Innegable

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¡No! ¡Esto es imposible! ¡No puede ser verdad!, Pensamientos como ese invadían la mente de Yuuri Katsuki después de haber leído las últimas palabras que su prometida le había dejado

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¡No! ¡Esto es imposible! ¡No puede ser verdad!, Pensamientos como ese invadían la mente de Yuuri Katsuki después de haber leído las últimas palabras que su prometida le había dejado. No solo acababa de enterarse que su amada princesa había sido una asesina contratada para matarlo, sino que, al parecer, su actual esposo también lo era. Sin embargo, en el fondo de su corazón, se negaba a creerlo. No había forma de justificar la prueba que tenía en sus manos. Milenka, o, mejor dicho, Mila, era una sicaria y había llegado a su vida con la intención de matarlo. Aun así, no quería creer lo mismo de su Vitya. Mil y una explicaciones llegaron a su mente. No importaba cómo, quería convencerse a sí mismo, con explicaciones rebuscadas, que su esposo no era la persona mencionada en el libro.

¿Y si se confundió de persona? Las características físicas de Vitya debían ser comunes en Rusia, por lo que no era difícil imaginar que Mila encontrara a un sujeto parecido a su ruso. Vitya era un empresario conocido, ¿y si ese tal Viktor le había robado el nombre a Vitya al notar que ambos se parecían? Sí, definitivamente debía haber una confusión de personas. Yuuri se aferró a esa esperanza con todas sus fuerzas. Una cosa era que el ruso supiera disparar porque iba a un polígono de tiro, pero algo muy diferente era que este fuera un sicario. No, no iba a creerlo de ninguna forma. Los ojos de su esposo no mentían. En ellos, Yuuri podía ver que todo el amor profesado por Vitya hacia su persona era absolutamente real. Cuando el ruso llegara a casa, hablarían y aclararían aquel mal entendido. Si había algún asesino parecido al ruso y usando su nombre irían a denunciarlo a la policía, aunque fuera a la policía de Grecia por ahora.

Sin atreverse a leer lo que Mila había escrito en el tiempo que aún planeaba su muerte, Yuuri dejó el libro dentro de la caja, la cerró y la guardó bajo la cama. Tras eso, secó sus ojos y esperó a que estos se desinflamaran para poder salir de la habitación. En momentos como ese, el pelinegro odiaba tener la piel tan pálida. Al llorar era imposible que sus mejillas, su nariz y el contorno de sus ojos no enrojecieran por completo; tardaba bastantes minutos en que el color se disipara.

Una vez que el enrojecimiento disminuyó en su mayoría, Yuuri fue a la sala donde sus hijos seguían jugando y los observó desde el dintel de la puerta que dirigía al salón. Cada vez que miraba a Yurio no podía evitar recordar a su prometida, después de todo, su hijo era el fiel reflejo de su madre si a su carácter se refería. No podía recordar una sola vez que le hubiera ganado una discusión a Mila, ni tampoco podía recordar haberle ganado una discusión a Yurio, salvo al mandarlo a hacer sus deberes cuando era mucho más pequeño.

Tal vez su corazón estuviera roto en ese instante, tal vez sintiera rabia hacia la memoria de su difunta prometida, tal vez se sintiera realmente traicionado y burlado; pero al ver a su amado Yurio, y tras haber visto los videos, una parte de su ser no se arrepentía en lo absoluto de haber conocido a aquella pelirroja que lo había enloquecido por completo. Después de todo, su mayor tesoro provenía de aquella relación. Sin su hijo, se hubiera suicidado hace años. Ahora, debía permitir que sus dos tesoros le sanaran nuevamente aquel maltrecho corazón.

Death's Diary (Victuuri) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora