| cuarenta y ocho |

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—¡Keth! —Gritó—. ¿Al menos podrías explicarme por qué estás enojado?

El abrió la puerta con su rostro arrugado por la furia.

Ni se te ocurra reírte de su expresión, Calum.

—Sabes-bien-por-qué-estoy-enojado.

—¿Puedo pasar primero? Rosa me está mirando raro.

Rosa era la vecina de al lado de Keth. Tenía setenta años y no nada mejor que hacer que sentarse en su porche a mirar personas. Y chismorrear.

Keth se apartó para que Cal pasara.

—Es sólo que, ¿qué parte te molestó más? —Cal sacó una nota de papel del bolsillo. Iba conteando con los dedos a medida que las opciones salían de su boca—; que me acercase a ella en primer lugar. Que le hablara. Que le dijera que no te comentase nada. Que yo me robase tus apuntes de cálculo. Que le dijera que estabas enamorado de ella...

—¿QUÉ?

—Oh, ¿no sabías eso último? B-bueno, yo... ¡Chiste! No le dije eso, pff, qué piensas que soy.

—¿Por qué lo hiciste?

Era bastante inútil intentar ocultarle algo a Keth.

—Yo..., yo solo quería ayudar.

—¿En qué?

—Bueno, la lista seguía y explicaba que...

—Calum, eso fue algo idiota, deberías admitir tu error antes de pedir perdón por él.

—Fue algo estúpido de hacer, Keth, si pudiera retroceder en el tiempo, no lo haría otra vez.

—Me dijiste eso con lo de Rebecca, ¿realmente eres mi amigo?

Se quedó sin el aire que le hacía falta para contestarle.

Entonces alguien toco el timbre.

¿Quieres ser su novia?Where stories live. Discover now