Capitulo 9: Katherine

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Aria's POV.

¿Katherine? ¿Quién era ella?

Resumen primer día de clase: Doble detención, hacer el ridículo, ser buscada por alguna extraña chica.

No, claro que no iba a ir.

La chica se giró y se fue. Terminé de comer y unas terribles ganas de orinar me llegaron. Disculpándome llegué a los baños de la primera planta. Extrañamente estaba solo.

Entré rápido y cuando salí a lavarme las manos vi una silueta moverse tras de mí. Una extraña sonrisa se formó en su rostro por lo que decidií ignorarla.

Mala idea. Su puño impactó en mi espalda haciendo que me doblara de dolor. Me había sacado el aire y respirar dolía cada vez más.

Escuché que cerraba la puerta con pestillo y con todas mis fuerzas traté de gritar.

— ¡Déjame salir de aquí! ¡¿Estás loca?!

No respondió sino que se acercó y me jaló del cabello. La reconocía, era la llegó a la enfermería preguntando por Nicolás.

— Nos volvemos a ver, McLagguen.

— ¿Katherine? —Su nombre salió despacio.

—La misma.

— ¿Qué quieres?

Traté de sentarme pero dolía como el infierno. Me paré retrocediendo varios pasos de ellos y pellizcando su mano para que soltara mi cabello.

— A Nicolás.

— Pero... ¿Qué?

— Quiero a Nicolás, no te le acerques o veras las consecuencias.

— ¿Acaso él es tuyo?

— Mío y solo mío.

Y para ajustar me estaba amenazando. Y era sólo mi primer día.

— Pues no le he visto ninguna placa que diga ''Propiedad de Katherine''— dije imitando su voz de pito.

— ¿Y es que ya lo viste desnudo?

Siento como mis mejillas comienzan a enrojecer, Nunca me había sonrojado tanto y esto no es usual en mí.

— Si, ya lo vi desnudo.

Ups, pequeña mentirita.

Sus ojos se abrieron de par en par y frunció el ceño. Se acercó amenazante y por alguna razón quise echarle más leña al fuego.

— ¿Cómo que ya lo viste desnudo?

—No tengo por qué responderte.

Se quedó en silenció antes de gruñir y volver a tomar mi cabello con fuerza.

— ¡Para! ¡Para! — sentía como mechones de cabello se iban desprendiendo de mi cabeza y una fuerte punzada me taladraba el cráneo.

— ¡Esto es para que sepas que nadie, na-die, se mete con lo mío —volvió a gruñir comenzando a rasguñar mis brazos.

— ¡Suéltame!

— Cállate ya y deja de chillar o será peor.

Comencé a sollozar y trataba de estar tranquila pero no podía regular mi respiración. El golpe que me había dado en la espalda seguía doliendo cada vez más y parecía que el aire se esfumaba.

Traté de gritar pero nada salía de mi garganta mientras sentía sus golpes sobre mí. Caí al suelo y me cubrí pero ella no se detuvo.

Incluso comenzó a darme patadas y sentí como si la garganta se me cerrara.

¿Quieres guerra? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora