarlo, vio a Bella salir detrás del escusado y comenzar a lamerlo eufórica cada vez que regresaba a casa.

No se dijeron mucho mientras estaban allí, solo acarició al perro sin ser muy ruidoso.

Nash leía el libro del parque. Habían estado adelantándolo antes de dormir, pero parecía que planeaba avanzarlo en su ausencia. No dijo nada, solo intentó trenzar el corto pelo de su hija sin mucho éxito mientras recargaba la espalda contra la pared, mirándolo leer.

—¿Has notado lo mucho que te gusta acosarme visualmente? —preguntó sin levantar la vista de las páginas.

—No puedo dejar de hacerlo, eres mi novio favorito de todo el mundo.

—¿Pues cuantos novios tienes? —dijo indignado.

—¿Qué?

—Soy tu novio favorito, es decir, lo dices como si tuvieras cinco o seis.

—Humano favorito —corrigió—. No puedo evitar mirarte tanto porque eres mi humano favorito en el mundo.

—Bien, así está mejor —Sonrió Nash, dejando por fin el libro sobre la tapa del escusado.

Le miró. Abrió la boca para decir algo pero volvió a cerrarla antes de articular palabra, volviendo su vista a la espuma de la bañera.

—¿Qué pasa?

—Podríamos... —murmuró en voz baja, otra vez repitió la acción negando con un movimiento de cabeza—. Olvídalo.

—¿Uhm? —le miró expectante, a la espera.

Nash se rio, no supo por qué, después continuó.

—Digo... estaba pensando en una pila de tonterías, lo habitual pero después pensé otra cosa y uhg...—Se mordió el labio inferior—. Bueno, tú sabes...

SilenceWhere stories live. Discover now