Despiadado

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Desde que abandonó la habitación en la que se encontraba Yuuri, Georgi era incapaz de quedarse quieto o de permanecer en un lugar fijo

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Desde que abandonó la habitación en la que se encontraba Yuuri, Georgi era incapaz de quedarse quieto o de permanecer en un lugar fijo. Todo lo que había hablado con el pelinegro se repetía una y otra vez en su cabeza.

Durante más de ocho años había odiado a ese japonés. Lo culpaba de haber sido el causante de la muerte de Mila. Una y otra vez se decía a sí mismo que, si Yuuri no hubiera enamorado a su preciosa colega, ella estaría viva. Tal vez, solo tal vez, Georgi habría tenido el valor de declararse y ser correspondido. El sicario ruso se imaginaba formando una familia con aquella hermosa pelirroja; aún sabiendo que esa fantasía jamás podría ocurrir, después de todo, Mila había sido asesinada.

Georgi no podía negar que, al principio, había odiado a Yakov. Al fin y al cabo, fue él quien ordenó su muerte. Sin embargo, cuando el sicario supo que el motivo de la muerte de su amada fue a causa de que ella rompiera las reglas por amor, toda la ira recayó en Yuuri.

Año tras año, el deseo de venganza consumía más y más el corazón de Georgi. El asesino ruso no hallaba la hora de hacerle pagar al pelinegro por haber enamorado a la joven sicaria.

Georgi peinó su cabello hacia atrás con los dedos, mientras dejaba que las palabras del japonés retumbaran en su mente. No podía culpar a Yuuri por haberse enamorado de Mila. Él mismo había sido cautivado por ella. Quizás, el motivo de su debate mental se debía a que Yuuri no era la persona que él había creído. Era fácil ver que el pelinegro aún amaba a Mila y seguía llorando su muerte.

A decir verdad, otra de las cosas que dejó sorprendido a Georgi fue la disculpa del japonés. No podía creer que aquel hombre realmente le hubiera pedido perdón por ser feliz a costa de su dolor, incluso cuando Yuuri no tenía idea de su existencia. Sin importar los golpes que este le propinó al joven japonés, Yuuri no lo miró con odio o rencor en ningún momento.

Cada vez que mencionaba a la que alguna vez fuera su prometida, los ojos del pelinegro se cristalizaban, sus facciones se suavizaban, y aparecía en su rostro una suave sonrisa. Parecía como si imaginara a un ángel mientras hablaba de ella. En cierta forma, el sicario ruso pudo identificarse con Yuuri en ese momento. Ambos habían atesorado a Mila con toda su alma.

Para Georgi también fue shockeante escuchar que, de haber sabido lo que ocurriría, el pelinegro le habría permitido a la rusa matarlo. De esa forma, Mila seguiría con vida. ¿Tanto la había amado Yuuri? ¿Realmente habría ofrecido su vida por la de ella? Georgi estaba seguro de que Yuuri no habría dudado en morir por Mila.

Ahora, su mente estaba completamente confusa y dividida. Una parte de él le decía que no se metiera en la guerra de Yakov contra Viktor; que lo mejor que podía hacer era dar un paso al costado y dejar que esos dos se enfrentaran entre sí. Georgi sabía que una guerra de semejante magnitud, y protagonizada por dos rivales poderosos, traería grandes consecuencias y muchas muertes de por medio. Incluso era probable que los niños terminaran siendo víctimas. Lo más sensato era mantenerse alejado de aquel inevitable enfrentamiento. Pero la otra parte de su mente le decía que, como ya sabía la verdad sobre Mila, Viktor y Yakov, debía elegir un bando y pelear.

Death's Diary (Victuuri) [Terminada]Where stories live. Discover now